La democracia y la economía, como conceptos, hacen sentir optimistas a tres de cada cinco personas en México. Con la libertad es aún mejor, porque despierta ese mismo sentimiento en cuatro de cada cinco. Son augurios de que un mundo mejor es posible. Sin embargo, cuando se trata de cómo funcionan las cosas en México, seis de cada diez personas están insatisfechas tanto con la democracia como con la economía.
Porcentaje de personas que dice sentirse … con la palabra …
Está usted satisfecho o insatisfecho con la forma en que funciona la … en México
Por un lado, el optimismo por la gestión del gobierno es aún menor al manifestado con la democracia. Por otro, a pesar de que una mayoría considera que México es una economía capitalista, no hay un consenso sobre si esto es algo deseable o no.
Y aunque la forma en la que funciona la economía en México ha traído beneficios indiscutibles para la gente –por ejemplo, acceso a bienes y servicios a costos cada vez menores, y que como consecuencia cuatro de cada cinco personas tengan un teléfono celular y tres accedan a internet desde su dispositivo móvil– lo cierto es que la mayoría considera que el capitalismo sólo beneficia a una minoría privilegiada (60%). Siete de cada diez piensa además que el sistema económico en México favorece a unos cuantos a costa del resto y más de la mitad no cree que el modelo económico dejará un mejor país para las siguientes generaciones.
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La forma en la que la economía funciona hoy en día …
La tensión que existe entre un sistema económico capitalista en un país cuyo gobierno es débil, y la baja efectividad de una democracia plagada de fallas, incapaz de ofrecer suficientes servicios públicos de calidad, es innegable. No sorprende que más de la mitad de la población piense que el modelo económico actual perjudica a la democracia, que a su vez está en crisis por la falta de atención a problemas reales de la gente, como la pobreza –que aumentó en casi cinco millones de personas durante 2020 sólo en México–, la desigualdad, la falta de oportunidades, el auge de empleos sin prestaciones, la sensación de que la ciudadanía no está representada por sus gobernantes, la corrupción y la inseguridad, entre una larga lista de problemas que nadie resuelve.
Aún a pesar del deterioro de su reputación, un poco más de la mitad de la gente piensa que México es una democracia, salvo los ciudadanos más jóvenes (18 a 29 años). Sin embargo, una mayoría (seis de cada 10) está dispuesta a vivir en un contexto más autoritario a cambio de mayor seguridad pública, lo cual consuena con la confianza que la gente deposita en las fuerzas armadas, muy por encima de los cuerpos policiales civiles.
¿Qué es lo más importante para usted? Que México sea un país …
¿Estamos al borde del colapso democrático y de la economía de mercado como las conocemos? Los datos, a pesar de todo, indican que no. Que las y los mexicanos valoramos muchísimo la libertad. No sólo porque nos genera optimismo, sino porque no estamos dispuestas a ceder libertad de expresión o de tránsito a ningún precio, ni siquiera a cambio de mejores servicios públicos, de menor pobreza ni de mayor seguridad en las calles.
¿Quiere decir que la democracia y la economía de mercado garantizan mayor libertad? Por sí mismos, no. Si bien es cierto que es tiempo de mutar a modelo económico mucho más inclusivo, consciente y sustentable para no revertir los avances, desde los regímenes que se autodenominan comunistas hasta las socialdemocracias europeas conviven en el capitalismo y como nunca en la historia han salido tantas personas de la pobreza extrema. Tampoco la democracia es garantía de mejores gobiernos, pero sí es el único camino para resolver conflictos por la vía de la política y no de la violencia. Lo que inevitablemente se necesita son instituciones democráticas sólidas, que son una inversión y no un lujo.
En México la población quiere más libertad, no menos. Pero la libertad de tránsito se obtiene con mayor seguridad pública y la certeza de que ningún delito quedará impune. La violencia y la corrupción merman la libertad efectiva, de ahí el apoyo a la militarización de la seguridad pública. La libertad también se ejerce en la medida en la que mi trabajo me paga lo suficiente para llevar una vida digna, sin penurias. Ingresos insuficientes, empleos mal pagados, jóvenes que no estudian y mujeres que ganan 80 centavos por cada peso que ganan los hombres merman la libertad de 52 millones de personas en México que viven en pobreza laboral. No sorprende que la gente desconfíe de la forma en la que funciona la economía, pues la incertidumbre, la desiguadad, la ausencia de oportunidades y el empleo precario merman la libertad efectiva.
Lo que toca cambiar no es el modelo económico, sino las capacidades del Estado. Necesitamos reguladores más eficaces, procuración de justicia, mandatos constitucionales claros y entramados institucionales sólidos. Necesitamos más gobierno, no menos. Uno que recaude más e invierta en actividades que son de su exclusiva competencia, como la transmisión y distribución de energía eléctrica, y que promueva la inversión privada en vez de ahuyentarla. Uno que redistribuya eficazmente los ingresos usando mecanismos eficientes y transparentes, que genere y proteja empleos de calidad y ofrezca bienes y servicios básicos –como los de salud y educación– para todas las personas. Porque un gobierno democrático sólido, con ingresos y gastos fuertes, es la única forma de garantizar la libertad de sus gobernados.
Un último dato: la palabra neoliberalismo, si bien no nos hace sentir particularmente optimistas, se asocia más frecuentemente a libertad que a ningún otro concepto según la primera encuesta MCV-Reforma. Es tiempo de entender que la libertad se logra únicamente defendiendo la democracia y las oportunidades para todas las personas.
* Sofía Ramírez Aguilar es economista y directora de México, ¿cómo vamos?