El auge de políticas económicas no cooperativas que socavan la economía de mercado global no puede entenderse plenamente desde la perspectiva del análisis económico tradicional. Aunque la globalización ha demostrado generar beneficios económicos significativos, estos resultan insuficientes para sostener mercados libres cuando objetivos estratégicos, como la seguridad y la hegemonía geopolítica, adquieren prioridad.
Estados Unidos ha mostrado disposición para asumir costos económicos a corto plazo con tal de garantizar ventajas estratégicas a largo plazo y consolidar sus intereses geopolíticos. En este contexto, la geopolítica ofrece un marco indispensable para comprender los objetivos estratégicos detrás de estos cambios. Los sistemas económicos no operan de manera independiente, sino que están profundamente vinculados a realidades políticas, institucionales y geográficas. A medida que estas bases se tornan más inestables, el análisis económico convencional se vuelve menos eficaz para interpretar o anticipar comportamientos políticos.
Un evento clave para América del Norte será la revisión del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) en 2026. Según el enfoque presentado en este análisis, estas negociaciones no se limitarán a un diálogo comercial, sino que representarán una oportunidad para que la administración de Trump reformule los términos de la relación trilateral. Este proceso buscará fortalecer la posición dominante de Estados Unidos en el hemisferio, con un enfoque especial en sus vecinos. Los aspectos abordados en este análisis son esenciales para que los responsables de políticas en la región se preparen ante este momento decisivo.
1. La agenda económica bajo prioridades estratégicas geopolíticas
En el contexto geopolítico actual, Estados Unidos bajo la administración Trump subordina los beneficios económicos a metas estratégicas más amplias. Estas interacciones siguen un orden jerárquico de prioridades, en el que las negociaciones económicas se ven eclipsadas por preocupaciones geopolíticas como el control fronterizo, la inmigración y la seguridad nacional. Este enfoque refleja una estrategia cuidadosamente diseñada, respaldada por un grupo poderoso de actores con intereses claros que sostienen las políticas de la administración.
Los responsables de políticas en Canadá y México deben comprender que las propuestas de Estados Unidos no son improvisadas, sino parte de una estrategia integral para consolidar ventajas estructurales en el emergente orden global. Los acuerdos alcanzados bajo esta administración probablemente se convertirán en precedentes estratégicos que futuras administraciones estadounidenses protegerán para mantener su posición dominante. En este contexto, los socios de América del Norte deberían buscar alinear la cooperación económica con estas prioridades, al tiempo que promueven negociaciones más equilibradas.
La creación de marcos institucionales que integren la cooperación económica con imperativos de seguridad e inmigración —como un posible Acuerdo de Seguridad e Inmigración de América del Norte— podría sentar las bases para una colaboración sostenida. Por ejemplo, las negociaciones no deberían limitarse a las obligaciones de México para frenar el tráfico de drogas, sino también incluir compromisos estadounidenses para controlar el tráfico de armas y fortalecer la regulación de la venta de armas que cruzan la frontera. Estas disposiciones podrían promover una distribución más equitativa de responsabilidades y fortalecer la cooperación regional.
2. Un enfoque pragmático bajo Trump
La administración Trump adoptará un enfoque pragmático en su política, priorizando los objetivos de su grupo de apoyo más influyente y considerando las restricciones económicas y políticas únicamente en función de su impacto en dichos objetivos. No obstante, es crucial no malinterpretar este pragmatismo. Por ejemplo, un interés en la seguridad del Ártico debido al cambio climático no debe confundirse con un compromiso generalizado para combatir este fenómeno global.
Este enfoque marca un giro respecto a la política tradicional de Estados Unidos. Trump no se centrará en la construcción de naciones, la promoción de la democracia ni la defensa del libre mercado. En cambio, mostrará disposición para negociar con cualquier actor, independientemente de su alineación ideológica, siempre que ello sirva a los intereses estratégicos estadounidenses.
Las intervenciones estadounidenses, tanto en aliados como en adversarios, no estarán motivadas por principios ideológicos. Por ejemplo, su reacción frente a posibles reformas de instituciones judiciales y autónomas en México dependerá exclusivamente de intereses estratégicos, no de un compromiso con la defensa de valores democráticos. Entender este pragmatismo es esencial para que los responsables de políticas adapten estrategias efectivas frente a la administración Trump.
3. Geografía y prioridades desiguales
Estados Unidos enfrenta desafíos geográficos diversos con sus vecinos. En el caso de México, las prioridades incluyen la inmigración, el narcotráfico y la seguridad fronteriza, mientras que para Canadá, los riesgos en el Ártico, como las rutas marítimas emergentes y la creciente presencia de China, ocupan un lugar preponderante. Estas diferencias dificultan la implementación de un marco trilateral eficaz para cuestiones no económicas.
Canadá y México podrían beneficiarse de acuerdos bilaterales flexibles que complementen la estructura institucional trilateral existente. Para Canadá, la colaboración en defensa del Ártico, incluidas iniciativas conjuntas contra la influencia de China y Rusia, podría ser clave para fortalecer su posición. Para México, un marco renovado basado en la Iniciativa Mérida, pero adaptado a las condiciones actuales, podría priorizar la seguridad fronteriza y el control del narcotráfico. Sin embargo, cualquier solución sostenible debe reconocer que tanto la migración como el narcotráfico tienen dimensiones hemisféricas. Expandir el alcance de este marco para incluir a Centroamérica, como en su momento hizo la Iniciativa Mérida, podría abordar las causas estructurales de estos problemas y fomentar un enfoque regional más integrado.
4. Prioridades globales que impulsan los objetivos regionales
Estados Unidos opera bajo dos grandes imperativos: mantener su dominio global frente a China y reforzar su liderazgo en el hemisferio occidental. Alcanzar sus metas en América del Norte es más factible en comparación con los desafíos en Asia y Europa, donde su influencia global está en juego, o en Sudamérica, donde China ha consolidado una presencia significativa. Asimismo, garantizar la seguridad en la frontera sur con México resulta más alcanzable que abordar los emergentes problemas en el Ártico con Canadá o gestionar objetivos geopolíticos más complejos en otras regiones.
Si Canadá y México logran alinearse con las prioridades de Estados Unidos en áreas como migración, seguridad y contención de la influencia china, la región podría experimentar una mayor estabilidad y un crecimiento económico sostenido. Sin embargo, una alianza norteamericana estable requiere incentivos compartidos en lugar de tácticas coercitivas. Aunque Trump podría buscar una hegemonía de bajo costo mediante presión política, dicho enfoque corre el riesgo de alienar a sus socios. Por el contrario, una alianza basada en beneficios mutuos y soluciones colaborativas consolidaría a América del Norte como un bloque competitivo a nivel global, mientras Estados Unidos concentra su atención en objetivos geopolíticos de mayor alcance.
5. La hegemonía de Estados Unidos exige cooperación regional, no solo coerción
Estados Unidos no puede sostener su posición dominante exclusivamente mediante amenazas o el uso indiscriminado de su poder económico contra aliados y adversarios. Si bien estas tácticas pueden ofrecer resultados a corto plazo, corren el riesgo de generar resistencia con el tiempo. Para mantener su liderazgo global, Estados Unidos debe garantizar su superioridad económica y tecnológica frente a China, evitando que esta última se consolide como una potencia predominante en el otro lado del mundo.
Una integración profunda de América del Norte es esencial para respaldar el liderazgo global de Estados Unidos. El nearshoring se presenta como una oportunidad estratégica para posicionar a la región como un bloque económico seguro y competitivo en un entorno global cada vez más incierto. Para lograr esta visión, será necesaria una mayor integración de las cadenas de suministro, modernización de la infraestructura y promoción de la innovación regional. La cooperación regional será clave para asegurar la estabilidad y la prosperidad a largo plazo.
¿De la coerción a la colaboración?
Para garantizar el éxito económico y estratégico de América del Norte, los responsables de políticas deben adoptar un enfoque pragmático que combine la integración económica con los objetivos de seguridad. Aunque las amenazas y sanciones seguirán siendo herramientas disponibles para Estados Unidos, fomentar la cooperación regional requerirá una estrategia equilibrada que complemente estas medidas con incentivos económicos claros. Al abordar de manera colaborativa los desafíos compartidos y alinear prioridades, América del Norte tiene el potencial de consolidarse como un bloque económico y estratégico robusto, fortaleciendo el liderazgo de Estados Unidos en un panorama global cada vez más fragmentado.
En un momento en que América del Norte enfrenta un cruce entre la geopolítica y el reajuste económico, las decisiones tomadas en los próximos años determinarán no solo el futuro de la región, sino también su papel en un mundo crecientemente dividido. La estrategia de Trump, percibida como pragmática o arriesgada, refleja una realidad inevitable: la geopolítica se ha convertido en el factor determinante de las políticas internacionales.
Para Canadá y México, alinearse con las prioridades estadounidenses podría garantizar estabilidad, pero con un costo significativo en términos de soberanía y flexibilidad. Para Estados Unidos, consolidar su dominio en América del Norte es un prerrequisito para mantener su hegemonía global, aunque esta estrategia implica el riesgo de alienar a sus aliados y sembrar tensiones a largo plazo. La era de la globalización como ideal cooperativo ha dado paso a un juego de poder e influencia marcado por una lógica de suma cero.
En este contexto, América del Norte tiene la capacidad de emerger como un bloque económico resiliente y cohesionado, siempre que sus líderes enfrenten con visión, pragmatismo y adaptabilidad los desafíos de un mundo definido tanto por la rivalidad como por la interdependencia.
Este texto es un fragmento del artículo “North America’s Geopolitical and Economic Playbook Under Trump’s Second Term”, publicado originalmente en inglés el 17 de enero de 2025 por The Baker Institute for Public Policy. El artículo explora los desafíos y oportunidades de la política estratégica de Estados Unidos bajo la segunda administración de Trump, analizando el impacto de estos cambios en la cooperación regional en América del Norte y su papel en el reordenamiento geopolítico global.
El artículo original puede consultarse en este vínculo.
* Roberto Duran-Fernandez (@DrBobDuran) cuenta con una maestría en economía por la London School of Economics y se doctoró por la Universidad de Oxford, especializándose en desarrollo regional. Actualmente es profesor investigador del Tec de Monterrey, investigador no residente del Baker Institute for Public Policy y forma parte del grupo de Expertos México, ¿cómo vamos?. E-mail: [email protected]
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Para conocer las oportunidades que tiene la región norteamericana de convertirse en la región más próspera y competitiva del mundo, The North American Project (TNAP) establece cinco metas respaldadas por más de 30 indicadores con el objetivo de seguir contando nuestra historia de éxito. De cara a 2026, los tres países de la región tendrán nuevas y nuevos mandatarios, por lo que conciliar las diferencias en beneficio de la colaboración será necesario para la continuidad del tratado.