En un evento reciente, tuve la oportunidad de intercambiar visiones con varios expertos reconocidos sobre la revisión del Tratado México – Estados Unidos – Canadá (T-MEC), que se celebrará en 2026. Al margen de todos los valiosos comentarios que se hicieron, y que espero que los diversos actores relacionados puedan tomar en cuenta, hay dos temas en particular que me han provocado reflexiones adicionales.
La pregunta que me hice, a medida que escuchaba a todos los oradores exaltar los grandes resultados del T-MEC, fue por qué era tan difícil defender el acuerdo. Es decir, si los beneficios que se han generado son tan evidentes, la lógica diría que todos estarían de acuerdo en que un instrumento que promueve tantos éxitos a nivel regional debería continuar.
El problema con esa suposición es que la realidad política no sigue las mismas líneas de argumentación que la economía y el comercio. Uno de los mayores virajes en las políticas estadounidenses en los últimos treinta años ha sido cómo, tanto el Partido Demócrata como el Partido Republicano, se han convertido en acérrimos críticos del comercio internacional.
Esto ha sido posible, en gran medida, porque los votantes que se sintieron desplazados por la globalización respondían mejor a una narrativa política que asegura que otros países se han aprovechado de Estados Unidos, que las empresas se han mudado a otras latitudes porque en esos lugares pagan salarios miserables o no existen regulaciones laborales y ambientales, todo lo cual es naturalmente injusto y desfavorable hacia los ciudadanos estadounidenses.
Un segundo comentario que escuché también de manera repetitiva es que el contexto internacional, con sus múltiples fuentes de incertidumbre y volatilidad, continuará beneficiando a México casi de manera inercial, por lo que las futuras inversiones estaban casi garantizadas.
Esta afirmación también es difícil de aceptar de manera automática. Si bien es cierto que el país se ha convertido en un centro natural para invertir, no me parece que sea posible garantizar ninguna inversión futura, porque los capitales no solamente están buscando cercanía geográfica a los mercados importantes, sino que además demandan acceso a recursos como agua, electricidad, infraestructura y mano de obra altamente capacitada. Existen cosas que México tiene que hacer para poder atraer esas inversiones, y cometeríamos un grave error si pensamos que otros países no tienen manera de competir con nosotros por dichos capitales.
Todo lo anterior me sugiere que hay dos tareas importantes que hacer: primero, necesitamos documentar de manera muy detallada el éxito del T-MEC. Tenemos que contar con la información que permita demostrar, con datos fidedignos, el número de empleos que genera el T-MEC por industria, por segmento poblacional, en cada ciudad y estado. Esto permitirá documentar y construir la narrativa que aclare y desmitifique los comentarios políticos que aseguren, en el proceso de revisión del 2026, que el T-MEC ha quedado a deber a los ciudadanos de nuestra región.
Este trabajo tiene que ser una prioridad para México. Aunque sin duda existirán aliados en Estados Unidos y en Canadá, queda bastante claro que el contexto político de Estados Unidos será mucho más virulento, lo cual limitará la capacidad de que sea el futuro gobierno estadounidense quien encabece este proceso.
Igualmente, así como debemos documentar el éxito, también debemos hacer lo propio con la necesidad. Si deseamos incrementar el atractivo para las inversiones, tenemos que tener claro qué hace falta en el país: cuántos kilómetros de carretera hay que construir, cuántos megavatios de electricidad se tienen que generar, cuántos puentes fronterizos nuevos deben construirse entre México y Estados Unidos, cuántos ingenieros se necesitan cada año, etc. De otro modo, será imposible poder priorizar a qué actividad se deben dedicar los recursos con los que contará el gobierno, que por definición no son infinitos.
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* Juan Carlos Baker Pineda (@JCBakerMX) es socio fundador de Ansley Consultores, profesor de Comercio y Economía en la Universidad Panamericana y Experto México, ¿cómo vamos?