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La evolución reciente del indicador de la confianza del consumidor: tres consideraciones

  • Los resultados del Indice de Confianza del Consumidor publicados el 9 de septiembre de 2024 muestran que el optimismo se mantiene elevado, reportando la lectura más alta desde febrero de 2019 y uno de los valores más altos en la historia del indicador, lo cual podría parecer contradictorio frente a las señales de debilitamiento del crecimiento que arrojan otros indicadores.
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FOTO: CRISANTA ESPINOSA AGUILAR /CUARTOSCURO.COM

El Indicador de Confianza del Consumidor (ICC) que desde hace más de 20 años publica el INEGI, tiene el propósito de reportar de manera muy oportuna la manera en que la población urbana del país percibe la situación económica. En particular, el indicador se construye a partir de las respuestas a cinco preguntas, de las cuales dos hacen referencia a la situación actual y dos a lo que se espera para el futuro cercano, tanto para el país como para el hogar de la persona entrevistada; además de una quinta pregunta que sondea sobre qué tan adecuado se considera el momento actual para hacer compras de ciertos bienes durables.

Se trata de un indicador de difusión que permite identificar la medida en que la población se inclina hacia una apreciación más optimista o más pesimista respecto de las preguntas que se le plantean, a partir de opciones de respuesta como “mucho mejor”, “mejor”, “igual”, “peor” y “mucho peor”.  Se interpreta que las apreciaciones más cargadas hacia lo positivo son señal de un mayor crecimiento económico, mientras que las más inclinadas hacia lo negativo indican un menor crecimiento.

Los resultados del ICC publicados el 9 de septiembre de 2024 muestran que el optimismo se mantiene elevado, reportando la lectura más alta desde febrero de 2019 y uno de los valores más altos en la historia del indicador, lo cual podría parecer contradictorio frente a las señales de debilitamiento del crecimiento que arrojan otros indicadores.

De entrada, conviene hacer tres consideraciones, atendiendo al reporte de la situación económica actual, a la situación económica futura y a la idoneidad del momento actual para hacer compras de durables.

1. La encuesta tiene un nombre que puede ser engañoso. “Encuesta nacional de confianza del consumidor”, que implica un sesgo economicista, cuando en realidad lo económico juega a la par de lo psicológico. En realidad, las entrevistadas responden como personas más que como consumidores puros de libro de texto de microeconomía. Estas personas de carne y hueso son menos racionales que el homo economicus y reaccionan con frecuencia a impulsos emocionales y a sesgos sistemáticos.

Por ejemplo, donde sea que se haga una encuesta así se encontrará que el agregado de las personas ve mejor su situación que la de la economía en su conjunto, tanto presente como futura, aunque al final ese agregado de individuos u hogares es inextricable de la economía en su conjunto. Entonces, mucho depende del estado de ánimo colectivo, por lo que no extraña que también se designe a estas encuestas como “de sentimiento”. Algo que afecta este sentimiento es la medida en que una narrativa sobre la realidad se comparte o difunde más entre la población (se trata de hecho de indicadores “de difusión”). Por ejemplo, cuando ganó AMLO en 2018 el ICC dio un brinco (37.1 en junio a 43.3 en julio) que no tenía más justificación que esa sola noticia.



En este sentido, las esperanzas cuentan para lo que la gente reporta. Es decir, al incorporar el futuro en el cuestionario, el valor del indicador responde también a expectativas no tan racionales que mucho tienen de esperanzas o deseos. Al ganar AMLO la gente percibió un futuro para el país más consistente con el futuro que avizoran para su hogar, de manera que lo colectivo pareció asimilarse mejor a lo individual. Al examinar los datos se puede notar un acortamiento en la brecha entre la confianza en la situación FUTURA del país y la confianza en la situación FUTURA de los hogares, precisamente a partir de julio de 2018.

En promedio, esa brecha fue de 14.0 puntos de enero a junio de 2018 y se redujo a apenas 4.8 puntos de julio a diciembre de 2018. Cabe señalar que la brecha en los años previos había sido similar a la de la primera mitad de 2018 y que a lo largo del sexenio de AMLO ha sido similar a la del segundo semestre de 2018, lo cual es claramente consistente con la alta popularidad del presidente. Si las personas mayoritariamente comparten una narrativa de que las cosas van como ellas creen que deben ir (piénsese en el poder persuasivo del discurso de la campaña y luego el de las mañaneras), entonces la brecha entre lo que esperan para ellas y lo que esperan para el agregado se acorta (y viceversa).

Ese futuro más favorable pudo haber conducido a la confirmación o al desengaño, pero lo que vemos para enero-agosto de 2024 es una brecha promedio de 7.9, que a diferencia de 2018 no acusa alguna ruptura entre el antes y el después de las elecciones, lo que parece indicar que el público percibe total continuidad en el proyecto de la presidenta electa y el del presidente en funciones. Podemos contrastar esta brecha con la de 15.6 que corresponde al promedio de los 12 meses de 2017.

2. ⁠A diferencia de los indicadores económicos agregados derivados del Sistema de Cuentas Nacionales como el del consumo privado, el ICC es “democrático” en el sentido de que cuenta igual la opinión de una persona de bajos ingresos que la de una persona rica. Así las cosas, habiendo más personas con bajos ingresos, ellas dominan en la determinación del nivel y la evolución del ICC, aunque sus ingresos combinados sean inferiores a los de la minorías que concentra la mayor parte del poder de compra en el país. 1 Si estas personas se han visto beneficiadas, por ejemplo, de sucesivos aumentos salariales y reciben ingresos por programas sociales que les alivianan la atención de sus necesidades de manera importante, eso también podrá quedar reflejado en sus respuestas, aunque su participación en el gasto de consumo total sea mucho menos que proporcional a su participación en la población total.

Si bien las respuestas a las preguntas sobre el futuro pueden verse afectadas por la potencia de un discurso que ofrece esperanzas y sabe venderlas, las respuestas a las preguntas sobre la situación actual son necesariamente menos susceptibles al ilusionismo verbal. Aquí entra en escena la comparación de los indicadores de situación presente del país en su conjunto vs la del hogar que reporta la encuesta. Esto parece responder más a la percepción de los hechos acaecidos, y lo que se observa es que esta brecha se mantuvo alta y casi sin cambios entre enero-junio y el julio-diciembre de 2018 (15.0 vs 13.0), mostrando que el reporte sobre la situación presente se mantuvo sin cambios relevantes entre la elección presidencial y la toma de posesión.

Pero, y aquí viene lo interesante, a partir de 2019, incluyendo los años de la pandemia, esta brecha se acorta. Comparemos el 15.5 de 2017 y el 13.9 de 2018 contra el 7.4 de 2019, el 8.8 de 2020, el 8.5 de 2021, el 9.5 de 2022, el 7.5 de 2023, y el 7.9 de lo que va de 2024. Entonces, parece que el grueso de la población sí percibe una situación económica más unificada entre lo que ocurre con el país y lo que pasa en los hogares que lo integran, lo que de paso ayuda a entender, al menos en parte, el sustrato económico del triunfo arrollador de Morena en las elecciones de este año. Esta mayor consistencia implica el desplazamiento hacia arriba de los valores de las respuestas para el país en relación con las respuestas referidas a los hogares para cada momento en el tiempo.  Dado que el ICC es el promedio de sus cinco componentes y dado que dos de ellos son sistemáticamente mayores en relación con lo que responden los hogares en los últimos seis años, el resultado es niveles más altos del ICC, para lo cual se combinan efectos económicos con psicológicos.  Así, a las esperanzas eficazmente promovidas, se suma el reporte de un presente que se percibe consistente mejor, hasta el momento. Por supuesto que la medida en que eso puede sostenerse en los próximos meses, es algo que está por verse.

3. Una tercera consideración se relaciona con las respuestas a la pregunta sobre lo adecuado del momento actual para la realización de compras de algunos durables. Los valores arrojados han sido sistemáticamente bajos en relación con los valores de las respuestas a las otras cuatro preguntas, pero es importante tomar en cuenta que el indicador para esta variable se construye a partir de sólo tres opciones de respuesta (“mayores”, “iguales” y “menores”), y de cinco opciones el resto, por lo que no son directamente comparables en sus niveles. Adicionalmente, debemos reconocer que no es correcto interpretar estos datos en términos del umbral “teórico” de 50 puntos, porque ese no aplica en la práctica. Si aplicara entonces no solamente esta respuesta sino el ICC en su conjunto habría estado indicando una economía permanentemente en deterioro desde inicio de los 2000 y ese no ha sido el caso. Si mejor atendemos a la evolución de los niveles para la valoración del momento actual para hacer compras de ciertos bienes durables, vemos la siguiente historia a partir de los promedios anuales de 2017 a 2023 y el promedio enero agosto para 2024:

2017…20.1
2018…21.8
2019…25.5
2020…18.0
2021…23.2
2022…24.6
2023…29.1
2024…31.2

Es decir, en esta encuesta que valora igual las respuestas de las personas con independencia de las diferencias en sus presupuestos familiares, se conforma la narrativa de que las cosas han venido para mejor. Conviene que reconozcamos que esto es lo que revela la evidencia recabada en hogares de 32 ciudades del país que nos reporta la ENCO.

En conclusión, una lectura del ICC que reconozca un poco mejor su naturaleza y que no se quede en los valores promedio de los cinco componentes, nos permite armar una historia consistente con otros elementos de la realidad, en lugar de culpar a la gente por no ver las cosas con la óptica de los especialistas o de pretender que nosotros tenemos otros datos.  En particular, a nivel estructural, los valores especialmente elevados del ICC en el sexenio que está por concluir responden a un efecto psicológico que implica la adopción generalizada de una narrativa optimista y al efecto económico de medidas que son percibidas salariales y de programas sociales que se traducen en apoyos efectivos.  En ambos casos hay un elemento en común que es la percepción de una realidad económica más incluyente, lo que se refleja en valoración más cercana entre el devenir de los hogares y el del país del que forman parte.

Te invitamos a leer este artículo en Animal Político.

* Gerardo Leyva (@GerardoLeyva14) es economista independiente, especializado en bienestar, pobreza y crecimiento económico. Dirigió el área de investigación del INEGI durante 15 años y también estuvo a cargo de los censos, encuestas y registros administrativos de carácter económico que produce dicho Instituto.

1 Cálculos que corrigen la información de la ENIGH con datos del SAT y de las Cuentas Nacionales, muestran que el 1 % con mayores ingresos concentra dos décimas del ingreso corriente total de los hogares y que el ingreso promedio del 10 % de los hogares ubicados en la parte más alta de la distribución supera en 55 veces el del 10 % de los hogares con menores ingresos.

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