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Una encrucijada macroeconómica

  • En un contexto de bajo crecimiento y elevada inflación, es indispensable que las acciones de política fiscal y monetaria se activen en sincronía para tomar ventaja de la posición cíclica de la economía en términos de crecimiento, sin crear presiones adicionales en el proceso de formación de precios.
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FOTO: MARIO JASSO/CUARTOSCURO.COM

Comienza el 2022 y con ello las consecuencias asociadas a la prolongada exposición de la economía global a la pandemia del Covid-19 son cada vez más evidentes. Existen diferentes fenómenos macroeconómicos que damos por descontados para este año en buena medida por la cantidad de información y análisis a los que hoy tenemos acceso. Quizás sea suficiente con haber leído algunas columnas, y posiblemente haber tropezado con algunos comentarios en redes sociales, para tener claro que nuestro país enfrenta dos retos fundamentales: un entorno de bajo crecimiento una vez concluido el impulso de la recuperación tras la caída abrupta en la actividad económica de 2020, así como un contexto de relativamente elevada inflación alimentada en gran medida por una trayectoria persistente de su componente subyacente.

En los últimos años, México ha destacado por ser una de las economías emergentes que más decepciona por sus tasas de crecimiento. En promedio, su crecimiento ha rondado el 2 % real desde hace varias décadas. No obstante, a una historia de crecimiento por debajo de las expectativas, particularmente las que se generaron con la agenda de reformas estructurales aprobadas entre 2013 y 2014, hay que añadir la enorme disrupción que generó la cancelación del aeropuerto de Texcoco a finales del 2018, pues supuso un cambio drástico en la trayectoria observada de la formación bruta de capital fijo, aunado al severo impacto derivado de la pandemia de Covid-19 principalmente a inicios de 2020.

Después de registrar una caída de 8.2 % en 2020, los economistas del sector privado consultados por Citibanamex 1 anticipan que este año la economía mexicana se habría recuperado entre 4.8 y 5.8 % en 2021 con respecto a su nivel de 2020, por lo que quedaría aún rezagada al compararla con el nivel de actividad económica que alcanzó en 2019. Asimismo, este grupo de analistas de diferentes instituciones financieras prevé que la economía crezca en 2022 entre 1.8 % y 3.6 %, por lo que solo la combinación de las proyecciones más optimistas para la economía mexicana arrojaría que ésta se recuperó de la caída ocasionada por la pandemia a final de este año. No obstante, aún bajo ese escenario, la economía tendría que expandirse más para retomar los niveles registrados en 2018 y, sobre todo, evaluar si sería capaz de retomar la senda de crecimiento sobre la que había transitado en los años previos.

Lo anterior significa que, suponiendo que no se hubieran presentado los choques en incertidumbre y actividad mencionados con antelación, al ritmo de crecimiento de 2 % anual, aún le faltarían varios años a la economía mexicana para recuperar el tiempo perdido. De hecho, si la tasa de crecimiento de mediano plazo cae por debajo del 2 % de referencia, se requeriría un choque de magnitud similar al del Covid-19, pero en sentido opuesto, para poder retomar la senda previa. No está de más añadir que es difícil prever por ahora un catalizador de esa magnitud en el corto plazo.

El segundo gran reto para la economía mexicana este año es la inflación. 2021 cerró con una inflación de 7.4 % a tasa anual, significativamente por encima de la meta de 3 % del Banco de México y con una trayectoria creciente en los precios de mercancías y servicios, que representan el 75 % de los cerca de 300 elementos genéricos que forman parte de la canasta con la cuál se mide la inflación al consumidor en nuestro país. Por ahora, aunque la perspectiva de mediano plazo es que la inflación logre converger paulatinamente a la meta del banco central, el horizonte en el que esto pueda ocurrir dependerá de diferentes ajustes de demanda y oferta, además de aquellos que se materialicen a través de las expectativas de inflación de mediano y largo plazos.

Los analistas de la encuesta levantada por Citibanamex que comentábamos previamente estiman que en 2022 la inflación puede cerrar el año entre 3.79 y 4.75 %, con una variación del componente subyacente que oscilaría entre 3.50 y 4.64 %, aún por encima de la meta del banco central, inclusive si excluimos los bienes y servicios que por naturaleza son más volátiles y que, particularmente en el contexto actual, tienen una mayor exposición a los vaivenes observados recientemente en los precios de materias primas a nivel internacional.

En conjunto, ambos retos para la economía mexicana demandan una acción coordinada de política económica para poder hacerles frente de manera ordenada. En un contexto de bajo crecimiento y elevada inflación, es indispensable que las acciones de política fiscal y monetaria se activen en sincronía para tomar ventaja de la posición cíclica de la economía en términos de crecimiento sin crear presiones adicionales en el proceso de formación de precios.

En un frente, la política monetaria del Banco de México requiere ponderar diferentes efectos frente al proceso de normalización monetaria que comenzará la Reserva Federal de Estados Unidos, que ha ocasionado ya un aumento generalizado de tasas de corto plazo alrededor del mundo. En primer lugar, resulta indispensable mantener una postura firme que sea consistente con el anclaje de las expectativas de inflación y, en segundo lugar, se requiere realizar un proceso de normalización monetaria a nivel local que no represente un obstáculo significativo al proceso de recuperación económica.

La autoridad monetaria de nuestro país tiene como objetivo lograr que la inflación converja de forma ordenada al 3%, por lo que la disputa central entre las personas que integran su Junta de Gobierno será si deben adherirse a esa postura de forma irrestricta, o si existe espacio para ponderar el impacto que tendría la normalización monetaria sobre el ritmo de recuperación, de tal forma que si los cambios en la actividad económica de ciertos sectores también alteran los precios, se podría mantener intacto el objetivo. Lo anterior, a reserva de cómo se entienda también el compromiso de la propia junta de cara al ritmo de normalización de Estados Unidos, pues deberá responder de forma convincente para minimizar el impacto sobre el tipo de cambio.

En otro frente, las acciones que se emprendan desde la política fiscal serán claves para apoyar el proceso de recuperación y, en cierta medida, para lograrlo sin una presión relevante sobre la inflación. La evidencia empírica disponible muestra de forma reiterada que la política fiscal de nuestro país, particularmente el gasto, tiene un impacto muy reducido sobre la actividad económica. El famoso “efecto multiplicador” de hecho es menor a 1, lo que implica que los ajustes al gasto público tienen un efecto proporcionalmente menor sobre el crecimiento.

Sin embargo, esa propia evidencia también sugiere que, en tiempos de recuperación, cuando la economía aún se encuentra por debajo de su nivel potencial, la política fiscal puede resultar muy útil. A ello habría que agregar consideraciones sobre el uso eficiente de recursos, como la asignación entre gasto corriente y de capital, o el gasto en programas y proyectos sujetos a reglas de transparencia y rendición de cuentas que, de alguna forma, restringen su uso productivo en ciertas actividades.

Por ello, es fundamental entender los retos que presenta el contexto global, pues tal como ocurrió en el proceso de recuperación que siguió a la Crisis Financiera Global de 2008-09, la normalización monetaria de las economías avanzadas, en conjunto con la deprecación observada en la moneda, redujeron de forma significativa el espacio para que el gobierno pudiera emprender un programa de gasto social y de inversión más agresivo. De ahí que la coordinación con las autoridades monetarias sea crucial para paliar estos efectos.PUBLICIDAD

En síntesis, el gran reto para la economía mexicana no solo consiste en reconocer que se enfrenta un crecimiento reducido y una trayectoria al alza en la inflación notoriamente preocupante. El desafío está en el diseño de la política macroeconómica para revertir esta situación de forma exitosa. Las acciones coordinadas son, en esencia, interacciones donde la reputación y el intercambio son cruciales para su sostenibilidad en el tiempo. Tanto la política fiscal como la monetaria requieren una comunicación activa y clara, ejecutada por profesionales que tengan objetivos precisos y paulatinos con planes tangibles para evaluar su cumplimiento. Como ciudadanos y ciudadanas, nos tocará evaluar si dicha implementación estuvo a la altura de las circunstancias.

Te invitamos a leer el este artículo en Animal Político.

Víctor Gómez Ayala (@Victor_Ayala) es Director de Inteligencia de Datos en Fundación Rafael Dondé, profesor de macroeconomía en el ITAM y experto México, ¿cómo vamos?. Economista y politólogo por el ITAM, se especializa en análisis de política fiscal y energética. Desde hace 7 años es profesor de macroeconomía en el ITAM.

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