Se supone que un gobierno es premiado electoralmente cuando sus políticas públicas dan resultados. La victoria de Joe Biden en las elecciones de Estados Unidos se puede explicar de distintas maneras. Una de ellas, la respuesta del gobierno de Trump a la pandemia de Covid–19, a todas luces insuficiente e ineficaz. Al respecto se ha escrito mucho, en cuanto a la eficacia de las medidas adoptadas y mucho también se ha dicho sobre las decisiones del gobierno de López Obrador, quien aparentemente tiene la última palabra, sobre todo, en su gobierno.
Sin duda el resultado en Estados Unidos es esperanzador, pues reivindica el valor de un gobierno profesional, que congrega a expertos en distintos ámbitos y los incluye en la toma de decisiones. Por encima de la decisión técnica está la decisión política, pero esta última se puede nutrir del consejo científico, profesional y/o experto.
Las (y los) políticos enfrentan una disyuntiva en el reclutamiento del funcionariado que brinda apoyo. Por un lado, contar con personas en quien se pueda confiar, dada la trascendencia de las decisiones que se toman. Por otro, invitar a quien conoce sobre el quehacer público, tanto académico como práctico. Lo ideal sería que hubiera elementos que cumplieran con ambos criterios: lealtad y competencia profesional. Pero no siempre están disponibles y se tiene que elegir.
Cuentan que el expresidente Fox no conocía al Doctor Frenk cuando lo invitó a ser Secretario de Salud. Sólo tenía referencias y, a toro pasado, muchos consideramos que fue una elección muy atinada. Él fue el creador del Sistema de Protección Social en Salud, del cual nació el Seguro Popular. Con todas sus limitaciones, este último programa permitió ampliar sustancialmente la cobertura de salud, en especial a la población pobre y/o vulnerable. Cuando se recluta a personas competentes, interesan los resultados de las políticas públicas. Eso es lo que uno esperaría que le importe también al electorado.
En el extremo opuesto, muchos políticos, notoriamente el actual presidente, reclutan a sus apoyos por su lealtad a toda prueba, con soslayo de sus credenciales profesionales. Hay ejemplos que llaman mucho la atención: 1) un agrónomo a cargo de PEMEX, 2) una periodista recién fue nombrada Secretaria de Seguridad Ciudadana, 3) el titular de la Secretaría de Bienestar tiene estudios de preparatoria, 4) en SEMARNAT van tres titulares en menos de dos años, y el segundo tenía más perfil que la recién nombrada.
No todos los nombramientos en el actual gobierno han tenido sustento en dicha lógica, pero llama la atención que personas capaces y con independencia de criterio ya no están en el gabinete presidencial. Un caso muy visible es el de Carlos Urzúa en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, pero se podría agregar el de Víctor Manuel Toledo en la Secretaría de Medio Ambiente, y el de Germán Martínez en el IMSS. Preocupa su salida, pues da la impresión de que es mínima (o nula) la pluralidad y autocrítica en el actual gobierno.
El adecuado diseño e implementación de política requiere de instancias profesionalizadas. En México por décadas se fue consolidando una tecno-burocracia sumamente competente, por ejemplo en Hacienda, Salud, Banco de México. Hay ministerios cuya creación se remonta al siglo XIX, como la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (1891) o la Secretaría de Economía (1880). Han cambiado de nombre, pero se trata de los mismos ministerios. Por eso preocupa la reciente degollina de muchas áreas estratégicas: 1) Subsecretaría de Ingresos (SHCP), 2) Subsecretaría de Comunicaciones y Desarrollo Tecnológico (SCT), 3) Subsecretaría de América del Norte (SRE), 4) Subsecretaría de Gobierno (SEGOB), Subsecretaría de Empleo y Productividad Laboral (Secretaría del Trabajo y Previsión Social), 5) Subsecretaría de Minería (Secretaría de Economía). Su desaparición se sustentó en un decreto de austeridad1, sin duda una decisión muy discutible. Un ahorro efímero, a cambio de desarticular la administración pública.
La paga también importa. De acuerdo a un dicho norteamericano: if you pay peanuts, you get monkeys. Alarma, sin duda, los recortes severos a los sueldos de funcionarios medios y altos. La semana pasada se anunció un decreto que los harán extensivos a sus aguinaldos (lo que muy probablemente es ilegal)2. Desde luego, la paga no es suficiente para garantizar un servicio civil adecuado, pero sí es un elemento importante. Los jóvenes en México ven, en el gubernamental, un quehacer que ha dejado de ser atractivo para su desarrollo profesional.
La inadecuada gestión de la pandemia en México, los problemas en el abasto de medicamentos, la torpe gestión de las inundaciones recientes en Tabasco (incluida la refinería de Dos Bocas por quinta ocasión), son avisos que debieran llevar al presidente a reconsiderar las competencias técnicas y profesionales en su gobierno. Por desgracia, no solamente las trivializa, sino que incluso se ríe de los académicos. De los científicos, sin hacer excepción alguna, sostuvo: “no van al campo, no conocen la realidad y no pueden transformar una realidad que no se conoce. Están en las nubes”.3
Hasta ahora López Obrador sigue siendo muy popular gracias a su excelente comunicación política y los apoyos que brinda a amplios sectores de la población. Pero, muy probablemente, será insuficiente para mantenerse en la cresta de la ola. En algún momento los resultados de sus políticas públicas le pasarán factura.
* Félix Vélez ha sido Vicepresidente de la Junta de Gobierno del INEGI y titular del CONAPO, y es profesor universitario en el ITAM desde 1987.