Una de las reacciones que generó más tracción fue la de un influencer (que se hace pasar por economista) que señalaba que esta medida es sólo “atole con el dedo”, pues al realizar un comparativo de la cantidad de gansitos que se podían comprar con el salarió mínimo en 2019, era de 9.3 gansitos, mientras que con el salario mínimo recién fijado para 2023 la cantidad es de 9.01 gansitos.
Esta relación fue retomada por una gran cantidad de usuarios, acompañada de mensajes condescendientes como “Qué genialidad. Así hay que explicarles a cierto sector de la población” o el previamente señalado “Puro atole con el dedo eso del salario mínimo”; así como por diversos medios, sobre todo porque el cálculo fue replicado por Ricardo Salinas Pliego, quien además de quejarse del incremento al salario mínimo aprovechó también para tirar una pedrada al aumento de vacaciones por la reciente reforma sobre el tema (#VacacionesDignas).
Ante lo absurdo de este comparativo como indicador de la evolución del poder adquisitivo de las personas en el tiempo, surgieron en redes también comparaciones con otros artículos como chiles serranos o caguamones. Si tomamos el caso de los caguamones, tendríamos que con el salario mínimo de 2019 alcanzaría para 3.20 caguamones, mientras que con el salario mínimo para 2023 alcanzaría para 5.05 caguamones, ¡casi 2 caguamones de diferencia!
Pero entonces, ¿qué artículo debemos tomar como referencia para entender la evolución del poder adquisitivo de las personas en nuestro país? ¿Los gansitos o los caguamones? ¿Deberíamos usar otro producto? Ante el tono irónico de este blog, me parece que usted ya puede adelantar la respuesta: ninguna de las anteriores.
Para entender la evolución del poder adquisitivo del salario mínimo es necesario entonces acudir al Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), el cual es precisamente un indicador diseñado para medir el cambio promedio de los precios en el tiempo, mediante una canasta ponderada de bienes y servicios representativa del consumo de las familias de México. Además, dado que el patrón de consumo de las familias cambia en el tiempo, la canasta de bienes y servicios, así como las ponderaciones[1] de estos, es revisada frecuentemente.
Desde que comenzó a producirse el INPC en 1969, se han realizado seis revisiones a la canasta (cambios de año base). En estos cambios se consideran adiciones al número de productos y servicios contemplados, así como las ciudades consideradas en la construcción del INPC. La última revisión al INPC de nuestro país corresponde a la segunda quincena de julio de 2018, donde la canasta pasó a contener 299 genéricos (de 283 contenidos en la canasta previa).
Finalmente, para cerrar con esta tangente sobre el INPC, este indicador es el que se utiliza para el cálculo de la inflación en nuestro país. Por ejemplo, la inflación observada en diciembre de 2022 de 7.82% no es otra cosa más que la variación anual del valor del índice en esa fecha respecto al valor del índice en diciembre de 2021. Pero entonces, ¿cuál es la evolución del poder adquisitivo del salario mínimo en nuestro país? Para contestar esta pregunta, me parece importante separar la evolución reciente del salario mínimo en dos períodos, 1994-2018 y 2018-2022. Transformando el valor del salario mínimo a valores reales, es decir, valores que son comparables en el tiempo porque se ha descontado la inflación, se encuentra que en el periodo 1994-2018 no se presenta un incremento en términos reales del salario mínimo, sino una disminución de (-)9%, mientras que en el periodo 2018-2022 el salario mínimo se ha incrementado 60%[2] en términos reales, el poder adquisitivo del salario mínimo actual es similar al que tenía en 1985.
Sobre el incremento real observado en el periodo 2018-2022, es resultado de los cuatro incrementos nominales consecutivos observados desde 2018, 16.2% en 2019, 20% en 2020, 15% en 2021 y 22% en 2022. Por otro lado, la pérdida en poder adquisitivo en el salario mínimo en el periodo 1994-2018 obedece a la configuración de diversos factores que interactuaron entre sí, para ahondarlos valdría la pena una nueva entrada en este blog, pero se puede adelantar como uno de los principales factores la apuesta de gobiernos anteriores de mantener salarios bajos para atraer inversión extranjera y hacer competitivas las exportaciones de nuestro país, es decir, mano de obra barata como ventaja competitiva.
¿Este resultado positivo en la recuperación del poder adquisitivo del salario mínimo significa que no deben cuestionarse o criticarse las medidas o reformas implementadas por la presente administración en temas laborales o de otra índole? Por supuesto que no; sin embargo, la crítica debe partir desde fundamentos, si se va a hablar sobre la evolución del poder adquisitivo del salario mínimo en el tiempo, se debe hacer comparando valores reales; si se va a hablar sobre el potencial impacto del incremento en el salario mínimo en la inflación, se debe hacer desde la evidencia; los estudios empíricos apuntan (hasta ahora) a que el impacto es mínimo o nulo en la inflación así como en el empleo. La crítica irresponsable no es inocua, sobre todo en nuestros tiempos de rápido acceso a la información: “mira esto que vi en Twitter”, “mira esto que vi en Facebook” se pueden tomar como verdades no cuestionadas independientemente de que sean falsas o tendenciosas.
Alguna vez le escuché al profesor Gerardo Esquivel en los pasillos del Colegio de México la siguiente frase (parafraseando un poco): “el problema no es que muchos opinadores no sepan economía básica (Economía 101 en términos generales), el problema muchas veces es que eso es lo único que saben”.
Te invitamos a leer este texto en Animal Político.
Axel Eduardo González (@AxelEduardoGG) es investigador en México, ¿cómo vamos?
[1] Los ponderadores se refieren a la importancia relativa en el gasto de los hogares de los bienes y servicios que forman parte de la canasta del INPC.
[2] Cálculo con el INPC de noviembre 2022.