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México y América Latina en el Ranking Mundial de la Felicidad 2025

  • ¿Cómo es posible que en un país con una crisis de violencia e inseguridad tan grave como la que vive México se puedan dar aumentos en la felicidad promedio de la población?
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FOTO: MARGARITO PÉREZ RETANA / CUARTOSCURO.COM

Cuando deseamos el bien a alguien, solemos incluir nuestro deseo de que sea feliz.  ¿Quién no desea que sus hijos o sus seres queridos sean felices? ¿Quién no desea ser más feliz? Cuando alguien que nos importa toma una decisión que no comprendemos, tendemos a decir o pensar que lo importante es que sea feliz.  Similarmente, algunos pensadores de La Ilustración, como Jeremy Bentham, llegaron a la conclusión de que lo importante para una sociedad es que sus integrantes sean felices. Mientras más felices, mejor. Para Bentham, la regla de decisión de los asuntos púbicos era elegir aquella opción que resultara en “la mayor felicidad para el mayor número de personas”.

La perspectiva benthamiana considera que logros como mayor ingreso o prestigio sólo se traducen en mayor bienestar cuando suman a la felicidad de las personas. Dada una remuneración por hora, trabajar más horas se traduciría en mayores ingresos, pero no necesariamente en mayor felicidad.  Esta forma de bienestar sólo puede ser evaluada desde el fuero interno de cada individuo. Los indicadores objetivos pueden servir para identificar los conjuntos de condiciones que resultan más favorables para que las personas florezcan y logren disfrutar al máximo de sus experiencias de vida, pero la palabra final la tendría cada individuo, porque sólo él o ella sabe realmente como le está yendo, en el sentido de qué tanto disfruta de su vida. Así las cosas, si se quiere conocer la medida en que las personas son felices es muy pertinente preguntarles. El análisis del bienestar subjetivo supone indagar sobre lo que está ocurriendo en las mentes de las personas.

Es un enfoque psicológico y por eso no sorprende que algunos de sus principales impulsores en la época actual hayan sido destacados psicólogos como Edward Diener, Martin Seligman y Daniel Kahneman. Es un estudio científico porque se basa en la prueba de hipótesis a partir de evidencias, con revisión de pares. Esas evidencias frecuentemente resultan de sondeos y encuestas en las que se aplican cuestionarios cuidadosamente diseñados para extraer información de las personas respecto a diversas dimensiones de su bienestar subjetivo, algunas orientadas a aspectos más cognitivos, otras a aspectos más emotivos y otras más dirigidas a temas eudaimónicos relacionados con el propósito y sentido de vida.

La encuesta más grande del mundo en la materia es la que desde 2005 realiza la empresa estadística Gallup, que recoge información de cerca de 150 países, en cada uno de los cuales levanta alrededor de 1000 entrevistas por año.  La Encuesta Mundial de Gallup es la fuente de información de la que deriva el Ranking Mundial de la Felicidad (RMF) que desde 2012 se publica como parte del Reporte Mundial de la Felicidad.  En particular, el ranking se construye a partir de las respuestas a la pregunta conocida como “Escalera de Cantril”, en la que se presenta una escalera con once peldaños, el más bajo representando la peor vida posible y el más alto la mejor vida posible.  A partir de esa escalera se le pide a la persona entrevistada que diga en cuál de esos peldaños considera que se encuentra su vida actualmente.  El ranking se construye a partir de los promedios de los valores de respuesta a la Escalera de Cantril de los tres años previos al año de referencia del RMF. Así, por ejemplo, el Ranking Mundial 2025 muestra el orden, de mayor a menor, de los valores promedio de las respuestas a la Escalera de Cantril correspondientes a de cada uno de los 147 países en el reporte, para el trienio 2022, 2023 y 2024.

A lo largo de los años, el ranking ha estado encabezado por países relativamente pequeños en términos de población, altamente desarrollados, políticamente estables, con sólidas instituciones, eficaces redes de protección social y gobiernos democráticos. Destacan especialmente los países escandinavos y algunos otros del norte de Europa. En el lado opuesto de la tabla, es decir, los que tienen los promedios de felicidad más bajos, tenemos a países de la África Subsahariana y el centro y poniente de Asia, en general violentos, pobres, no democráticos, insalubres, con institucionalidad débil, desiguales e inseguros.

El ranking 2025 no es la excepción. Al igual que en el RMF 2024, Finlandia (1), seguida de Dinamarca (2), Islandia (3) y Suiza (4), aparecen firmes en las primeras cuatro posiciones.  En el extremo opuesto, se tiene que el país menos feliz nuevamente es Afganistán (147), seguido por Sierra Leona (146), Líbano (145) y Malawi (144).  En una escala que va del 0 al 10, la brecha entre Finlandia y Afganistán es de 6.37 puntos, lo que revela una enorme brecha en materia de la calidad de vida que se experimenta en los extremos de la distribución.

Tomando en cuenta los intervalos de confianza inherentes a la estimación de felicidad de cada país, vemos que algunos, como Finlandia y Afganistán, son una categoría en sí mismos, mientras la gran mayoría de los países en la parte intermedia de la distribución reportan promedios de felicidad que no son estadísticamente distintos de los de muchos otros. Así, Costa Rica (6) se parece a otros cinco países (lugares 4 al 9 del ranking); México se parece a ocho países (del 9 al 17); Chile (45) es similar a diecinueve países (del 35 al 54); Argentina (42) no es estadísticamente diferente de diecisiete países (del 33 al 50); Brasil (36) incluye en su intervalo de confianza los valores de veintitrés países (del 26 al 49), y Venezuela (82) se parece a otros diecisiete países (del 70 al 87).  En este sentido, para la mayoría de los países el lugar en el ranking es difuso, más indicativo de una zona o vecindario de similares que de una posición en específico.  Con frecuencia, los cambios de posición son más aparentes que reales.

Sin embargo, en el intervalo del primer RMF en 2012 al de 2025 han ocurrido algunos cambios que sí son estadísticamente significativos. Los mayores cambios positivos corresponden a Serbia (+2.0 puntos), Bulgaria (+1.7), Georgia (+1.5), Lituania (+1.4) y Rumania (+1.4), que dejan patente la tendencia hacia la convergencia de los países de Europa del Este que, en las primeras mediciones, todavía cercanas al shock de la transición post soviética, tendían a responder muy por debajo de lo que se esperaría a partir de su PIB per cápita.

Por el lado de los cambios negativos, destaca el caso de Afganistán, cuyo nivel de felicidad se redujo en 3.0 puntos, una enormidad considerando que ya partía de un nivel relativamente bajo, lo que ayuda a entender que en la actualidad esté instalado como el país menos feliz de los 147 bajo análisis.  El prolongado conflicto con Estados Unidos y la regresión en muchas dimensiones que supuso la restauración del régimen talibán, seguramente explica parte de esta caída.

Otros países con notables pérdidas de felicidad fueron Líbano (-1.8), donde ha imperado la violencia, la falta de gobierno y la inestabilidad política y económica. Jordania (-1.4), con un importante problema de refugiados de Siria y Palestina, y Malawi (-1.4), uno de los países menos desarrollados y más densamente poblados de África. La quinta mayor caída en valor absoluto corresponde a Venezuela (-1.2), cuya inestabilidad económica concurrente con el enquistamiento de un régimen político opresivo y autocrático ayudan a comprender por qué es el país latinoamericano con mayor pérdida de felicidad en el periodo. Irónicamente, Venezuela es de los pocos países que han establecido una agencia gubernamental a cargo de la felicidad, creada en 2013 bajo el nombre de “Viceministerio para la Suprema Felicidad Social del Pueblo”, lo que muestra lo inútil o incluso lo contra productivo que ese tipo de desplantes políticos pueden ser.

Otra reducción en la felicidad que conviene mencionar es la de Estados Unidos (-0.55), la quinceava más grande en valor absoluto, que posiblemente abone a la comprensión de por qué los ciudadanos estadounidenses decidieron a favor de una opción populista tan radical y llena de riesgos como la que ofrece el presidente Donald Trump.

Esto último nos recuerda que los países más poderosos del mundo no son necesariamente los más felices.  Pensemos por ejemplo en el Grupo de los Siete (G7), el exclusivo club de algunos de los países más desarrollados y ricos del mundo, ninguno de cuyos integrantes se encuentra entre los 15 más felices:  Alemania (lugar 22 en felicidad), Estados Unidos (24), Francia (33), Italia (40), Japón (55), Canadá (18) y Reino Unido (23).  La situación es similar para los BRICS originales, que son potencias económicas emergentes que se presentan como alternativa al G7:  Brasil (lugar 36 en el ranking), Rusia (66), India (118), China (68) y Sudáfrica (95).  Los cuatro Tigres Asiáticos, países que lograron crecer a gran velocidad y transitar del subdesarrollo al desarrollo en unas cuantas décadas: Hong Kong (88), Taiwan (27), Corea del Sur (58) y Singapur (34) tampoco están entre los primeros lugares en felicidad.  El poderío económico y militar, la elevada industrialización o el rápido crecimiento económico sin duda aportan una serie de ventajas para los países que les tienen, pero no necesariamente se traducen en mayor felicidad para la población.

El reporte 2025 incluye por primera vez a dos países latinoamericanos en la lista de los primeros diezCosta Rica (6) y México (10).  Ambos países habían venido apareciendo a la cabeza del conjunto latinoamericano a lo largo de los años, pero nunca se habían colado entre los primeros diez.  Para el caso de Costa Rica, que suele calificar muy alto en diversos rankings de bienestar, esta noticia parece menos sorpresiva que para México.  ¿Qué explica el avance?

1. De entrada, conviene reconocer que los países latinoamericanos reportan mayor felicidad de lo que cabría esperar dado su PIB per cápita, ubicándose por encima de países más desarrollados. Esto hace que se encuentren de media tabla para arriba. Venezuela, el menos feliz de los países latinoamericanos en el estudio, ocupa el lugar 82 de 147.  Costa Rica y México suelen aparecer entre los países más felices de América Latina y El Caribe.  Sin embargo, si fuera por el PIB per cápita, México estaría en el lugar 62 y Costa Rica en el 56.

2. El reporte incluye un modelo econométrico de la felicidad que a nivel internacional explica alrededor del 75 % de la varianza. Este modelo aprovecha la asociación estadística entre la felicidad en los países, medida con la Escalera de Cantril, y un conjunto de seis variables compuesto por a) PIB Per cápita, en logaritmos; b) Esperanza de vida saludable al nacer; c) Apoyo social; d) Percepción de corrupción en gobiernos y empresas; e) Generosidad, y f) Libertad para tomar decisiones de vida.

Si bien para el mundo en general y la mayor parte de sus regiones el modelo se comporta de manera razonable, para el caso de los países latinoamericanos se queda corto, en el sentido de que los valores de bienestar subjetivo predichos por el modelo resultan sistemáticamente inferiores a los reportados por la encuesta.  Es muy probable que ello resulte del hecho de que este modelo excluye aspectos idiosincráticos de la región latinoamericana que ayudarían a explicar lo elevado de sus respuestas en las encuestas de felicidad. Entre las variables omitidas en el modelo, que podrían resultar relevantes para nuestra región, destacan la calidez de las relaciones familiares y de las redes afectivas establecidas con parientes y amigos.

México y Costa Rica califican relativamente bajo en relación con las variables en el modelo, lo que hace pensar en que hay áreas de oportunidad en la especificación del modelo, pero también que es probable que las posiciones de Costa Rica y México en el ranking respondan a realizaciones poco probables en la parte alta de sus correspondientes distribuciones, por lo que sería de esperar que en los próximos levantamientos de la encuesta se presente alguna reversión del avance mostrado en 2025.

3. La mejora en el ranking es por definición relativa, por lo que resulta del efecto conjunto del aumento de la felicidad de Costa Rica (+0.32) y México (+0.30) y la disminución de otros países.

a) Costa Rica pasó de 6.96 (lugar 12) en el RMF 2024 a 7.27 (lugar 6) en el RMF 2025. De los 11 países que en el RMF 2024 quedaban por arriba de ese país, solamente uno mejoró su posición relativa y ninguno mejoró su reporte de felicidad (a dos decimales), mientras que 8 lo redujeron.

b) México pasó de 6.68 (lugar 25) en el RMF 2024 a 6.98 (lugar 10) en el RMF 2025. De los 24 países que en 2024 quedaban por arriba de México, 11 bajaron en el ranking y 8 subieron; mientras que 13 redujeron su reporte promedio de felicidad y 7 lo incrementaron.

4. En el caso de México, tenemos información adicional que proviene del BIARE Básico del INEGI, que realiza mediciones de satisfacción con la vida, una medida cognitiva de bienestar subjetivo, en varios sentidos similar a la Escalera de Cantril. El BIARE Básico usa muestras más grandes que la de Gallup, pero las restringe a áreas urbanas grandes.  Esta medición registra una variación de (+) 0.1 puntos tanto de 2023 a 2024, como para el periodo 2022-2024 respecto de 2021-2023.  Es decir, registra para México una variación en el mismo sentido que la Encuesta Mundial de Gallup, pero más pequeña.

5. Considerando los intervalos de confianza al 95 %, la posición de Costa Rica en el RMF de 2024 habría estado entre las posiciones 8 (Luxemburgo, con 7.12) y 19 (Lituania, con 6.82), mientras que en el RMF 2025 queda entre las posiciones 4 (Suecia, con 7.34) y 9 (Luxemburgo, con 7.12). Para México, el intervalo pasó de los lugares 17 (Irlanda, con 6.84) a 33 (El Salvador, con 6.47) en el RMF 2024, a los lugares 9 (Luxemburgo, con 7.12) a 17 (Austria, con 6.81) en el RMF 2025.  Tanto para Costa Rica como para México ambos intervalos se traslapan, por lo que no podemos descartar la hipótesis de que realizaciones en la muestra del RMF 2024 hayan sido extraordinariamente bajas y/o las del RMF 2025 hayan sido extraordinariamente altas.  Es decir, no se descarta la hipótesis de que las lecturas de 2024 y 2025 para ambos países sean estadísticamente iguales.

6. Considerando la historia de los RMF desde 2012, notamos que los niveles promedio de felicidad para México ya habían sido alcanzados antes. El nivel de 6.98 en la Escalera de Cantril que le dio a México el décimo lugar en el ranking del RMF 2022 es inferior en términos puntuales respecto de los que se reportaron en el RMF 2013, cuando registró 7.09 y el RMF 2015, cuando se alcanzó el valor máximo de 7.19.  Es de notarse que en el RMF 2013 se tuvo la posición 16 en el ranking, mientras que en el RMF 2015 se alcanzó la posición 14.  Es decir, que la posición en el ranking no se traduce en nivel de bienestar.  Un país puede mejorar su posición en el ranking porque su nivel de felicidad sube o porque el de otros países baja.

Para el caso de México, la posición 14 en el RMF 2015 implicó un nivel de felicidad puntualmente mayor que el asociado a la posición 10, del RMF 2025.  Así las cosas, el valor observado para México en el RMF 2025 no es extraordinario, puesto que se han logrado valores mayores con anterioridad, y de hecho se trata de un nivel de felicidad consistente con los que históricamente se han venido reportando, probablemente con excepción de lo que se observó durante la pandemia de Covid-19.

En términos de la región o intervalo para el cual México reporta datos, no se registran cambios relevantes. Por sí misma, la mejora en el ranking no debe ser traducida como una mejora en el bienestar.

El mensaje del WHR es más positivo que normativo. Por una parte, nos recuerda que la felicidad es importante y que bien podría convertirse en el punto de referencia o piedra de toque para guiar muchas políticas públicas, posiblemente moderando y moldeando aspectos del progreso material que suelen implicar altos costos para la felicidad de las personas, como la migración o la inseguridad laboral, el estrés escolar y laboral, la desintegración familiar y la pobreza de tiempo. A fin de cuentas, los logros sociales y económicos que no resultan en una sociedad más feliz no pueden llamarse progreso verdadero, porque está quedando a deber o nos ofrecen ganancias materiales a cambio de pérdidas inmateriales, pero humanamente relevantes.

Por otra parte, es importante reconocer que las mediciones actuales como la que se utiliza en el RMF están lejos de ser perfectas, que por lo tanto deben ser consideradas como aproximaciones, vislumbres o atisbos al tema de la felicidad y no como un reflejo puntual de la misma.

Aún con lo anterior, surge la pregunta de cómo es posible que en un país con una crisis de violencia e inseguridad tan grave como la que vive México se puedan dar aumentos en la felicidad promedio de la población. Al respecto, además de reconocer lo imperfecto de las mediciones, conviene reconocer que detrás de la mayor felicidad de los mexicanos, así como de muchas otras poblaciones latinoamericanas, subyace un alcance muy reducido del entorno social relevante, lo que supone una disposición de vinculación emocional más tribal y menos institucional, más tradicional y menos moderna.

Trabajos estadísticos del INEGI dedicados al bienestar subjetivo aportan evidencia en el sentido de que, en sus respuestas de felicidad, las personas entrevistadas resultan sensibles a los temas de violencia e inseguridad cuando los sufren en carne propia o cuando ocurren en su entorno cercano, pero no así cuando ocurren en el resto de las personas. Su baja cultura cívica y de solidaridad y responsabilidad social terminan liberándole de complicaciones que de otra manera limitarían sus experiencias de felicidad.

El RMF 2025 incluye algunos indicadores que resultan ilustrativos en este sentido y reporta en el marco del estudio de la “benevolencia”.  Destaco en particular tres reactivos de la Encuesta Mundial de Gallup relacionados con el “problema de la cartera”.  La idea es indagar si la población entrevistada considera que una cartera perdida sería regresada a su legítimo dueño si la persona que la encontrara fuera i) un vecino, ii) un extraño o iii) un policía.  Lo interesante de esta pregunta es que, de manera indirecta, por efecto tipo espejo, permite captar los valores imperantes en cada sociedad, como la integridad, la honradez y la solidaridad.  En el cuadro que sigue se comparan los rankings de cinco países latinoamericanos.

A pesar de las diferencias en los niveles de felicidad, los países latinoamericanos, especialmente los hispanoparlantes, muestran niveles relativamente de confianza en las demás personas, de cuyo conjunto social forman parte. Como todos tenemos claro por nuestra vida cotidiana, los países de la región experimentan una especial calidez en las relaciones familiares y del círculo social más inmediato. Podemos hacer sacrificios extraordinarios por nuestros seres queridos, pero no por eso dejamos de estacionarnos en doble fila. Somos muy querendones, pero nos sentimos menos seguros entre nosotros mismos de lo que se sienten en otras sociedades.  Somos, en promedio, bastante más felices de lo que se podría esperar a partir del PIB o de lo que predice un modelo estadístico multivariado especialmente diseñado para la tarea, y eso es muy bueno.  Sin embargo, ello no es motivo para la complacencia.  Definitivamente y por mucho, nuestra realidad no es un paraíso.

Las cifras de promedios nacionales son un buen pretexto para llamar la atención sobre el tema, pero son insuficientes como guía de política.  Las bases sobre bienestar subjetivo deben tener tanta granularidad espacial y por grupos de población como sea posible y deben contar con correlatos que permiten hacer cruces de variables que tengan significado y que ayuden a identificar los mecanismos mediante los cuales se puede incidir en la felicidad de las personas.  En México contamos con las encuestas BIARE y ENBIARE que produce el INEGI, además de módulos de bienestar subjetivo en la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo y en la Encuesta Demográfica Retrospectiva que nos permiten lograr una visión más profunda del tema. Tan solo a manera de provocación para el análisis de esas fuentes, en ellas podemos descubrir la asociación del bienestar subjetivo (felicidad) con variables como salud mental, trabajo, pobreza, ingresos, tiempo libre, estado civil, nivel educativo, discapacidad, calidad de las relaciones de pareja, discriminación, violencia y un largo etcétera.  Vale la pena indagar más sobre el tema.  Pocas cosas tan importantes como la felicidad.  ¿O no?

Te invitamos a leer este artículo en Animal Político.

* Gerardo Leyva (@GerardoLeyva14) es economista especializado en bienestar, pobreza y crecimiento económico. Tiene un doctorado por la Cornell University.  Dirigió el área de investigación del INEGI durante 15 años, fue asesor de tres presidentes del INEGI y estuvo a cargo de los censos, encuestas y registros administrativos referidos a unidades económicas que produce dicho Instituto. Actualmente es Coordinador del Laboratorio Interdisciplinario de Encuestas y Datos Sociales de la Universidad Iberoamericana y forma parte del grupo de Expertos México, ¿cómo vamos?

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