Guardo tantas historias en el baúl del machismo que es difícil escoger una sola. Está la entrevista que un colega (hombre) y yo hicimos al director general de un banco trasnacional en México, en la que a mi compañero le prestó total atención y cada vez que yo abría la boca miraba para otro lado. También está la vez que una fuente (hombre) me citó en un restaurante para cenar con la falsa oferta de información confidencial y me pidió que lo acompañara a su hotel. Quizás sea mejor contar cómo me han llamado “desafiante” y “difícil” por hacer el mismo trabajo y pedir los mismos privilegios que tienen mis colegas (hombres). A lo mejor esto lo dice todo: un jefe (hombre) se rió en mi cara cuando le dije que mi ambición era ser periodista de investigación. Me salí de esa empresa días después.
Ser periodista y ser mujer en México es una lucha sinfín en contra de los estereotipos, de la violencia, sutil y evidente, enraizada en los medios y de las jerarquías dominadas por hombres. Si mi testimonio y el de miles de mis compañeras no les convence, miren las cifras: apenas el 22 % de 180 puestos jerárquicos en 240 medios a nivel global están en manos de mujeres, de acuerdo con el Reuters Institute for the Study of Journalism. Esto, a pesar de que las mujeres representan el 40 % del total de periodistas que ejercen la profesión, en promedio. En México, la representación femenina en puestos de liderazgo en medios es un magro 5 %.
Un sector “altamente marcado con prejuicios y estereotipos de género es el de los medios de comunicación”, escribieron especialistas del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) en un reporte reciente. “Las trabajadoras de los medios, como las periodistas, enfrentan prácticas de segregación laboral, desigualdades salariales, violencia de género y otras formas de discriminación interseccional que limitan su acceso a oportunidades”, agregaron.
Que las mujeres seamos libres para ejercer el periodismo en condiciones de seguridad y justicia no solo nos beneficia a las periodistas, beneficia a la sociedad porque el género de quien escribe la noticia influye en cómo se cuenta la historia. Según Lucero Hernández, del CEEY, al ser mayoría en las redacciones periodísticas, los hombres abordan narrativas donde el mayor peso representativo recae en ellos mismos. Del mismo modo, México tiene incontables ejemplos de titulares y notas sobre un feminicidio en donde el lenguaje sugiere que la víctima es la responsable del crimen.
Si sigo aquí es porque veo que algo está cambiando. En mis 17 años de carrera he sido testigo de cómo las redacciones se han ido diversificando, no sólo para incluir a más mujeres, sino también a personas LGBTI. Las mujeres, además, nos unimos y organizamos más que nunca. En algún punto de esta última ola del movimiento feminista, normalizamos (y hasta nos enorgullecemos) de tener chats de colegas mujeres para apoyarnos unas a las otras. Las marchas del 8M en las calles nos han dado la valentía de alzar la voz también en las juntas y ante los jefes, en donde exigimos mayor empatía y perspectiva de género a nuestros colegas.
En el proceso también he ido aprendiendo sobre mí misma. A mis 41 años, las más jóvenes me han enseñado la manera en que yo también he sido machista. Quizás lo más valioso de este movimiento a favor de nuestras vidas, nuestros derechos y nuestra libertad, ha sido la deconstrucción interna. He entendido que una no puede liberar a otras sin liberarse también a sí misma. El periodismo es mi vocación y estoy agradecida de las oportunidades que he tenido. El feminismo es mi causa, porque sin él no sería la periodista desafiante que soy hoy.
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* Isabella Cota (@Isabella_CS) es periodista de investigación especializada en economía, negocios y finanzas. Forma parte del grupo de Expertos México, ¿cómo vamos?