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Los retos de nuestro sistema de salud

  • Se requiere comenzar a construir un sistema de salud de cobertura universal, financiado por el sector público, en donde los acuerdos de colaboración con los hospitales y clínicas privadas es posible y conveniente.
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FOTO: MARIO JASSO/CUARTOSCURO.COM

El abandono de nuestro sistema de salud por parte de las últimas administraciones federales, incluida la actual, es algo verdaderamente alarmante y vergonzoso. Las consecuencias las padecemos todos los mexicanos y algunas de ellas durante la pandemia de COVID19 resultaron funestas. Este tema, urgente para analizarlo, pero sobre todo para resolverlo fue abordado en un seminario académico que se llevó a cabo hace un par de semanas en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.

Resulta imposible abordar todos los problemas y los retos que presenta nuestro sistema de salud expuestos por los participantes en el seminario. Procedo entonces a exponer aquí un apretado resumen de lo planteado, 1 seguramente incompleto, limitándome a aquellos puntos que recogen preocupaciones comunes 2 y propuestas coincidentes. Escogí tres problemas:

  1. Insuficiencia presupuestal
  2. Segmentación
  3. Deficiente asignación de recursos

En cuanto a las propuestas, también seleccioné tres:

  • Necesidad de un sistema de cobertura universal
  • Priorizar la prevención
  • Instrumentar la atención primaria

Con una población en nuestro país que en cuatro décadas casi se duplicó, el gasto total en salud (público y privado) en cambio viene decreciendo, resultando claramente insuficiente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un mínimo de 9 % como porcentaje del PIB, mientras que en México a 2022 se destina un 5.5 %, habiendo caído desde el 6.2 % de 2021. La tendencia de este indicador durante los últimos 16 años (2007-2022) ha sido a la baja, contrastando con otros países de América Latina como Cuba, Brasil, Argentina y Chile por sólo nombrar algunos.

Por su parte, el presupuesto público dedicado a la salud alcanzó su pico en 2012 (2.89 % del PIB), pero desde ahí ha declinado. No representó una prioridad ni en el gobierno anterior ni en el actual. Aparece una recuperación en 2021 y 2022 (2.66 % y 2.91 % respectivamente), pero se debe exclusivamente a la adquisición de vacunas para el COVID-19, que fue un gasto extraordinario. También nos encontramos muy por debajo de la recomendación de la OMS, que es de un mínimo de 6 % del PIB.

El servicio de salud mexicano moderno nació en 1943 con el IMSS y posteriormente con el ISSTE creado en 1960, pero la asignación de recursos se basó en la condición laboral de las personas, con lo que quedó sin cubrirse un amplio sector de la población mexicana. Hasta 2005 se intentó subsanar esta carencia al menos parcialmente con el Seguro Popular. Aún con todas sus deficiencias, este logró cubrir en 2018 a más de 50 millones de personas, pero -por razones que no fueron técnicas sino políticas- se canceló en 2019 sustituyéndolo por el INASABI, cuyo fracaso fue rotundo y terminó incorporado a la infraestructura, por supuesto insuficiente, del IMSS.

El resultado es un servicio de salud fragmentado y mal distribuido. Existen enormes diferencias entre cada una de las instituciones que componen el sistema en cuanto a su gasto per cápita: en los extremos, mientras en 2021 PEMEX gastó $ 29,803.00, el IMSS Bienestar gastó $ 1,171.00, una diferencia enorme e injustificada.

De tal forma los usuarios del sistema han tendido cada vez más, especialmente a raíz de la pandemia de COVID-19, a acudir a los consultorios privados o los consultorios anexos a las farmacias, estos últimos sin ninguna regulación oficial, con todos los problemas que conlleva en cuanto a calidad profesional.  En 2018 existían un 51 % de unidades del sector público en operación frente a un 49 % de unidades del sector privado, pero cuatro años después, en 2022, esta proporción había cambiado a 37 % y 63 % respectivamente. Seis de cada 10 personas se mudaron a la atención privada. Esta atención fuera del sistema público representa un incremento sustancial en lo que se denomina “gastos de bolsillo” de los usuarios, que se calcula que en 2022 se acercó al 40 % del gasto en salud.

La prueba más terrible que tuvo que pasar nuestro país por las carencias, la falta de presupuesto y varias decisiones equivocadas, fue durante la pandemia de COVID-19 que derivó en que fuimos el quinto país con más fallecidos y el primer país en muertes de trabajadores de la salud.

Por todas estas razones, y otras más que no se han expuesto aquí, lo que se requiere comenzar a construir es un sistema de salud de cobertura universal, financiado por el sector público, en donde los acuerdos de colaboración con los hospitales y clínicas privadas es posible y conveniente.

El sistema debe además priorizar la prevención, que reduciría los costos de salud por hospitalización, a la que se llega cuando se atienden los síntomas de cualquier enfermedad demasiado tarde. Para lograr esto debe instrumentarse un sistema de atención primaria, lo que implica desde la adecuación de planes de estudio en las universidades y la capacitación médica hasta un cambio en la cultura de salud de los mexicanos. En esto último también se hizo énfasis, sobre todo en cuanto a los malos hábitos alimenticios de los mexicanos que conducen entre otras enfermedades a la diabetes y la hipertensión.

Se insistió en que un nuevo sistema de salud es posible, pero nos llevará varias décadas construirlo y no se logrará con austeridad. Se requieren más recursos públicos. Como mínimo pasar del 2.9 % del PIB al 3.9 % en el primer año y avanzar desde ahí. Debe tomarse en consideración la gran dispersión de localidades pequeñas en un territorio nacional de casi dos millones de km2 y la deficiente disponibilidad de agua, que según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) que lleva a cabo el Centro de Investigación, Evaluación y Encuestas del Instituto Nacional de Salud Pública, solo el 31.5 % de los hogares en México tienen disponibilidad permanente (el 14.1 % de estos con intermitencia).

Para concluir, reproduzco aquí la que me parece la mejor frase que resume esta breve reseña y es uno de los lemas del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP) representado en el seminario por su directora ejecutiva, la Dra. Alejandra Macías: “Una política pública sin presupuesto NO es política pública”.

Te invitamos a leer este artículo en Animal Político.

Jorge Basave Kunhardt es doctor en Economía y miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1995. Actualmente se desempeña como profesor/tutor en los Posgrados de Economía y de Administración de la UNAM y como investigador titular en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM. Asimismo, es miembro del grupo de Expertos México, ¿cómo vamos?

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1 Por cuestión de espacio, me referiré exclusivamente a algunos planteamientos de solo cinco de los participantes: las doctoras Teresa Shamah (Directora de Evaluación y Encuestas del Instituto Nacional de Salud Pública) y Alejandra Macías (Directora Ejecutiva del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria) y los doctores José Narro (ex Secretario de Salud), Francisco Moreno Sánchez (Director de Medicina Interna del Centro Médico ABC) y Leonardo Lomelí (Secretario General de la UNAM).

2 La versión completa del evento se encuentra grabada en la página oficial del Seminario. En fecha próxima será publicado por la UNAM un libro colectivo con los textos de todos los participantes.

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