En una economía de mercado, como en la vida, algo de lo más importante es saber cuál es nuestro diferenciador. Saber responder a la pregunta de qué es lo que nos hace únicxs y por ende valiosxs con relación al resto de seres humanos/empresas. En los negocios, la relevancia de ese elemento único es lo que muchas de las veces determinará hasta dónde llegaremos o si navegamos en un océano rojo o en un océano azul.
Chan Kim y Renee Mauborgne, autores del libro Blue Ocean Strategy, definieron a la “estrategia del océano azul” como la búsqueda de un mercado en donde no existen competidores y la lucha constante por un espacio sea innecesaria. Estos autores indican que esto es posible mientras innovemos en valor mediante la diferenciación de productos/servicios y el liderazgo en costos. Por su parte, el océano rojo es aquél en donde existen bienes (relativamente) estandarizados y la pelea radica, predominantemente, en precios.
Personalmente ninguno de los dos océanos me satisface. Yo quisiera navegar en un océano diverso, con una buena variedad de profundidades, tonalidades, especies que lo habitan; es decir, vivo y más real. ¿Es posible estar en un mercado que así sea? Creo firmemente que es posible y parte de los hallazgos de mi última investigación cualitativa me apoya a no rechazar la hipótesis de que ello es posible. Les cuento.
En mi actual servicio de consultoría (lo siento, no puedo revelar mucho del cliente) tenemos el encargo de determinar cómo realizar la sustitución de importaciones de un país de Norteamérica mediante el fortalecimiento de las cadenas regionales de valor en Latinoamérica y el Caribe (es decir, nearshoring). Se dice que las ventajas de realizar estas prácticas son las de aprovechar la cercanía relativa entre países/regiones, los husos horarios, poco más de afinidad cultural y de idioma, y disponer de precios competitivos.
Sin embargo… ¿realmente en México quisiéramos lograr sustituir lo que un país compra a otro? ¿En realidad queremos navegar en un “océano rojo”? Tengo la hipótesis de que no es así. A lo largo de diversas entrevistas con productores, empacadores, distribuidores y comercializadores de productos locales del sureste mexicano hemos establecido la hipótesis de que en México podemos entrar en los mercados norteamericanos mediante el desarrollo de productos que cuenten con diseños y variedades locales de alta calidad, cuidado del medioambiente y procurando calidad de vida para quienes participan en las cadenas productivas.
Un ejemplo de lo anterior es lo que observamos con el caso Oaxaca. Creemos que la confección de prendas de vestir unida a la cadena de prendas artesanales, ligada a la cadena de prendas de diseñador, mediante marcas propias y estrategias de comercialización y posicionamiento puede potenciar cadenas como la de hilos de calidad y hubs de distribución para venta directa en Norteamérica. Oaxaca puede competir con productos de alta calidad, de responsabilidad social y ambiental.
¿Y tú de qué otra manera crees que México pueda hacerse espacio en los mercados de América del Norte?
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* Tania Martínez es economista, invitada por México, ¿cómo vamos?, comunicóloga, consultora en evaluación a través de investigación cualitativa y cuantitativa y apasionada del yoga. Sígueme en Instagram en @tanemtz.