El panorama hacia la elección de gobernador en Tamaulipas el 5 de junio parece definido en términos electorales. Morena y sus aliados —el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y el Partido del Trabajo (PT), que conforman la coalición electoral Juntos Hacemos Historia en Tamaulipas—, tienen 54.51 % de la intención de voto en las encuestas con el senador con licencia Américo Villarreal Anaya. Lucen enfilados a arrebatar la gubernatura al Partido Acción Nacional (PAN) y sus aliados —el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), que conforman la coalición electoral Vamos por Tamaulipas— con el exsecretario general de Gobierno, César Verástegui Ostos “El Truko”, que registra 37.25 %.
Sin embargo, Tamaulipas vive una cruel paradoja. Cuenta con una gran dotación de factores, y una descentralización de su población en cinco áreas metropolitanas.1 En un estado con tan enorme potencial y, a la vez, con problemas tan profundos, la clase política estatal le queda mucho a deber a los tamaulipecos.
En este ensayo explico por qué el desenlace electoral previsto responde más a la política tradicional que a una innovación en la relación y la vinculación entre gobierno y sociedad, al menos desde la perspectiva de estos candidatos. Hasta hoy, luce más como un cambio o alternancia de personas, pero una continuidad en las formas de hacer política.
De cómo Cabeza de Vaca dilapidó su capital político
En 2016, Francisco Javier García Cabeza de Vaca ganó la gubernatura con 50.15 % de los votos, y al hacerlo puso fin a 86 años de monopolio priista. Supo aprovechar el hartazgo entre los tamaulipecos tras cuatro sexenios de gobernadores más ocupados en su beneficio personal —y más vinculados al crimen organizado— que dedicados al servicio a los ciudadanos.
Entender la situación política de Tamaulipas en 2016 hacía imperativo el análisis de los devastadores efectos de haber tenido cuatro gobernadores disfuncionales al hilo (Manuel Cavazos Lerma, Tomás Yarrington Ruvalcaba, Eugenio Hernández Flores y Egidio Torre Cantú), todos ellos de extracción priista. Entre 1993 y 2016 la entidad sufrió una grave degradación política que llegó en su etapa más cruda —de 2009 a 2013— a que el crimen organizado conquistara y mantuviera el control de amplias franjas del territorio y de la economía delincuencial en la entidad. Con frecuencia, autoridades y crimen organizado se volvieron una misma cosa.
El costo humano y social en homicidios, feminicidios, desapariciones, plagios de migrantes, secuestro, extorsiones, huachicoleo de combustibles y cobros de piso ha sido inabordable para los tamaulipecos.
Con el apoyo de Cabeza de Vaca, en 2019 el PAN refrendó su triunfo en las elecciones al Congreso del estado, con 48 % de los votos y 22 de 36 escaños en la legislatura estatal. El gobernador empezó a verse de manera muy prematura en la carrera presidencial de 2024, y utilizó la plataforma de la Alianza Federalista para proyectar su sueño político. Este sueño pronto se convirtió en una pesadilla, tras haber sido acusado de una supuesta defraudación fiscal2 por la Fiscalía General de la República y la Secretaría de Hacienda. La amplia mayoría panista en el Congreso local les permitió a Cabeza de Vaca y a su partido no homologar el desafuero promovido por la Cámara de Diputados federal el 30 de abril de 2021.
Aunque el 6 de junio de 2021 Morena y sus aliados conquistaron la mayoría en el Congreso del estado, ésta fue efímera, pues ocho meses después, el 23 de marzo de 2022, como resultado de pugnas internas tanto en la dirección estatal morenista como en su grupo legislativo, el gobernador Cabeza de Vaca y el PAN recuperaron el control de la legislatura estatal con el apoyo de tres diputados morenistas del sur de la entidad. Esta disputa motivó que la Suprema Corte de Justicia discutiera si validaba o no las pruebas aportadas en las controversias constitucionales por el desafuero del gobernador. Hasta ahora nada parece impedir que Cabeza de Vaca concluya su mandato sexenal el próximo 1 de octubre.
El gobernador Cabeza de Vaca prometió y cumplió con la tarea de pacificar el sur de la entidad. Construyó una policía profesional, mejor preparada y pagada, capaz de confrontar y derrotar a células armadas del crimen organizado, usando la violencia legítima contra los violentos. Sin embargo, los tamaulipecos también registraron que el gobierno estatal solapó las desapariciones de personas inocentes por la Marina en Nuevo Laredo, el asesinato y calcinamiento de migrantes en Camargo a manos de la policía estatal, y la existencia de grupos especiales de la Fiscalía de Tamaulipas que operaban sin apego a la ley, por citar sólo algunos casos.
Cabeza de Vaca no modificó la estructura de la política, se peleó hasta con sus compañeros de partido, y acabó dilapidando su capital político. Continuaron la corrupción y el abuso del poder del titular del Ejecutivo para subordinar al Poder Legislativo y al Poder Judicial en la entidad, mientras que sus socios de negocios, originarios de Reynosa, sustituyeron a los grupos previos, originarios de Matamoros y de Ciudad Victoria. Si en 2016 se dio el hartazgo contra el viejo PRI, hoy se da contra Cabeza de Vaca.
Morena, ¿nuevo partido de Estado en el estado?
Aunque Morena seleccionó como su candidato al hijo del exgobernador (1987-1993) Américo Villarreal Guerra —de grata memoria para muchos tamaulipecos—, el partido depende más del impulso que le da el presidente de la República que del mérito propio como fuerza política. Morena logró capturar a buena parte de la estructura histórica del PRI, partido que a partir de 2018 se desfondó por completo en la entidad. Este trasvase de cuadros hizo a Morena abrazar las mismas prácticas viciadas que caracterizaron al tricolor, al tiempo que los cuadros de izquierda fueron desplazados.
De hecho, tanto el gobierno de Cabeza de Vaca y la candidatura de César “el Truko” Verástegui como la campaña de Américo Villarreal Anaya han estado plagadas de acusaciones de dinero “caliente” del crimen organizado.
En su edición del 1 de mayo, la revista Proceso lo describe de manera precisa: “Tamaulipas: Gobernador y candidatos bajo sospecha”. Advierte sobre la carmonización de la política tamaulipeca, por la cual los señores “Sergio Carmona Angulo (asesinado en 2021) y Julio César Carmona Angulo, ambos bajo fuertes sospechas de pertenecer al crimen organizado, fueron proveedores de servicios y bienes para el gobierno de Francisco Javier García Cabeza de Vaca, y asimismo se vincularon con dirigentes de primer nivel de Morena, por lo que la elección de gobernador podría dirimirse entre candidatos relacionados con el narco”.
En síntesis, Morena no se ha propuesto transformar al sistema político en Tamaulipas, sino usarlo en beneficio de la camarilla que llegue al poder, al igual que sus antecesores. La reiterada frase “no somos iguales”, al menos en este caso, suena vacía y sin sustento.
Sin lugar para el optimismo, pero con un brote de esperanza
Los homicidios vinculados con la delincuencia organizada disminuyeron casi 50 % entre 2018 y 2020, lo que generó una mejora gradual de la percepción de seguridad de la población. Incluso al aceptar que dicha reducción en el sexenio de Cabeza de Vaca (“haiga sido como haiga sido”, citando al clásico) es un factor importante a la hora del sufragio, ratifico lo expresado al inicio de este texto: gane quien gane, la realidad no alcanza para el optimismo.
El brote de esperanza es la participación ciudadana. Es imperativo reconocer el extraordinario trabajo de concertación social para la reducción de la violencia realizado por la Mesa de Seguridad y Justicia de Tampico-Madero-Altamira. Como lo ha destacado la organización México SOS: “…empresarios, funcionarios de gobierno, religiosos y defensores de los derechos humanos […] han ofrecido una esforzada lucha de resistencia a través de sus denuncias, colaboración con las fuerzas de seguridad y diversas formas de autoorganización para enfrentar los efectos del fenómeno delictivo desde lo local y estatal”. Su ejemplo tendría que multiplicarse para construir la muy anhelada y aún distante gobernanza. Al día siguiente de la elección arranca la necesidad de exigir como sociedad rendición de cuentas al que quede.
Tampico y CDMX, 11 de mayo de 2022
Este texto es una colaboración entre México, ¿cómo vamos? y nexos.
Carlos Heredia Zubieta
Tampiqueño, profesor de la División de Estudios Internacionales del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
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1 Según el último censo del Inegi (2020), las cinco zonas metropolitanas concentran 87 % de la población total de 3 527 735 habitantes: 1) Tampico-Madero-Altamira: 927 319 habitantes; 2) Reynosa-Río Bravo: 837 251 habitantes; 3) Heroica Matamoros 541 979 habitantes; 4) Nuevo Laredo 425 058 habitantes; 5) Ciudad Victoria 349 699 habitantes.