En el contexto de la reducción reciente de la pobreza en México según lo reportó CONEVAL el pasado 10 de agosto, soy de la idea que uno de los factores que podría contribuir a explicarla es el incremento del salario mínimo a partir de 2019. Insisto que es UNO de los factores, pero no el único pues hubo otras cosas que elevaron el ingreso de las familias: mayor monto de programas sociales, mayores remesas (aunque el peso en el ingreso agregado de las familias es bajo) y, por supuesto, la recuperación de los empleos después del desastre que nos dejó 2020. Así que por aquí les vengo a contar mi visión de lo que veo que ha sido el proceso del salario mínimo (SM) desde hace varias décadas en el país. Lo cuento desde lo que a mí me ha tocado ver a nivel de cancha, aunque seguramente sobre el SM hay muchas más visiones.
Desde mi punto de vista, el incremento del salario mínimo pudiera ser una de las razones para observar una reducción de pobreza entre 2018 y 2022, especialmente entre 2020 y 2022. Los incrementos del salario mínimo pudieron haber ayudado a incrementar los ingresos laborales, la masa salarial y por tanto los ingresos de los hogares, contribuyendo así a reducir la pobreza.
Los aumentos del salario mínimo han sido debatidos en todos lados, mostrando a veces resultados mixtos. Ese debate se ha tenido en México desde hace mucho, con posiciones encontradas, pero claramente las autoridades a inicios de los 80 tomaron la postura de que no habría que subir el salario mínimo en términos reales, pues era mejor favorecer la estabilidad macroeconómica, especialmente mantener una inflación baja, pues ésta había sido un problema grave en ese periodo. Es más, la postura explícita fue reducir el salario en términos reales, cosa que sucedió incluso desde finales de los 70.
En ese contexto, es interesante observar la evolución de la postura gubernamental sobre incrementar o no el salario mínimo, así como la influencia de otros actores de la sociedad sobre el cambio de percepción.
Por ejemplo, el SM vino cayendo desde finales de los 70 hasta finales de los 90 y cuando Carlos Abascal fue secretario del Trabajo en 2000 le insistió mucho a la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (CONASAMI) que se debería detener esa caída, bajo su visión de una Nueva Cultura Laboral. Lo recuerdo porque yo, siendo entonces asesor de la CONASAMI, estaba en mi etapa de economista más ortodoxo. Yo argumentaba inicialmente que había que tener cuidado con la inflación, el desempleo y todo eso que nos decía la teoría, pero al final Abascal nos acabó convenciendo. El salario mínimo empezó con aumentos para al menos mantenerlo constante en términos reales. En buena parte por eso, el salario mínimo real dejó de caer a inicios de los 2000. Entre 1999 y 2005 creció 4.3 %; entre 2005 y 2007, ya sin Abascal en la Secretaría y antes de la crisis financiara mundial, el salario mínimo creció sólo 0.1 % en términos reales. De hecho, hay que reconocer que la COPARMEX, organismo que dirigió Abascal, ha estado argumentando a favor de incrementos de los salarios y ha sido una voz relevante en estos procesos.
Pero el salario mínimo no subió en términos reales durante casi 16 años. Recuerdo que ya estando como Secretario Ejecutivo del CONEVAL (2005-2019), argumentábamos con funcionarios federales que habría que elevar el salario mínimo para darle un empujón no sólo a los ingresos de los trabajadores con menor ingreso, sino a los salarios en general. Había que tener acuerdos para que ningún empleado ganara ingresos ínfimos. Muchas más personas desde la academia hasta la sociedad civil habían venido argumentando lo mismo por mucho tiempo, pero a nuestros amigos un poco más ortodoxos de Hacienda y Banxico les parecía que podría alentar la inflación y el desempleo, así que esas sugerencias no fueron muy prósperas. Esto retrasó la decisión gubernamental de incrementar el salario mínimo como herramienta de mejora de los salarios en general.
A partir de 2014 se inició un movimiento más organizado para aumentar el salario mínimo. La figura pública más visible fue el jefe de Gobierno del todavía Distrito Federal, Miguel Mancera, así como miembros de su gabinete como Salomón Chertorivsky y Patricia Mercado. El 1º de mayo de 2014 Mancera lanzó su primer llamado público para que el país pudiera incrementar el salario mínimo, uno de los más bajos del mundo. Durante todo ese año Mancera, su equipo y varios expertos académicos fueron muy activos para poner en la discusión pública la urgencia de subir el SM más allá de la inflación.
Se hicieron documentos, eventos y hasta foros internacionales. Gerardo Esquivel, Graciela Bensusán, Antonio Azuela, Juan Carlos Moreno Brid, Ariel Rodríguez Kuri, Enrique Provencio, Jaime Ross, Pablo Yanes, Raymundo Campos, Ricardo Becerra y el propio Chertorivsky, entre otros, se encargaron de elaborar un primer documento que se presentó en agosto de 2014. Un segundo documento, Del Salario Mínimo al Salario Digno, se presentó en 2015.
Para 2015 surgieron grupos organizados de la sociedad civil, tales como Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, encabezados por Rogelio Gómez Hermosillo, cuyo argumento principal fue que la pobreza debía empezar por tener salarios que no empobrecieran. Todo este proceso político empezó a dar buenos frutos, pues el gobierno federal finalmente aceptó que se pudiera explorar esa posibilidad. El gobierno y el Congreso iniciaron cambios normativos necesarios para eventualmente poder elevar el salario mínimo y efectivamente evitar que otros precios subieran y se tradujera en inflación. Estos cambios normativos eran indispensables porque el salario mínimo era la unidad para modificar otros precios. Por ejemplo, multas, límites de crédito, tarifas, pensiones, sanciones, financiamiento de partidos políticos y muchos otros precios estaban ligados al SM, por lo tanto, aumentos altos del SM podrían tener un efecto inflacionario. Alrededor de 280 normas federales y otras tantas en los estados ligaban precios a los incrementos del SM. En parte por ello, la insistencia de Banxico en esos años en ser cautos con los incrementos del SM.
En diciembre de 2014 el presidente Enrique Peña Nieto presentó ante el Congreso un decreto para desindexar (así se dice) el salario mínimo, es decir, dejar de ligarlo con otros precios, y en enero de 2016 el Congreso aprobó dicha reforma. Con esa reforma se crea la Unidad de Medida y Actualización (UMA) que todavía hoy se usa para incrementar otros precios, pero ya no está ligada al SM. Este cambio fue crucial para darle mayor libertad al gobierno y un poco de tranquilidad a Banxico para elevar los SM más allá de la inflación.
Hago aquí un intermedio para incluir el momento “no me lo vas a creer, Yordi” en torno a las decisiones de modificar el SM (aunque esta anécdota sí fue neta):
El 5 de marzo de 2014 se organizó un evento entre el CONEVAL (ahí trabajaba yo) y el jefe de Gobierno del todavía Distrito Federal en el Palacio del Ayuntamiento. El evento era para resaltar la importancia de la evaluación en la política pública y lo que estaba haciendo en esa materia el Gobierno del Distrito Federal. Media hora antes del evento llegué a la oficina de Mancera y me recibió mi amigo y exalumno Salomón Chertorivsky, quien en ese momento era el secretario de Desarrollo Económico del Gobierno del DF. Salomón y yo habíamos hablado en otras ocasiones sobre la necesidad de incrementar el salario mínimo, pues creíamos que era tan bajo que valía la pena arriesgarse pues traería efectos netos positivos. Así que mientras esperábamos a Mancera le dije a Salomón, “pues hablémosle a Mancera de aumentar el SM, es algo que nadie trae en el radar públicamente y es una buena bandera”. Cuando Mancera salió de su oficina hicimos los saludos de ley y empezamos a caminar al foro por las escaleras, tres pisos abajo. Así que mientras platicábamos le sugiero que proponga incrementos reales del salario mínimo. Le hablo de su importancia, de que el nivel era tan bajo que sus efectos secundarios sobre la inflación y desempleo podían ser muy bajos; le recordé que la pobreza en el país y en el DF había subido entre 2012 y 2014 (él tomó posesión en 2012) en buena parte porque los ingresos laborales habían estado muy poco dinámicos y que programas sociales como Prospera nunca podrían suplir al ingreso laboral; que si queríamos reducir la pobreza era vía el mercado laboral.
Llegamos al evento y yo hablé primero sobre la importancia de la evaluación de la política pública y las mediciones de la pobreza y todo eso. Cuando le tocó a él pararse a hablar al estrado, le acercan su discurso, pero él dice “no gracias, no lo voy a usar esta vez”. Inicia sus palabras, agradece y se arranca a hablar…. ¡del salario mínimo! No hizo otra cosa más que hablar de por qué era importante voltear a darnos cuenta de lo precario de los salarios mínimos, del aumento en la pobreza, de la relevancia de los salarios para reducir la pobreza… Dijo que era la política más relevante en esos momentos y que en breve el Gobierno del DF haría un llamado nacional para recuperar el poder adquisitivo del SM, al menos para que coincidiera con la línea de bienestar del CONEVAL… Salomón y yo nomás nos volteábamos a ver.
Un par de meses más tarde, el Gobierno del DF armó su estrategia política con el tema del salario mínimo. Antes de que me critiquen mi momento “Martha Higareda”, tengo que decir que es evidente que muchas otras voces adentro y fuera del PRD, afuera y adentro del gobierno incluyendo las voces de Salomón y Ricardo Becerra, las de académicos y gente de izquierda, le habían hablado sobre el salario mínimo a Miguel Mancera y el tema ya la tenía en mente. Pero así lo viví yo ese día.
Pero regresemos a lo relevante. Ya que en 2016 el SM estaba desindexado de otras cuotas y obligaciones, era más fácil proponer aumentos del SM. Entre 2016 y 2018 los incrementos del salario mínimo fueron por primera vez en muchos años positivos y rondaron 4.2-4.5 % anuales en términos reales. El incremento del SM fue todavía modesto, pues aún había preocupación en Hacienda y Banxico para no excederse, pero el efecto sobre la inflación fue prácticamente nulo.
¿Qué le preocupaba a Hacienda y a Banxico? Pues que debido a que el incremento del SM se publica al final del año para el próximo, sirve como base para las negociaciones salariales en todo el país hacia el futuro. Aún si sólo se busca recuperar la pérdida histórica del SM y se anuncia un incremento del 20 % de los salarios mínimos (ante una inflación esperada de 3 %) el temor es que todos los trabajadores busquen negociar ese aumento en el salario. La buena noticia de esto sería que ese porcentaje les da a los trabajadores mayor poder de negociación salarial, pero al mismo tiempo aumenta el riesgo de efectos inflacionarios. A esto se le conoce como efecto faro del SM.
Un elemento importante que ayudó a que la inflación no subiera entonces y que las autoridades monetarias tuvieran más tranquilidad fue la forma en que se hicieron y se anunciaron los aumentos del SM a partir de 2016 (con efecto en 2017).
Para convencer a Hacienda de que era importante subir el SM pero minimizar los posibles efectos inflacionarios, los anuncios del incremento salarial anual a partir de 2016 (y hasta ahora) se parten en dos: un incremento porcentual más un incremento en pesos. Con ello, el anuncio porcentual no es tan grande, pero se compensa con un incremento en pesos absolutos que se le conoce como Monto Independiente de Recuperación (MIR), y que no forma parte de las presiones de otros grupos salariales al momento de su negociación.
Por ejemplo, a finales de 2016 se decidió dar un incremento al SM de 4 pesos (correspondiente al MIR) sólo a quienes ganaban un salario mínimo, más un incremento salarial de 3.9 % anual. El SM diario pasó entonces de 73.04 pesos en 2016 a 80.04 pesos en 2017. En los hechos, estaba incrementando el SM en 9.6 % anual, pero se publicó un incremento de 3.9 % anual, más 4 pesos para quienes ganaban un SM. Con esta idea, los economistas del Banxico parecían más tranquilos sobre el efecto inflacionario, pero el incremento del salario mínimo es realmente mayor al incremento porcentual anunciado -sin embargo, el efecto faro disminuye.
Mi segunda anécdota “Martha Higareda” es que desde 2014 le insistíamos a la CONASAMI y a la Secretaría del Trabajo desde el CONEVAL que, si parte del incremento al SM se anunciaba en pesos absolutos y no en %, sería más fácil convencer a Hacienda de aumentar el SM más allá de lo histórico. Otra vez, seguramente la CONASAMI tomó esa decisión por otras fuentes y no por CONEVAL, pero de todos modos aquí la cuento.
En el momento que llegó el presidente Andrés Manuel López Obrador al poder en 2018, era claro que le daría un mucho mayor impulso al SM. A partir de 2019, los incrementos al salario mínimo han sido de más de 15% anual en términos reales para todo el país para todos los años. Para las zonas fronterizas han sido mayores. La modalidad del MIR sigue vigente, pero es obvio que el presidente López Obrador no habla de ella y se refiere al incremento porcentual total que se oye mucho mayor y que por tanto tiene un efecto faro mayor y que le puede dar mayor poder de negociación al trabajador. Los incrementos al SM de estos años han sido los mayores en casi 40 años. Es posible que haya sido la decisión correcta en esta ocasión.
Esta es la historia que me tocó vivir del SM del país en las últimas décadas. La polémica sobre si se debe subir mucho o poco el salario mínimo seguirá, pues el tema no sólo sigue siendo debatido en la academia, sino que es de los temas más politizados. En mi opinión, estos incrementos eran necesarios pues dado el nivel tan bajo que había tenido en años el SM, subirlo no implicaría muchos problemas a la inflación ni al desempleo. Tengo la impresión de que los aumentos del SM fueron un factor importante en la reducción de la pobreza entre 2018 y 2022, a pesar de la pandemia. Pero también fueron posiblemente un factor relevante en la explicación de la reducción de la pobreza entre 2014 y 2018. De hecho, la pobreza ha bajado desde 2014 hasta 2022, a excepción del periodo de la pandemia, que es un accidente totalmente exógeno. Haber aumentado el SM 2016-2018 más que la inflación le dio dinamismo a los ingresos laborales y a la masa salarial, como puede observarse en los datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). Dado que el ingreso es el ingrediente más relevante de la pobreza y que el ingreso laboral es el factor más relevante dentro de los ingresos de los hogares, desde 2016 hasta ahora el SM quizá ha sido factor relevante de reducción de pobreza, pero aún más relevante desde 2019. Acepto que harán falta evaluaciones rigurosas para probar esta causalidad, pero esas son mis hipótesis por el momento.
Hasta aquí lo que yo me sé de la aventura del SM en el país. Me parecía importante recordar que hubo cambios y acciones en años pasados que facilitaron aumentar el SM de la forma en que se ha hecho desde 2019. México no empezó en 2018 y, si no reconocemos esto, si no reconocemos avances que se hicieron cada sexenio en algo, romperemos al país cada seis años.
Finalmente, unas palabras de cuidado sobre el SM. Si bien los aumentos en el salario mínimo podrían en varias circunstancias mejorar los ingresos de la población, la fórmula para incrementar salarios en largo plazo no puede ser sólo vía aumentos del SM, pues eventualmente esto tiene un límite. Hay quien se pudiera emocionar con los resultados de reducción de la pobreza reciente y quisiera abusar de esta herramienta. Por ejemplo, hoy el SM diario en la mayor parte del país es de 207.44 pesos, es decir, como 6,223 pesos al mes. Si mañana decretamos que el SM en todo el país es de 20,000 pesos al mes (667 pesos diarios), habría problemas importantes de despido de personal y es posible que efectos inflacionarios relevantes. Entonces los aumentos del ingreso y la masa salarial no se darían y probablemente aumentarían la pobreza vía la falta de empleo. Pero también es cierto que ganar 20,000 para muchas personas que hoy ganan el SM sería importante.
Para hacer esto factible, tenemos que buscar también otras estrategias. No podemos usar al SM como la única herramienta para incrementar el salario en el largo plazo. Un factor necesario es que la productividad crezca, pero ésta ha estado estancada al menos desde los 90s. Si no se aumenta la productividad a partir de más inversión, educación de calidad, tecnología y especialmente a partir de hacer arreglos importantes en la forma en que brindamos seguridad y protección social a la población, en la forma que cobramos impuestos, tanto en lo federal como lo local, entonces seguirá siendo sólo una ilusión que vaya a existir en el futuro una reducción de pobreza fuerte y sostenida. No hay reducción de pobreza sin incremento de los ingresos laborales (salarios y empleo). El reto para adelante es cómo generar una estrategia amplia de incremento de ingresos laborales que tengan varios componentes, en la cual los incrementos a los SM sean parte de la ecuación, pero no lo único. Así como se han generado acuerdos políticos de muchos años para aumentar el salario mínimo, necesitamos acuerdos políticos para arreglar todo lo demás que afecta directamente a los salarios de todo el país.
Así la historia que me sé, pero tengo otras.
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* Gonzalo Hernández Licona (@GHLicona) es director de la Red de Pobreza multidimensional y experto México, ¿cómo vamos?