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En torno al Índice de Progreso Social

  • El Índice de Progreso Social es una herramienta valiosa que contribuye a visibilizar las carencias materiales y sociales que vulneran derechos humanos fundamentales, y las desigualdades existentes (sociales, económicas, de género, de oportunidades, de origen, territoriales…). El índice busca que las mediciones del bienestar de la población tengan mayor peso en las consideraciones de política pública.
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FOTO: ANDREA MURCIA /CUARTOSCURO.COM

No han sido pocos los intentos por tener instrumentos metodológicos que midan no sólo el PIB, sino que den cuenta del bienestar de las personas; en este sentido es posible mencionar, entre otras herramientas, el Índice de Desarrollo Humano (metodología creada en 1990 por el PNUD) y la Comisión sobre la Medición del Desarrollo Económico y del Progreso Social (CMPEPS, por sus siglas francesas), tarea que en 2008 el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, solicitó a los economistas Joseph Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi para tener un indicador no sólo de resultados económicos, sino del progreso social.

También está la iniciativa que en 2011 lanzó la OCDE misma “¿Cómo va la vida?“, que reúne indicadores internacionales comparables en materia de bienestar, “(que) evalúa 11 aspectos específicos del bienestar –la vivienda, los ingresos, el empleo, la comunidad, la educación, el medio ambiente, el compromiso cívico, la salud, la satisfacción ante la vida, la seguridad y el balance entre la vida y el trabajo, así como dos dimensiones transversales, la sostenibilidad y las desigualdades (…)”.

Y un esfuerzo más reciente es el de la Agenda del Desarrollo Sostenible, 17 Objetivos Globales de Desarrollo Sostenible, firmada en 2015, que contempla más de cien metas que tienen que ver con las esferas económica, social y ambiental. “Estamos resueltos, afirmaban los dirigentes de los Estados firmantes, a poner fin a la pobreza y el hambre en todo el mundo de aquí a 2030, a combatir las desigualdades dentro de los países y entre ellos, a construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas, a proteger los derechos humanos y promover la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de las mujeres y las niñas, y a garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales”.

Se trata de empeños tendientes a “ abrir” la mirada de los tomadores de decisiones con indicadores que puedan dar “mejor cuenta” del bienestar y el progreso social, entendiendo, o mejor dicho, extendiendo el enfoque más allá de las limitaciones propias de un indicador como el PIB para incluir aspectos como la calidad de vida, la equidad y la sostenibilidad, como hemos dicho.

“Lo que se mide, asegura Stiglitz, tiene una incidencia en lo que se hace: pero si las mediciones son defectuosas, las decisiones pueden ser inadaptadas (…) si nuestras mediciones del desarrollo están falseadas, puede ocurrir lo mismo con las conclusiones que extraemos en materia de política económica”.

El Índice de Progreso Social entre nosotros

En México la organización civil México ¿cómo vamos?, con la iniciativa Social Progress Imperative, ha elaborado una serie de información desde 2015: el Índice está basado en un rango de indicadores sociales y ambientales que capturan tres dimensiones del progreso social: Necesidades Humanas Básicas, Fundamentos del Bienestar y Oportunidades.

“Es un modelo integral para medir el desarrollo humano que no incluye el Producto Interno Bruto (PIB), pero lo complementa (…) se rige por cuatro principios básicos: solo considera indicadores sociales y ambientales; indicadores de resultados y no de esfuerzos; indicadores relevantes para el contexto, e indicadores que puedan ser objetivo de políticas públicas o intervenciones sociales (…) se correlaciona positivamente con el PIB per cápita (no petrolero) y la apertura o dinamismo comercial de la entidad y, negativamente, con el rezago educativo, la carencia por acceso a servicios de salud y la pobreza en general”, afirma Sofía Ramírez, directora de la organización civil.

De acuerdo con la información dada a conocer por la organización, el IPS permitió rastrear los avances en el progreso social (2.2 de incremento acumulado) en el periodo prepandemia, y ya en pospandemia se registró un pequeño avance  (0.6 puntos) y una caída de 2.1 puntos entre 2019 y 2021. Además se señala que los avances sociales alcanzados entre 2015 y 2019 se neutralizaron debido a un declive registrado entre 2019-2021.

Cabe notar, se indica, que en 2022 el IPS registró su mejor puntuación desde que se inició el ejercicio: 29 entidades federativas mostraron no sólo una recuperación sino que mejoraron en su puntaje prepandemia. Si bien Sonora, Nuevo León y Oaxaca se mantienen rezagadas en comparación con sus niveles de 2019, llama la atención el caso de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz y Tabasco, entidades que tienen los índices más bajos, en particular, las tres primeras, que muestran el peor desempeño desde el comienzo de la medición del IPS, y coinciden en tener el flujo comercial más débil (medido como la suma de exportaciones e importaciones en relación con el PIB estatal).

Datos que, apuntan los autores del índice, son relevantes en un contexto donde el nearshoring se vislumbra como un potencial catalizador económico al señalar que las entidades con menor puntuación en progreso social podrían no beneficiarse de la reubicación de las cadenas globales de valor. Asimismo, Ramírez  destacó que, en el último año, se observaron avances en Necesidades Humanas Básicas, un incremento de 4.7 puntos; Oportunidades el avance fue de 0.7 puntos y en Fundamentos del Bienestar,  se avanzó en 2.8 puntos.

De salida

El IPS es una herramienta valiosa que contribuye a  visibilizar las carencias materiales y sociales que vulneran derechos humanos fundamentales, así como  las desigualdades existentes (sociales, económicas, de género, de oportunidades, de origen, territoriales…). Tanto el índice como las otras herramientas metodológicas mencionadas buscan que las mediciones del bienestar de la población tengan mayor peso en las consideraciones de política pública y no sólo, ni centralmente, la medición del ritmo económico lo cual, conviene decir, no significa invalidar las mediciones del PIB.

Te invitamos a leer este artículo en Animal Político.

* Rolando Cordera Campos, Profesor emérito, Facultad Economía, UNAM. Miembro del Instituto de Estudios para la Transición Democrática, de la Academia Mexicana de Economía Política, del Seminario de Cultura Mexicana y coordinador del Grupo Nuevo Curso de Desarrollo de la UNAM. Colaborador semanal de La Jornada El Financiero. Miembro del consejo editorial de la revista EconomíaUnam; director de la revista Configuraciones.

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