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Manos, papel y crayones: de la contrarreforma energética a la cruz

  • En lugar de aprovechar su triunfo de 2018 y reformar la Constitución impulsado por este fervor, inició su “contrarreforma” con instrumentos ajenos el derecho.
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FOTO: DANIEL AUGUSTO /CUARTOSCURO.COM

Nadie entiende al presidente. Tal vez ni él mismo se entienda. Los resultados del último ejercicio electoral alegraron a muchos y enojaron a otros; la que escribe, para variar, está perpleja, no tanto ante los resultados, sino ante el personaje presidencial. Sea el traje que se le ponga, ninguno le queda. Muchos de sus críticos lo afirmarían categóricamente, cuando tiene tal gama de grises que es difícil discernir claroscuros. Aquí el misterio inescrutable es por qué AMLO no quiso (porque ya no será) una reforma constitucional para la energía.

Uno de los lados más pardos del presidente ha ensombrecido la industria energética de forma muy singular. Involuntariamente, o no, postergó lo que el PRI y el PAN sacaron de un solo jalón. Cuando Peña Nieto tomó el poder (que lo haya ejercido es otro tema), hubo 5 minutos de discusión sobre si bastaba con una reforma legal para cambiar el modelo energético, después hubo otros 10 sobre si podían dejar el 27 intacto y solo cambiar el 25 y el 28; pasado ese cuarto de hora, se votó y aprobó un texto constitucional que dejaría atrás décadas de inercia. Toda una revolución en algo, como dijera Violeta Parra, tan frágil como un segundo. Eso se ha dicho hasta el hartazgo, la náusea. Basta ya.

¿Qué hizo el presidente López Obrador en tres años? Dar pasitos pusilánimes hacia tribunales. En lugar de aprovechar la idolatría aún candente de sus votantes y reformar  la Constitución impulsado por este fervor, inició su “contrarreforma” con instrumentos ajenos el derecho. Ha pasado el tiempo, pero los aficionados a la ley y el orden sufrimos aún estrés postraumático por el memorándum aquél que ordenaba a los comisionados de los órganos reguladores alinearse con el engrandecimiento de Pemex y CFE. En ese momento no había ni contra qué ampararse porque el documento no plasmaba derecho. Después vino el Acuerdo aquél cuya lectura costó más trabajo que obtener suspensiones de los jueces de Distrito. Esa irritación, ahora sí, lo llevó con pies de plomo al Congreso. Ahí se aprobaron reformas a dos leyes que no tardaron en estrellarse contra los límites constitucionales trazados por los jueces. Contrario a las expectativas del presidente, de sus reformas germinaron más suspensiones, más horas facturables para los abogados y su descrédito. Ha sido curioso ver al presidente hacer mal el mal.

La pregunta intoxicante aquí es por qué no reformó la Constitución cuando podía o al menos podía sortear más fácilmente los obstáculos hacia una reversión total o significativa de un modelo de mercado. Extrañamente, se fue tan paso a pasito que no lo hizo, tal vez por desidia, por temor o simple pragmatismo. Es posible que él mismo haya caído en las telarañas de su propia indecisión cosa que es muy humana. Un hombre así debe pasar muchas horas preguntándose cómo pasará a la historia. Y aunque la votación de la cámara de diputados sí le da la mayoría para pasar leyes con sus aliados, es posible que ahora que perdió un número sustantivo de escaños los que antes se decían sus amigos hoy lo vean para abajo y digan fuchi guácala. “Yo me mantengo junto al perdedor”, dijo nadie nunca en política.

Por un pelo que haya sido, AMLO perdió la torre de control en el Congreso. Esa es una muy buena noticia para los que queremos un sector energético abierto. Creemos que eso ya no fue, al menos en este sexenio, a menos que sucediera algo realmente extraño.  Y si en este país nació alguien como AMLO, pues entonces todo es posible.  Aquí el último clavo a la cruz de sus monopolios la puso él por no reformar la Constitución a tiempo.

Te invitamos a leer este artículo en Animal Político.

Miriam Grunstein es experta de México, ¿cómo vamos? y abogada especialista en materia energética, es directora de Brillian Energy.

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