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Sector energético: el llamado para el 2024

  • Qué medidas y orientación debe tener el sector energético de nuestro país en un contexto de crisis energética global, inflación persistente y disrupciones aún presentes en las cadenas globales de valor.
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FOTO:EDGAR CHÁVEZ/ CUARTOSCURO.COM

“Va a ser muy probable que yo sea fresa en comparación a los que puedan quedar, mujeres u hombres, porque yo estoy muy moderado; no me ven pues. Esto lo digo porque a lo mejor los conservadores están contando los días, ya se va ir Andrés Manuel y va venir alguien como los de antes, no, no, no, no, no. Yo soy este moderado, fresa, socialdemócrata, centrista”.

Esas fueron las palabras del titular del Ejecutivo en el contexto de la salida de Tatiana Clouthier de la Secretaría de Economía y las consultas relacionadas al cumplimiento de los acuerdos en el TMEC. Pero más allá de sus declaraciones, vale la pena reflexionar sobre qué medidas y orientación debe tener el sector energético de nuestro país en un contexto de crisis energética global, inflación persistente y disrupciones aún presentes en las cadenas globales de valor.

A nivel regional, América Latina ya retornó, en términos reales, al nivel de producto interno bruto que exhibía previo al COVID-19. En algunos casos, como Chile y Colombia, incluso la recuperación ha permitido recuperar el valor económico destruido por los confinamientos y añadir algo más. Otras economías en cambio, como Argentina y México, aún no son capaces de reponer sus economías a niveles prepandémicos.

La tasa de empleo ha retornado a los niveles previos a 2020, pero diversos especialistas han enfatizado que la calidad de los trabajos en el sector formal no se recuperó, además de que gran parte de la población en México ha recurrido a las filas del sector informal para sobrellevar las condiciones externas y autoinfligidas por la actual gestión federal.

A pesar de que durante varios meses el gobierno federal y sus defensores advirtieron -y casi reprendieron- a propios y extraños sobre las características temporales de la inflación, ahora sabemos del craso error en sus apreciaciones. La tasa de inflación interanual ha mostrado una dinámica ascendente acelerada desde el primer semestre de 2021, alcanzando niveles ya comparables a los observados en 2008, en plena antesala de la crisis financiera internacional. El fenómeno no ha afectado solo a las economías emergentes en este caso, ya que tanto economías avanzadas como emergentes presentan una convergencia en sus tasas inflacionarias promedio.

Este escenario económico tiene efectos sociales importantes. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, salvo en los casos de República Dominicana, Panamá, Perú, Ecuador, Bolivia y Uruguay, los demás países verán engrosar las filas de su población en condiciones de pobreza extrema hacia finales de 2022. Junto con Nicaragua, Paraguay y Colombia, México es un país en el que el incremento será todavía mayor. Además, los efectos de la inflación sobre la población han sido, como diversos economistas han apuntado, más cruentos en el sector de la población que la autodenominada 4T supuestamente antepone a todo: los más pobres. Según el Fondo Monetario Internacional, desde el segundo cuatrimestre de 2021 la variación porcentual interanual de la inflación para el primer decil de ingresos de la población ha sido casi del doble con respecto al observado en el décimo decil, y hasta un 50% mayor que el experimentado por el quinto decil.

En gran medida la persistencia inflacionaria ya no está impulsada por la reactivación económica, como sucedió durante 2021. Ahora una combinación de factores, entre los que destaca bajos niveles de excedentes en los inventarios de algunos hidrocarburos, han tomado el volante. Esto se ha reflejado en mayores costos en los combustibles y por consiguiente en el alza en el costo del transporte de mercancías. Adicionalmente, las presiones en los mercados regionales de gas natural han promovido el encarecimiento de los precursores para la producción de fertilizantes y un acelerado incremento en los precios de los alimentos.

El consenso de los especialistas del sector energético a nivel global es que la guerra entre Rusia y Ucrania no provocó la crisis, solo la adelantó. Y el mayor de los riesgos, incluso en economías avanzadas que ya tenían un amplio camino recorrido en cuanto a transición energética se refiere, es el retorno al uso de combustibles fósiles ante el privilegio de lo inmediato, no obstante las mayores emisiones de gases de efecto invernadero consecuentes.

El fin de año se acerca y Rusia amenaza con tensar aún más la situación en el mercado europeo. Los demás mercados regionales no cuentan con la flexibilidad para aliviar el exceso de demanda que se originará en Europa, particularmente si el invierno es crudo. Es muy probable que las tensiones del sector energético sigan alimentando las presiones inflacionarias más allá de 2022.

Ante este escenario sumamente retador para cualquier economía en el mundo en lo general y para la nuestra en lo particular, es irrelevante si se es “fresa” o “centrista” o “moderado”. Por un lado, el costo de oportunidad que representa al Estado mexicano y a la sociedad en su conjunto una supuesta -e ilusoria- “soberanía energética” es colosal.

Por el otro lado, las medidas paliativas adoptadas no son efectivas. Tan solo en tres trimestres de este año, el gobierno de López Obrador habrá “quemado” alrededor de 300 mil millones de pesos en subsidios a las gasolinas -una cifra hasta 50% mayor a la de todo 2008 en plena crisis financiera y epidemia por AH1N1- sin haber impedido incrementos en los precios de los combustibles en la estación de servicio. Aquella persona que tome las riendas del país en 2024 tiene un llamado, y deberá tomar acciones rápidas y decididas para nuestro sector energético.

Te invitamos a leer este artículo en Animal Político.

Luis Serra (@luisserra23) es profesor de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey y experto México, ¿cómo vamos?

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