En el contexto de la regionalización de los centros de producción en el mundo, una herramienta muy valiosa para la integración comercial de América del Norte es la promoción de la movilidad estudiantil y laboral.
Los países que conforman Norteamérica -México, Estados Unidos y Canadá- comparten desafíos: una población que envejece rápidamente, desajustes en el mercado laboral doméstico y la necesidad de crear empleos de calidad dentro de sus territorios.
Sin embargo, el subcontinente también ofrece soluciones. Si logramos gestionar adecuadamente la movilidad estudiantil y laboral, habrá grandes oportunidades para promover la prosperidad dentro de cada uno de los países. Por ejemplo, México tiene vastas regiones donde la población en edad de trabajar es aún joven y necesita capacitación en habilidades técnicas y blandas para poder ocupar los empleos que el mercado regional demanda. Estados Unidos y Canadá tienen una población que envejece con recursos financieros, pero que necesitará cuidados, ya sea viviendo en México o en sus países de origen.
Recuperando la experiencia de los últimos 30 años de la Unión Europea, cuyo programa Erasmus de intercambio estudiantil, docente y laboral ha sido internacionalmente reconocido como una herramienta de integración para la construcción de una ciudadanía regional compartida, podemos extrapolar algunas lecciones a Norteamérica.
El programa Erasmus data del año 1999, cuando los países que entonces conformaban la Unión Europea acordaron el desarrollo de un sistema de homologación de créditos (considerando como unidad cierto número de horas de clase o capacitación a la semana) para el reconocimiento mutuo de los estudios universitarios entre países. Nunca se buscó estandarizar los sistemas educativos, ni afectar la libertad de cátedra, mucho menos la autonomía universitaria. Simplemente se buscaba reconocer la formación estudiantil, dando pie a una nueva forma de movilidad estudiantil y laboral que prevalece hasta ahora.
El programa Erasmus inició como una modalidad de cooperación técnica que promovía el diálogo entre universidades de distintos países dentro y fuera de la Unión Europea, homologando estándares en las instalaciones universitarias en temas como accesibilidad e inclusión de grupos minoritarios, pero también detonando la creación de oficinas de servicios de idiomas dentro de las casas de estudio. El programa siempre vino aparejado de recursos para las y los estudiantes, pero el esfuerzo se tradujo en un cambio institucional de las universidades participantes, generando cambios políticos y promoviendo, además, la ciudadanía europea.
El problema de la evidente falta de intercambios académicos entre México, Estados Unidos y Canadá tiene sus raíces en que no hemos logrado concebir esquemas de movilidad estudiantil ágiles y asequibles, que promuevan estancias cortas para la capacitación laboral a lo largo de la vida.
Es necesario contar con el reconocimiento trilateral de las certificaciones técnicas, profesionales y laborales por parte de los tres países de Norteamérica, tal como lo hizo el programa Erasmus desde los años 1990 en Europa. México, Estados Unidos y Canadá deben resolver primero la enseñanza del inglés en México y evidenciar en los dos países angloparlantes la importancia de conocer y capacitarse en México.
Para que la región pueda diseñar esquemas de capacitación atractivos, no sólo debe ofrecer cursos para enseñar inglés a mexicanos y español a canadienses y estadounidenses, sino que deben ir acompañados de la adquisición de habilidades técnicas y soft skills en estancias internacionales cortas, asequibles y útiles.
Vale la pena destacar las cifras actuales de movilidad estudiantil: en una región de 500 millones de personas, sólo 14 mil estudiantes mexicanos están en Estados Unidos y menos de 3 mil estadounidenses están estudiando en México. Cuando lo ponemos en perspectiva de la magnitud de estudiantes de otros países de Estados Unidos, se puede constatar que el fenómeno responde a décadas de políticas de inversión en capital humano en sus países de origen, que ha buscado que se eduquen en las instituciones de educación superior de excelencia global. No sorprende que en primer lugar está China, en segundo la India ,en tercero Corea, seguido por Canadá, y que México no aparezca en estos primeros lugares.
Al mismo tiempo, pocos estudiantes estadounidenses buscan estudiar en el exterior. Sumando al costo del crédito estudiantil, el costo del viaje y la estancia pueden ser prohibitivos para estudiantes canadienses o estadounidenses, en intercambios estudiantiles tradicionales. Además, es posible que culturalmente no reconozcan valor agregado en viajar a México para capacitarse o para conocer nuevos entornos, como sí consideran enriquecedor viajar a Italia, Grecia, Inglaterra, Francia e incluso Costa Rica, que ofrece experiencias turísticas y de cercanía con la naturaleza.
Las y los estudiantes o trabajadores estadounidenses deberían reconocer el valor de venir a México por la intensa demanda que ejercen los mercados laborales regionales y domésticos.
Así como en Estados Unidos y Canadá se incrementa la demanda por personal profesional de enfermería y cuidados para adultos mayores que entiendan y hablen inglés, se ha incrementado también el número de consumidores latinos en Estados Unidos, especialmente mexicanos o personas binacionales, que pudieran estar interesados en recibir consultas médicas con médicos mexicanos o con experiencia en México. Esta experiencia pudiera incrementar la sensibilidad para conocer hábitos y entornos culturales que pudieran explicar la mayor prevalencia o propensión para el desarrollo de algunas enfermedades derivadas de la herencia genética o tradiciones culturales. Lo mismo sucede para quien quiera exportar autopartes y consolidarse como distribuidor de refacciones en Estados Unidos, puesto que ahora prácticamente todos los coches se ensamblan en ambos lados del Río Bravo.
Es evidente que el mercado regional se satisface mejor si existe un conocimiento cercano de los vecinos. Uno de los programas con mayor reputación para la movilidad estudiantil regional es el programa Fulbright García Robles, pues ha promovido el liderazgo de personas capaces de mantener la comunicación fluida entre socios comerciales.
Según expertas y expertos en la materia, aunque cada vez hay más estudiantes mexicanos que están buscando cursar programas de grado en Estados Unidos, es momento de evolucionar y promover diferentes tipos de estudiantado, más allá de quienes buscan cursar una licenciatura, una maestría o un doctorado. Se propone diseñar, promover y financiar oportunidades para que muchos más estudiantes puedan inscribirse en cursos cortos, que desarrollen habilidades específicas durante sus estancias, que puedan mejorar sus prospectos de empleabilidad y que, a la larga, ofrezcan mayor productividad a sus países de origen.
Cuando los cursos son cortos y cuando las estancias tienen objetivos definidos y prácticos, se puede ser más eficientes en la producción de bienes y servicios que se consumen en la región, promoviendo mejor calidad y mayor competitividad regional.
Para ello, se debe desarrollar una estrategia conjunta entre la industria y las instituciones educativas que permita mejorar la empleabilidad para satisfacer la demanda de trabajadores con ciertas calificaciones en el contexto del nearshoring.
La y los recién egresados deben actualizarse rápidamente en habilidades tales como la automatización, las capacidades de recuperar y procesar big data, la incorporación de la inteligencia artificial a los procesos productivos, habilidades en uso de microprocesadores, y en ciencias de materiales, por citar algunos.
Con conocimientos suficientes de inglés y desarrollo de software, tanto las y los recién egresados como quienes llevan 20 años en la fuerza laboral pueden tomar cursos intensivos y cortos de especialización y actualización. La mayor parte de las y los estudiantes asiáticos en Estados Unidos están inscritos en en Community colleges, que son escuelas de corte técnico, y no en las universidades de mayor prestigio académico internacional.
A veces también los matices culturales pueden resultar atractivos para promover la llegada de estudiantes estadounidenses o canadienses a México.
Las y los becarios Fulbright García Robles estadounidenses que vienen a México quieren mejorar sus habilidades en español, pero también eligen venir a estudiar acá porque quieren conocer la cultura que viene aparejada con aprender el idioma. Ellos saben que cuando regresen a Estados Unidos o Canadá, muchos de sus pacientes, clientes y estudiantes serán de origen mexicano, por lo que vivir en México puede trascender en su trayectoria profesional.
En el Foro Immigration on the road: Movilidad laboral en Norteamérica celebrado el 17 de abril de 2024 en la Ciudad de México, en colaboración entre México, ¿cómo vamos?, el Baker Institute Center for the U.S. and Mexico y Connecting Mexico, Hazel Blackmore, experta en la materia, compartió tres propuestas específicas para aprovechar el momento del nearshoring, la preparación para la revisión del T-MEC, y la satisfacción de las necesidades del mercado laboral regional que valen la pena recuperar:
- Diseñar certificaciones conjuntas entre los tres países de Norteamérica. Al igual que el programa Erasmus en Europa, la solución requiere confiar que la autonomía universitaria y la calidad de la educación superior puede ser muy competitiva en México.Instituciones de educación superior como el Tecnológico de Monterrey y la Universidad Estatal en Baja California han logrado acreditar en Estados Unidos la calidad de sus programas y cursos. Sin embargo, para la integración del mercado laboral en Norteamérica, debería promoverse la instalación de organismos certificadores y acreditadores trilaterales, vinculados con la industria, para que sean tan dinámicos como la incorporación de nuevas tecnologías en la producción.
- Promover el diseño de cursos cortos y la aceptación de microcredenciales que se puedan sumar a las habilidades de cada persona, sin importar el grado educativo, el lugar de estudios técnicos o profesionales, ni los años de experiencia de cada trabajador o trabajadora. Debemos pensar en las y los estudiantes como personas con ánimo permanente de aprender nuevas habilidades. Las instituciones educativas que ofrezcan cursos cortos serán efectivas y eficientes en ligar el conocimiento teórico con el práctico.
- Incorporar certificaciones para capacitar profesores y docentes, quienes transmitirán el conocimiento a sus alumnos. Las y los docentes de educación básica, por un lado, necesitan nuevas herramientas para enseñar ciencia, tecnología y matemáticas, al tiempo que inculcan interés para promover el estudio de ingenierías y ciencias exactas. Por su parte, las y los docentes de educación media, superior y técnica, conforme cuenten con más herramientas para preparar a su alumnado para el mundo laboral actual, podrán ofrecer mejores capacitaciones y certificaciones.
Estas tres propuestas, al igual que el programa Erasmus en Europa, tienen el potencial de incrementar las capacidades productivas de la población en Norteamérica y el poder para transformar industrias e incrementar el intercambio cultural e idiomático y, con ello, formar ciudadanía en una región mucho más próspera.
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* Sofía Ramírez Aguilar (@Sofia_RamirezA) es maestra en Economía por el ITAM y directora general de México, ¿cómo vamos?
Texto elaborado por la autora a partir de la participación de Hazel Blackmore, directora ejecutiva en Fulbright COMEXUS, en el Foro Immigration on the road: Movilidad laboral en Norteamérica.