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El poder de la diversidad: la inclusión LGBT+ como motor de progreso

  • La inclusión de la diversidad sexo-genérica en México no debe verse únicamente como un tema de derechos humanos, sino también como una oportunidad para construir una cultura de innovación y promover la competitividad económica.
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FOTO: FERNANDO CARRANZA GARCIA / CUARTOSCURO.COM

Mientras lees estas palabras, las banderas arcoíris, símbolo de la comunidad LGBTIQ+, se alzan y ondean desde las alturas, pintando de colores las calles de la Ciudad de México y muchos otros lugares del mundo. Las redes sociales, los noticieros y las conversaciones cotidianas nos invitan a reflexionar sobre la diversidad sexo-genérica, la inclusión y los derechos humanos. Si bien hemos avanzado mucho, todavía queda un largo camino por recorrer.

Es crucial prestar atención a este camino, ya que, según la Encuesta Nacional Sobre Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG) del INEGI, al menos 1 de cada 20 personas en México forma parte de la comunidad LGBTI+. En 2021, el INEGI publicó los resultados de este importante estudio estadístico, que busca comprender la cantidad y estructura de la población de 15 años en adelante que se identifica dentro de esta comunidad. Esta información es fundamental para desarrollar políticas públicas que mejoren la realidad y el bienestar de este grupo históricamente discriminado y excluido.

La ENDISEG reveló varios hallazgos, pero destacan tres datos clave: a) el 4.8 % de la población total en México se considera lesbiana, gay/homosexual, bisexual o pansexual, lo que equivale a 4.6 millones de personas; b) 908.6 mil personas se identifican como personas trans y/o no binarias, y c) la mayoría de la población LGBTI+ en México son jóvenes (33.3 % tienen entre 15 y 19 años, 20.4 % tienen entre 20 y 24 años, y 13.8 % tienen entre 25 y 29 años).

La ENDISEG también proporciona datos relevantes sobre las características sociodemográficas de esta población, lo cual resulta crucial para comprender las dinámicas económicas y laborales que la caracterizan. Según los datos del INEGI, el 64.3 % de la población LGBTI+ participa activamente en la economía. Las personas que forman parte de la disidencia sexo-genérica en México se encuentran principalmente en los siguientes grupos ocupacionales: actividades de apoyo y agropecuarios (24.6 %), profesionistas y técnicos (18.4 %) y comerciantes (16.9 %). Por otro lado, solo el 4.6 % ocupa cargos como funcionarios, directores y jefes.

Es importante reconocer que la comunidad LGBT+ no solo está conformada por personas con derechos, sino también por capital humano y fuerza laboral con la capacidad de contribuir a la economía nacional. Para que puedan prosperar en su vida laboral sin discriminación, es fundamental garantizar un entorno incluyente. Por lo tanto, la inclusión de la diversidad sexo-genérica en México no debe verse únicamente como un tema de derechos humanos, sino como una oportunidad para construir una cultura de innovación y promover la competitividad económica.

De hecho, gracias a esfuerzos estadísticos realizados por organizaciones como la Asociación Internacional de Lesbianas, Gais, Bisexuales, personas Trans e Intersexuales (ILGA), la CEPAL, la Human Rights Campaign y Amnistía Internacional, ahora sabemos que las empresas y los Estados que trabajan hacia la igualdad y la inclusión acceden a una serie de oportunidades para el desarrollo, el crecimiento y el progreso económico.

La inclusión de la comunidad LGBT+ en el mercado laboral local y nacional permite a las empresas y organizaciones atraer, reclutar y retener los mejores talentos, evitando la fuga de cerebros. Además, resulta atractivo no solo para personas LGBT+, sino también para aliados heterosexuales que valoran trabajar en entornos diversos. Asimismo, la inclusión abre las puertas a dinámicas internacionales y globales relacionadas con el nearshoring y la expansión global de empresas que ya tienen la inclusión LGBT+ institucionalizada en sus países de origen. Esto no solo atrae talento extranjero LGBT+ y no LGBT+, sino también inversión extranjera directa, ya que el respeto por los derechos humanos en una sociedad es un reflejo de un Estado de derecho consolidado con instituciones sólidas. Estos aspectos son valorados por aquellos que buscan establecer sus capitales en mercados confiables y seguros.

Por otro lado, ser una empresa y un Estado respetuosos con los derechos humanos de las personas de la disidencia sexo-genérica también permite acceder a otros mercados. Se ha demostrado que tanto las personas LGBT+ como aquellos que valoran la diversidad y la inclusión ajustan sus hábitos y preferencias de consumo hacia empresas y proyectos que se rigen por principios incluyentes. Estos beneficios se traducen en un aumento de la productividad y la competitividad de los negocios, empresas y economías nacionales, mejorando así el nivel de vida de las personas al aumentar su ingreso real y su poder adquisitivo. De hecho, según datos del Banco Mundial y el Instituto Williams, la homofobia puede tener costos significativos para las economías nacionales, como ocurrió en el caso de India, que perdió aproximadamente 30,900 millones de dólares debido a pérdidas laborales relacionadas con la discriminación por homofobia.

En conclusión, considerando que la mayoría de las personas LGBT+ en México son jóvenes entre los 15 y los 29 años, es previsible que aquellas empresas que no logren mantenerse a la vanguardia de las estrategias y normativas laborales globales, caracterizadas por ser incluyentes y diversas, no puedan atraer a la fuerza laboral joven ni conectar con los clientes locales, nacionales y globales. Esto dificultará su supervivencia en un mercado global e interconectado que valora la diversidad y la inclusión.

Entonces sí, la inclusión es un buen negocio, pero también es un paso hacia una sociedad más igualitaria y respetuosa. Y eso, sin duda, es algo por lo que vale la pena luchar.

Te invitamos a leer este artículo en Animal Político.

* Daniela Hernández Sánchez (@DanHdezSa) es Coordinadora de Comunicación en México, ¿cómo vamos?

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