Han pasado dos años y medio desde que iniciara la crisis económica asociada con la pandemia del Covid-19 en nuestro país. En términos macroeconómicos, el motor que originó la caída generalizada en la actividad económica fue sui generis desde un comienzo, pues no se trató de una perturbación originada en el sector financiero, el desbalance de las cuentas fiscales o la balanza de pagos, como sí ocurrió en otros momentos de la historia reciente de nuestro país. En esta ocasión, la necesidad de combatir el riesgo asociado a la propagación de un virus desconocido motivó medidas de confinamiento que cambiaron drásticamente diferentes relaciones en los mercados de bienes, servicios y de factores.
De acuerdo con el Comité de Fechado de Ciclos Económicos, el país entró en una recesión desde junio de 2019, que llegó a su punto más bajo en mayo de 2020. No obstante, la caída en la actividad económica se hizo más evidente con el anuncio de las medidas de confinamiento que fueron necesarias para enfrentar el riesgo de contagio asociado al Covid-19. De este modo, si tomamos el tamaño de la economía mexicana en febrero de 2020 como punto de partida, las cifras más recientes del INEGI muestran que, tras 28 meses transcurridos, la economía mexicana aún se encuentra 0.7 % debajo de su nivel prepandemia.
¿Qué podemos observar cuando analizamos este comportamiento con respecto a los periodos de crisis económica más representativos de los últimos años? Utilizando la serie del Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE), que publica el INEGI, tenemos datos disponibles mes a mes desde enero de 1993. De tal modo que, si empleamos este indicador, es posible hacer un contraste del desempeño de la economía mexicana durante el ciclo asociado con las tres crisis más representativas en este periodo: la crisis de deuda de 1994 a 1995, la Crisis Financiera Global de 2008 a 2009 y la crisis del covid de 2020.
Con base en el mismo rango de 28 meses transcurrido después del inicio de cada recesión, la Figura 1 muestra que en ese lapso la economía mexicana ya se había recuperado de las dos crisis más severas en la historia reciente: la de 1994-1995 y la de 2008-2009. En el primer caso, transcurrió un periodo de 21 meses para que la actividad económica retomara su nivel previo a la crisis desde aquel infamemente célebre “error de diciembre”. 1 Mientras que, durante el segundo episodio, el proceso requirió que transcurrieran 26 meses después del inicio de la caída en actividad en México asociada con la crisis global originada en el sector inmobiliario. 2
En los tres casos pueden advertirse con claridad las facetas de recesión y expansión en cada ciclo, con más similitudes entre las trayectorias de las crisis de 1994-1995 y 2008-2009. Al respecto, también es notorio que la crisis del Covid-19 ha combinado una severa caída durante el periodo de recesión y una recuperación más lenta en los meses siguientes con respecto al valor que tenía antes de la caída en actividad.
Un primer vistazo a las cifras muestra que esto se debe a que tanto el sector de actividades terciarias como el de secundarias, a diferencia de otros episodios, han enfrentado diferentes dificultades de forma simultánea. Lo anterior es crítico puesto que estas actividades producen en conjunto más del 90% del valor de la economía mexicana. Aunque esta relación ha variado a lo largo de los últimos 40 años, las actividades terciarias, que incluyen las ventas (al mayoreo y menudeo) y todos los servicios, han oscilado alrededor del 60% de la economía del país y poco más del 30% para las secundarias, que contemplan actividades de minería (incluido el petróleo), manufacturas, electricidad, gas natural y construcción.
En la crisis de 1994-1995, la caída observada en un inicio fue mucho más dura en la producción industrial, pero ésta se recuperó más rápido en parte por el impulso que le dio a este sector la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte. Años más tarde, durante la crisis de 2008-2009, la caída en actividad estuvo relativamente balanceada entre actividades secundarias y terciarias, pero el proceso de recuperación tuvo un mayor soporte entre las terciarias, ya que en este caso las afectaciones de la crisis del sector financiero en Estados Unidos no favorecieron la dinámica del sector industrial como sí lo hizo tres lustres antes (ver Figura 2).
Con respecto a las actividades secundarias, las cifras de producción industrial denotan que la recuperación que siguió a cada una de estas crisis se explica por sectores diferentes. Para la crisis del covid, el único sector que exhibe una recuperación a sus niveles previos a la pandemia es el de las manufacturas, fuertemente apoyado por la integración de las cadenas de valor entre las economías de México y Estados Unidos. Sin embargo, también se ha rezagado en el sector de construcción que está 6% abajo con respecto al mismo punto de referencia.
Nuevamente, si comparamos estas cifras con otros periodos, el proceso de recuperación se explica por la dinámica de distintos sectores. En 1994-1995, el principal lastre fue el sector de construcción y los motores más destacados estuvieron en las actividades de minería y manufacturas, este último más robusto a la larga. Con respecto a la crisis de 2008-2009, sobresalió el subsector de electricidad, gas natural y agua para impulsar la recuperación, aunque este efecto fue más que compensando por los subsectores de minería y construcción que se rezagaron (ver Figura 3).
En lo que corresponde al sector terciario, la recuperación más notoria tras la pandemia del covid ha estado concentrada en actividades de comercio (ventas al mayoreo y al menudeo) y servicios de transporte y almacenamiento; no olvidemos que el confinamiento y las medidas de distanciamiento golpearon fuertemente estas actividades al inicio de la crisis, pero la reapertura de la economía poco a poco ha impulsado su recuperación. En contraste, durante este periodo el rezago se relaciona con otro tipo de servicios, que continúan exhibiendo dificultades por la incertidumbre que aún generan las sucesivas olas de contagios, entre éstos destacan los de alojamiento y alimentos (hoteles y restaurantes).
En los episodios de referencia que utilizamos para este análisis podemos notar que las actividades del sector terciario también exhiben ciertas particularidades. Durante la crisis de 1994-1995, la recesión fue más evidente en las actividades de comercio al por mayor y al por menor, en servicios de transporte y también en alojamiento y alimentos. Tras ese choque inicial, la recuperación fue lidereada por el sector de servicios de educación y salud, junto con los de transporte, almacenamiento y el comercio al mayoreo.
Para el episodio de 2008-2009, que tuvo su origen en el sistema financiero, la caída se acentuó en las ventas, tanto mayoristas y minoristas, como en los servicios de transporte y almacenamiento (es consistente el impacto que tienen estos episodios sobre la movilidad). La contraparte es interesante, pues a la recuperación que mostraron las actividades de comercio hay que añadir el resurgimiento mostrado en los servicios financieros a raíz del desvanecimiento de la crisis.
Aunque podemos identificar algunos patrones similares entre estos periodos, entender qué sectores fueron los más afectados durante las recesiones y cuáles aceleraron el proceso de recuperación es fundamental para evaluar fortalezas y debilidades de la economía mexicana, así como la eficacia de ciertas decisiones de política pública para proteger los eslabones débiles o incentivar los canales más dinámicos de reactivación.
Como reflexión final, es importante prestar atención al proceso de recuperación tras la crisis del covid. Hasta hace unos meses, parecía que la cifra del IGAE de junio confirmaría que la economía mexicana recuperaría su nivel prepandemia en un periodo similar a las crisis antes señaladas, sin embargo, tanto la cifra de mayo como de junio reportaron caídas mensuales y la ilusión de recuperar el nivel que tenía la actividad en febrero de 2020 se desvaneció.
Aunque no disponemos de datos mensuales antes de 1993, el INEGI ha hecho un esfuerzo por reconstruir una serie de tiempo para el PIB desde 1980, con lo cual es posible contrastar el comportamiento reciente de la economía con otro periodo de recesión relevante: la década de 1980. Es necesario porque durante esta etapa la economía mexicana experimentó dos periodos de recesión en la misma década, uno en 1981 y otro en 1985. Raphael Bergoeing, Timothy J. Kehoe, y otros, se han referido a este periodo como “la década perdida”, pues la economía tardó casi una década en recuperar el nivel de actividad que tenía en el cuarto trimestre de 1981, cuando inició la primera recesión. 3
La Figura 5 muestra el comportamiento de la economía mexicana tras la crisis del covid y lo contrasta con las crisis antes mencionada, pero también con el periodo de la década perdida, en el que México experimentó una severa crisis de deuda originada en un desastroso manejo del endeudamiento público y endurecido por un segundo periodo de crisis en 1985 fuertemente relacionado con cambios en la política económica a raíz que tuvo que enfrentar la administración federal del expresidente Miguel de la Madrid a mitad de su sexenio.
En la misma figura presentamos un ejercicio muy simple, ¿cuándo podría recuperar la economía mexicana su nivel prepandemia si se expande a una tasa promedio de entre 1.5% y 2% en los siguientes trimestres? La respuesta es: entre finales de 2023 y mediados de 2024; esto es, en pleno proceso de sucesión presidencial. Y el contexto es relevante porque los inicios de cada administración en los últimos 20 años han estado acompañados de cierta desaceleración de la economía, en parte por los procesos de reasignación de gasto que generan cierto letargo en la ejecución de diferentes sectores productivos.
¿Podrá la economía mexicana sortear esta difícil tarea en los próximos 3 años? De entrada, habrá que darle seguimiento puntual a la evolución de ciertos sectores en los próximos trimestres, empezando por aquellos que han exhibido un proceso de recuperación más robusto, en general apoyados por la recuperación económica de Estados Unidos. La tarea no es simple, pues el país atraviesa un periodo de endurecimiento de la postura monetaria necesario para enfrentar el proceso inflacionario reciente y el propio endurecimiento implementado por la Reserva Federal en Estados Unidos. A esto, hay que añadir los retos que enfrenta la propia postura fiscal, pues con un gasto comprometido en diferentes proyectos de infraestructura y programas sociales, el espacio que le quedará para apoyar la recuperación será aún más estrecho con el mayor costo financiero derivado de tasas más altas y las presiones que ya son evidentes desde el frente de pensiones con los cambios en las pirámides poblacionales. El reto más que mayúsculo, es sonoramente sórdido.
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* Víctor Gómez Ayala (@Victor_Ayala) es Director de Inteligencia de Datos en Fundación Rafael Dondé, profesor de macroeconomía en el ITAM y experto México, ¿cómo vamos?. Economista y politólogo por el ITAM, se especializa en análisis de política fiscal y energética. Desde hace 7 años es profesor de macroeconomía en el ITAM.
1 Se le conoce como el “Error de Diciembre” a una serie de decisiones de política económica que se tomaron al inicio de la administración del expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León que desencadenaron una crisis financiera relacionada con la falta de reservas internacionales para hacer frente al pago de la deuda, lo que ocasionó una severa devaluación del tipo de cambio, que en ese momento se determinaba con base en un régimen fijo.
2 El Comité de Fechado de Ciclos Económicos establece que el inicio de la crisis fue en julio de 2008, pero la recesión fue más notoria a partir del 15 de septiembre de 2008, fecha en que Lehman Brothers presentó su declaración formal de quiebra. Ésta derivó de su exposición al riesgo de las hipotecas subprime, que dio origen a la Crisis Financiera Global. La quiebra de Lehman Brothers es la más cuantiosa en la historia de Estados Unidos.
3 Ver Bergoeing, R., P. J. Kehoe, T. J. Kehoe y R. Soto (2002), “A Decade Lost and Found: Mexico and Chile in the 1980s”, Review of Economic Dynamics 5, pp. 166-205.