Si eligiera un fondo musical para las intervenciones de AMLO en este Día de la Tierra, sin duda serían las canciones de David Bowie. Los primeros –y para la que escribe los más bellos— se refieren a su rareza, a su excepcionalidad, al hombre que, desde el espacio, de la nada cayó en la Tierra.
Estos atributos le vienen muy bien a un artista. Todos amamos a Bowie por raro: ¿hombre?, ¿mujer?, ¿animal?, ¿persona?, ¿terrícola?, ¿marciano? Imposible definir su naturaleza.
En cambio, esa incapacidad de tener pares e interlocutores en la orbe de la diplomacia es del todo impropia en un Jefe de Estado. No puede aparecer en una reunión virtual y desaparecer súbitamente como algo espectral. De repente, sus pies despegaron de la Tierra cuya crisis central es su conservación para todo ser viviente, inclúyase a él y el país que gobierna.
Empero, Andrés Manuel sitúa a México en otro universo cuyo lado oscuro de la fuerza son los “conservadores”, “fifís”, “traidores a la patria,” “jueces insumisos” y el mismísimo Darth Vader que, como el PRI, es su padre.
Pues bien, cuando la torre de control lo llamó a Tierra, Andrés parece haber alunizado pues habló de todo menos de una atmósfera propensa al calentamiento global. Mientras sus pares (Putin, Xi Jinping, Merkel, Macron, Biden, entre otros líderes terrícolas) hicieron propuestas diversas sobre cómo reducir el calentamiento global, el presidente hizo alusión a algunos asuntos irrelevantes, como el desinterés de México de producir petróleo para exportación, y subrepticiamente logró introducir el tema migratorio al hablar de los asilados climáticos de América Central. Ahí, muy puntualmente, afirmó que la cura para Centroamérica es sembrar muchos, muchos, muchos árboles –tal como lo hace su gobierno con el programa Sembrando Vida– nada más que, en esta ocasión en particular, lo tendrá que financiar el gobierno de Joe Biden. ¿Solución más aterrizada? Imposible.
Fuera de la extraña presencia de Andrés, hubo grandes avances para todos los seres sintientes. China y Estados Unidos, en lugar de cruzar sables de neón, se dieron la mano para la preservación del planeta; India se comprometió a aumentar sustantivamente su inversión en energías renovables. Sorprendentemente, tras haber lucido una faz más ecocida que la de Jabba the Hutt, Jair Bolsonaro hizo una propuesta a Biden para la conservación del Amazonas y detener el deterioro del pulmón verde más importante de nuestra Madre Tierra.
Tantas cosas por hacer cuando crece la consciencia en el liderazgo mundial de que la ciencia no es ficción y que nuestra huella de carbón importa mucho, daña mucho.
¿Y México? En la luna.
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* Miriam Grunstein Dickter es profesora investigadora titular del CIDE. Estudió la Licenciatura en Derecho en el ITAM, y la Licenciatura en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Nuevo México; además es Maestra y Doctora por la Escuela de Ciencias y Artes de la Universidad de Nueva York. Es experta en energía.