Ilustración: Eréndira Derbez, Estudio Plumbago
La serie de reportes #MásAperturaMenosBarreras busca ampliar la discusión e invitar a la reflexión, de tomadores de decisiones y de la sociedad en general, sobre la oportunidad que la inmigración representa para México. Igualmente, pretende cambiar la narrativa en torno a los migrantes que buscan asentarse en México.
México se encuentra en la coyuntura ideal para actualizar su sistema migratorio, uno que cubra las necesidades reales y actuales del mundo post-pandemia. A semejanza de sus socios norteamericanos, México debe incentivar la atracción de talento extranjero altamente calificado, independientemente de su país de origen y, también, dar pasos firmes hacia la inclusión social de las comunidades de inmigrantes sin importar su estatus migratorio. En otras palabras, es tiempo de transitar de un sistema de contención y de rechazo a la otredad, a uno de integración, donde el bienestar económico y social de los inmigrantes esté al centro de las políticas públicas.
Con #MásApertura hacia los inmigrantes, México tiene la oportunidad de echar mano de su ubicación geográfica, su calidez humana, la solidez de sus instituciones y la coyuntura internacional, para incrementar el tamaño de su economía, aumentar su competitividad y transitar de una economía de producción a una de innovación. Al tiempo que con #MenosBarreras, reafirme su reputación histórica como país destino de extranjeros que, por razones humanitarias, políticas o económicas, decidieron echar raíces en el país.
En la primera entrega de #MásAperturaMenosBarreras se explican algunas de las múltiples razones por las que la inmigración es un catalizador de la diversidad de pensamiento e innovación y con esto, el incremento de la productividad de los países y el bienestar de su población.
En Estados Unidos, por ejemplo, país con reglas y normas que permiten aprovechar y exponenciar los beneficios de la llegada de extranjeros altamente calificados, un 35% de los ganadores del premio Nobel en química, física y medicina son inmigrantes. Más aún, el 55% de las startups estadounidenses valuadas en más de mil millones de dólares y al menos el 45% de las empresas del ranking Fortune 500 fueron fundadas por al menos un inmigrante o sus descendientes.
En la segunda entrega de #MásAperturaMenosBarreras, se dilucidan algunas de las razones por las que los inmigrantes son un activo para el país en términos económicos y sociales. Se ilustran gráficamente las áreas y potenciales nodos de desarrollo regionales, tales como el Centro-Bajío y la frontera norte. Asimismo, se presentan datos sobre el movimiento de las comunidades migrantes en México en la coyuntura actual.
Entre los principales hallazgos destacan:
La tercera entrega de #MásAperturaMenosBarreras brinda una serie de propuestas concretas en cada uno de los subgrupos de inmigrantes identificados para ajustar, crear y/o actualizar las políticas públicas migratorias.
The third installment of #MoreOpennessFewerBarriers presents a series of concrete proposals in each of the identified subgroups of immigrants to adjust, create, and/or update public migration policies.
Las personas refugiadas y solicitantes de asilo llegan a México en búsqueda de protección internacional después de haberse sentido obligados a huir de sus países por temor de ser perseguidas por motivos de raza, religión, nacionalidad, género, pertenencia a determinado grupo social, u opiniones políticas o porque su vida, seguridad o libertad han sido amenazadas por la violencia generalizada, la agresión extranjera, los conflictos internos, la violación masiva de los derechos humanos u otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público.
Aunque las personas refugiadas y solicitantes de asilo llegan a México para encontrar protección internacional, también necesitan la posibilidad de integrarse, de restablecer sus vidas, de vivir de manera autosuficiente y de contribuir a las comunidades de acogida. Actualmente, las personas solicitantes de asilo pueden recibir una Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias (TVRH) y una CURP temporal. Las personas refugiadas reconocidas por la COMAR pueden recibir una Tarjeta de Residente Permanente (TRP) y una CURP. Ambos documentos, la TVRH y la TRP, contienen un permiso laboral y permiten a ejercer todos los derechos económicos en México.
De esa manera, miles de personas refugiadas y solicitantes de asilo han logrado establecerse y trabajar en empleo formal en México, inclusive casi 12,000 personas participantes en el programa de Reubicación e Integración Local del ACNUR. Esas personas no solo recibieron la posibilidad de vivir en dignidad y seguridad, sino también contribuyen a la sociedad Mexicana. Pagan impuestos y contribuyen al sistema de seguridad social. Se han convertido en empleados y empleadas importantes para las empresas que las contratan.
Sin embargo, todavía existen barreras y dificultades. Aunque México se está convirtiendo en un país de acogida, muchos sectores no están acostumbrados a la presencia de extranjeros que viven, trabajan y contribuyen en el país. Un ejemplo son las instituciones financieras que, en la mayoría de casos, no aceptan los documentos migratorios con cuales cuentan las personas refugiadas y solicitantes, si no tienen pasaporte. Debido a las condiciones en cuales las personas refugiadas salen de sus países, en la mayoría de casos no cuentan con pasaporte y la legislación mexicana reconoce los documentos migratorios del Instituto Nacional de Migración como sustitutos al pasaporte. Es no se está implementando en los bancos, creando barreras a las aperturas de bancos y en consecuencia al trabajo.
Ejemplos como éste demuestran que se requiere un cambio de mentalidad en México. Hay que ver a personas como los refugiados y solicitantes de asilo cómo nuevos ciudadanos que quieren y pueden contribuir al país y a sus nuevas comunidades. Este cambio de mentalidad en sí ya podría reducir algunas de las barreras existentes.
Tonatiuh Guillén López
Profesor PUED/UNAM
La migración ha sido un proceso social característico de la humanidad y parte fundamental de su evolución, desde el origen mismo de la especie y seguramente hasta el final de los tiempos. Migrar ha sido práctica irrenunciable, a pesar de obstáculos y motivaciones; a pesar de las fronteras y los rechazos; y también, afortunadamente, también gracias a la valiosa bienvenida que no pocas sociedades han ofrecido a migrantes y refugiados.
Vista de largo plazo, la migración ha sido una práctica social prodigiosa que explica la evolución humana y, actualmente, a importantes dinámicas del desarrollo global. En ocasiones fluye de modo civilizado y despliega beneficios en todas direcciones; en otras, con frecuencia, transcurre entre crudas experiencias de dolor y motivada por factores indeseados por las personas en movimiento. Puede ser efecto de multitud de circunstancias, positivas o forzadas; también, puede originarse en los espacios más remotos y dirigirse a lugares que regularmente son las regiones con las mejores condiciones de vida del planeta.
En cualquier caso, de alguna u otra forma, la migración es siempre un contexto social que tenemos cercano y difícilmente resulta ajeno. Dicho más claro, es imposible que nos sea ajeno. Especialmente en el caso de México, considerando a la población mexicana envuelta en una intensa migración que, de tanto verla, ya la hicimos transparente, casi invisible, al grado de no apreciarla como parte íntima de una sociedad inmersa en dinámicas migratorias. Es tan grande y larga la historia nuestra migración hacia los Estados Unidos -principal país de destino- que la convertimos en el elefante transparente que vive en la casa de millones de hogares mexicanos.
Actualmente, cerca de 12 millones de compatriotas -nacidos en territorio nacional- se encuentran viviendo en el país vecino del norte: uno de cada 10, aproximadamente, de quienes permanecemos por acá. Es decir, migramos y lo hemos hecho en enormes cantidades. Al dato anterior debe agregarse la película sobre este flujo a lo largo de décadas, pues describiría un movimiento de millones y millones de personas adicionales que en conjunto hemos formado un enorme río circular en el ir y venir entre los dos países. Que nos quede claro, como pocas naciones del mundo, México es un país marcado profundamente por la migración, ahora y en el futuro.
La paradoja de nuestra arraigada esencia migratoria es la mínima receptividad de México para los extranjeros inmigrantes, considerando la cifra de personas originarias de otros países que viven en el nuestro. Consideradas en conjunto, se trata de apenas 1.2 millones de personas, lo que equivale al 1 por ciento de la población total. Es decir, son unos cuantos, sólo un puñado. En comparación, por ejemplo, la proporción de extranjeros en los Estados Unidos es de 15.4 por ciento; en Reino Unido es de 13.8 por ciento y en España de 14.6 por ciento; en países latinoamericanos como Argentina o Chile, la proporción es de 4.9 y de 5 por ciento, respectivamente.
Lo anterior significa que en México casi no existen extranjeros como parte de la población, lo cual es conveniente modificar en función del interés propio del país: económico, social y por nuestros valores como nación solidaria. Dicho en general, la inmigración y el desarrollo se acompañan, se complementan; no son procesos en situación de choque, como demuestra la experiencia de los países con mayor desarrollo socioeconómico. La inmigración constituye una oportunidad de crecimiento, a pesar de que eventualmente en lo inmediato pueda implicar algunos desafíos sociales. La migración no es un simple juego de suma y resta, sino un proceso que abre un abanico amplio de potencialidades.
En el caso de México, la casi nula inclusión de población extranjera ilustra que no hemos reconocido las capacidades de desarrollo que implica la inmigración, a pesar de que la evidencia lo demuestre, como sucede con la migración de mexicanos a los Estados Unidos. La migración no solamente promueve diversidades y riqueza cultural, sino también abre nuevas avenidas al crecimiento social y económico. No es asunto menor reconocer que entre los flujos migratorios también circula valioso capital humano que está buscando alternativas, al no encontrar condiciones adecuadas en las regiones de origen. Evidentemente, son necesarias estrategias públicas de Estado, constructivas y consistentes, que permitan fusionar la inclusión social y el desarrollo; además, es necesario erradicar prejuicios y xenofobias que lamentablemente nublan el horizonte.
Cada vez más nuestro país se está convirtiendo en espacio de destino para diversas migraciones y flujos de refugio. Por consiguiente, está en nuestro interés girar los criterios y formas de comprensión de estas dinámicas, para entenderles también como oportunidades, como potencialidades, como nuevas capacidades. En efecto, están en juego nuestros valores de solidaridad internacional, especialmente necesarios ante migrantes y refugiados de Centroamérica y de América del Sur. Pero también está en juego nuestra capacidad para captar flujos migratorios y al valioso capital humano que contienen, potenciando beneficios compartidos. Dicho en breve, para México la ruta por recorrer consiste en convertir a la inclusión social de extranjeros en potencial de desarrollo, de manera estratégica, ordenada y con pleno respeto de los derechos humanos.