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Jalisco: las claves del bastión naranja

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Ilustración: Estelí Meza | Cortesía de Nexos

Jalisco es el bastión de Movimiento Ciudadano, un partido más regional que nacional, que ahora gobernará dos estados del país. Aunque el oficialismo local cedió a Morena la municipalidad metropolitana de Tonalá, ganó los principales ayuntamientos —Guadalajara, Zapopan, Tlajomulco y Tlaquepaque—, además de la mayoría parlamentaria en el congreso local.

Al igual que sucedió en 2006, cuando el Partido Acción Nacional arrasó en Jalisco, el abrumador triunfo de Movimiento Ciudadano en 2021 se explica más por el voto antilopezobradorista que por una aprobación social de la gestión del gobernador Enrique Alfaro. De hecho, pesó más el rechazo al partido del presidente López Obrador que el desgaste de la administración naranja, lo cual, paradójicamente, le ha permitido a Movimiento Ciudadano consolidarse como la primera fuerza política del estado, muy por encima de los demás partidos políticos. A continuación, las principales claves para entender la elección intermedia en un estado en el que Movimiento Ciudadano buscará consolidar, junto con Nuevo León, la narrativa de representar una “tercera vía”a nivel nacional.

El partido del gobernador Enrique Alfaro ha revalidado con tranquilidad la mayoría en el congreso local, compuesto por 38 asientos. Los naranjas han arrasado en los distritos locales, haciéndose con 16 de las 20 diputaciones de mayoría relativa. La gran sorpresa ha sido la impotencia de Morena, que sólo obtuvo tres distritos uninominales. El PAN, otrora partido hegemónico en Jalisco, ha logrado apenas un distrito de mayoría relativa en su último baluarte: la conservadora región de los Altos. El PRI, que llegó a gobernar con carro completo en la legislatura de 2012, durante el mandato de Jorge Aristóteles Sandoval, no logró salvar ningún distrito del estado.

Con más del 80 % de las actas capturadas, Movimiento Ciudadano encabeza sin sobresaltos la votación a diputaciones locales, con el 32.6 % de los sufragios, seguido por 20.8 % de Morena, 13 % de Acción Nacional y 12.5 % del Revolucionario Institucional. Dos nuevos partidos locales, Hagamos y Futuro, apenas han alcanzado el porcentaje mínimo (3.5 %) para obtener asientos en la asamblea: 4.8 % y 4 %, respectivamente. Ambos apenas rescataron el registro por algunos miles de votos.

Dieciocho escaños más se repartirán por el principio de representación proporcional entre estas seis fuerzas políticas, de las trece que concurrieron en los comicios. Sin embargo, el laberíntico sistema electoral de Jalisco asigna un escaño “de repechaje” al mejor perdedor en distritos uninominales por cada dos plurinominales para cada partido, por lo cual la integración final aún no es del todo clara.

Con este sólido resultado, que le otorgará la mayoría absoluta a Movimiento Ciudadano, fijada en 20 asientos, si logra el apoyo de Acción Nacional, el gobernador Alfaro rompería la maldición del gobierno dividido que había marcado las elecciones intermedias en las últimas cinco gubernaturas. En los tres sexenios panistas (1995-2013) y en el sexenio de la vuelta al PRI (2013-2018), el partido gobernante fue castigado en las elecciones intermedias. El aliado inadvertido de Enrique Alfaro ha sido López Obrador y la antipatía que despierta en Jalisco.

Morena no consiguió hacerse con las alcaldías de Guadalajara ni de Zapopan, municipios a los que apostó sus cuadros más rentables y en los que sufrió derrotas humillantes. Si algo pudiera rescatarse en la jornada para el partido guinda es el orgullo de derrotar a Movimiento Ciudadano en el ayuntamiento de Tonalá, gracias al cual gobernará, por primera vez en su joven historia, un municipio perteneciente al área metropolitana de Guadalajara. Morena ha avanzado también con victorias importantes en algunos de los municipios más poblados del estado: Puerto Vallarta, Zapotlanejo, Ocotlán y La Barca.

A pesar de sus modestos triunfos, Morena se ha consolidado como la segunda fuerza política —no sólo a nivel electoral, sino también parlamentario— de Jalisco, un estado típicamente impermeable a las izquierdas. El tradicional bipartidismo jalisciense, que se articuló durante décadas en torno al PRI y el PAN, se ha reestructurado alrededor de las marcas de Morena y Movimiento Ciudadano, que recogen ideológicamente los restos de los viejos partidos, ahora muy debilitados.

Morena logró entrar como segunda fuerza al parlamento local gracias al principio de representación proporcional, desde el que intentará bloquear las políticas e iniciativas del gobernador Enrique Alfaro Ramírez, aunque su participación en la legislatura de 2018-21 no representó una oposición eficiente al bloque gobernante, que transitó el período sin sobresaltos.

Aunque Morena no consiguió dar el albazo en los municipios metropolitanos más relevantes, colocarse como segunda fuerza electoral en un enclave tradicionalmente conservador es un logro indiscutible. La poca institucionalización del partido le dificultará la tarea de ser una barrera parlamentaria funcional contra Enrique Alfaro, pero los escaños están puestos.

El triunfador definitivo de este seis de junio fue el exalcalde de Zapopan y alcalde electo de Guadalajara, Pablo Lemus Navarro. No solamente ha batido sin consideración a su rival, el morenista Carlos Lomelí, sino que su delfín, Juan José Frangie, triunfó en Zapopan, en buena parte gracias al arrastre electoral de Lemus. El grupo político de Lemus controlará los dos municipios más importantes de Jalisco.

Lemus Navarro es un empresario político: aunque la mayor parte de su trayectoria profesional ha transcurrido en el sector privado, siempre ha estado bajo los reflectores públicos. Tras haber estudiado administración de empresas por el ITESO, la universidad jesuita de Guadalajara, incursionó en política empresarial. Primero como presidente de Jóvenes Coparmex y luego ya como presidente de la patronal en Jalisco, lo cual lo proyectó como un líder empresarial atractivo para los partidos políticos. Saltó al ruedo electoral en 2015, invitado por Enrique Alfaro Ramírez, para ser candidato de Movimiento Ciudadano a la alcaldía de Zapopan, que ganó gracias al efecto arrastre del fenómeno alfarista. La relación de Lemus con Alfaro ha sido más pragmática que tersa: se han utilizado mutuamente para alcanzar sus objetivos, sin pertenecer al mismo grupo político. 

Alfaro Ramírez había guardado con recelo la candidatura de Guadalajara para Ismael del Toro, uno de sus hombres más cercanos. Esto tensó la relación con Lemus, al grado de rumorarse que aceptaría concurrir a la alcaldía tapatía bajo las siglas de Morena. Finalmente, Ismael del Toro se retiró de la contienda para atender una situación familiar y Lemus se erigió de inmediato como el candidato obvio para competir por la capital de Jalisco.

El grupo político de Pablo Lemus, ligado a la élite empresarial de Jalisco, gestionará la administración pública y el presupuesto de los dos municipios más importantes: Guadalajara y Zapopan. Eso no sólo convierte a Lemus Navarro en el contendiente natural a la gubernatura, sino que desde ahora desplazará paulatinamente el liderazgo Enrique Alfaro.

Es difícil situar ideológicamente al alcalde electo de Guadalajara. Si bien no abandera ciertas causas progresistas, tampoco es un empresario conservador: más bien podría describirse como un político pragmático de centro. Acaso su mayor atributo sea su carisma, que le permite dialogar y entenderse con muy diversos personajes.

Quien fuera la superestrella del fenómeno independiente en las elecciones intermedias de 2015 ha acumulado su segunda gran derrota al hilo. En los comicios federales de 2018 quedó fuera del Senado de la República de forma sorpresiva, cuando la posición de primera minoría le fue arrebatada in extremis por Morena.

Esta vez la sorpresa no ha sido de tal magnitud, pues casi nadie tenía entre sus quinielas que Pedro Kumamoto pudiera hacerse con la alcaldía de Zapopan, por la que concurría. El exlegislador independiente ha logrado, por lo menos, entrar al cabildo del tercer municipio más próspero de México.

Diversos factores explican la debacle de Kumamoto. El primero es que el descontento que impulsó al independiente en 2015 se canalizó ahora hacia Morena y Movimiento Ciudadano. Esta elección fue un plebiscito a López Obrador y Kumamoto, a diferencia de Morena y de Movimiento Ciudadano, no se posicionó con claridad en alguno de los dos extremos de la grieta.

A Kumamoto le ha pesado también el propio desgaste de su figura. Las exigencias sociales de 2021 no son las mismas que las de 2015. Si hace seis años la demanda mayoritaria era desalojar a como diera lugar a una clase política abusiva, hoy se ha diversificado el mercado del descontento (y de la esperanza): han irrumpido con fuerza los movimientos feminista y ecologista, con los que Kumamoto no logró una buena sintonía. Nunca dejó de perseguirle un spot electoral de 2018 mediante el que se posicionó contundentemente en contra del aborto. Y probablemente el episodio más relevante de su campaña fue el diálogo que aceptó sostener con FRENA, una asociación ultraconservadora que se opone abiertamente a los derechos de la diversidad sexual y de las mujeres.

Futuro, que obtuvo recientemente el registro como partido político local, ha alcanzado apenas el umbral de votos necesario para retenerlo. No pudieron hacerse con ninguna de las diputaciones de mayoría relativa, pero obtendrán al menos un legislador de representación proporcional en el congreso local. Entre la militancia se percibe un desánimo sepulcral tras la debacle de Kumamoto, líder moral del partido, aunque el registro les brinda la oportunidad de rearticularse ante los comicios de 2024.

Queda en suspenso si vendrá una renovación profunda de liderazgos y una discusión amplia de la agenda de Futuro o, por el contrario, aceptarán definitivamente que la organización es también un partido de un solo hombre.

La Universidad de Guadalajara nunca ha dejado de hacer política. Desde sus inicios hasta la actualidad, los universitarios han participado en distintos partidos políticos, desde la izquierda socialista de los setenta hasta el Partido de la Revolución Democrática, pasando desde luego por el PRI. La incursión de la máxima casa de estudios de Jalisco en política electoral no es nueva. Lo que sí es novedoso es la creación de un partido político propio.

El llamado grupo UdeG había hecho alianzas de facto con distintos partidos políticos en las últimas décadas. La más reciente fue con Movimiento Ciudadano en 2018, que le permitió obtener ciertas posiciones políticas en el congreso local y en el gabinete estatal. Sin embargo, el desgaste entre el gobernador y el exrector Raúl Padilla López, líder del grupo universidad, provocó que la cúpula universitaria decidiera crear su propia franquicia electoral: Hagamos, un partido político orgánicamente vinculado a la universidad pública estatal.

Con este instrumento electoral, el grupo universidad desplegó toda su capacidad política, fincada en el control de la institución, para obtener el registro como partido político y lograr al menos una curul en el congreso local. Con el registro, el grupo universidad no dependerá de las alianzas electorales con los partidos para competir, sino que hará política por derecho propio. El origen de los recursos institucionales empleados, de forma corporativa, es un cuestionamiento permanente que pesa sobre esta nueva formación partidista. 

De forma inédita, y debido a amenazas del narcotráfico en el municipio de Jilotlán de los Dolores, todos los contendientes al ayuntamiento, con excepción de la lista de Morena, abandonaron la carrera electoral, a la que sólo se habían registrado para contender tres (MC, Morena y PAN) de las trece fuerzas políticas posibles. El candidato de Morena, José Manuel Cárdenas, único contendiente, obtuvo una votación superior al 80 %, que lo convertirá en el próximo alcalde del municipio fronterizo con Michoacán.

Según Integralia, a lo largo del proceso electoral, en Jalisco fueron asesinados nueve políticos, dos se encuentran desaparecidos, y se tiene registro de diversas amenazas que forzaron las renuncias de los contendientes, como sucedió en Jilotlán de los Dolores. Alfredo Sevilla, alcalde con licencia del municipio de Casimiro Castillo que buscaba la reelección por Movimiento Ciudadano, fue encontrado asesinado a tiros el 12 de marzo, luego de haber desaparecido dos días antes. Álvaro Madera López, entonces precandidato del PRI a la alcaldía de Mezquitic, fue el primer contendiente asesinado en Jalisco durante el actual proceso electoral. El priista fue privado de la libertad en febrero durante un traslado al poblado de Huejuquilla. Algunas semanas después, fue asesinada la exregidora panista y contendiente a la presidencia municipal de Cuquío, Analuci Martínez Saldívar.

Jalisco es un auténtico llano en llamas, azotado por la peor ola de violencia en su historia contemporánea y gobernado en buena parte de su territorio por el terror más que por la ley. El 6 de junio cambiaron de color muchas alcaldías y diputaciones, pero el elefante seguirá en la habitación.

Tras el fracaso de la llamada Refundación de Jalisco (el proyecto de una nueva constitución que nunca prosperó), Enrique Alfaro ha cambiado su narrativa por la del federalismo. El gobernador pretende encabezar la defensa del federalismo desde la tierra de Prisciliano Sánchez. Al igual que López Obrador hará una consulta sobre los expresidentes, Alfaro pretende hacer su propia consulta sobre la permanencia de Jalisco en el pacto fiscal federal en agosto próximo.

Con estos resultados electorales, Enrique Alfaro no sólo ha salido fortalecido para concluir su sexenio sin terminarlo como un “pato cojo”, al contrario, vuelve a ser el precandidato natural de su partido a la presidencia de la República. Si Movimiento Ciudadano apuesta por una tercera vía sin ir en alianza, el gobernador de Jalisco es hoy la opción más fuerte para enarbolar la bandera naranja.

Te invitamos a leer este artículo en Nexos.

David Gómez Álvarez
Politólogo por El Colegio de México, la London School of Economics and Political Science, la New York University y el Massachusetts Institute of Technology. Es director de Transversal ThinkTank.

David Ricardo F. González Ruiz
Es estudiante de Ciencia Política en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO). Es egresado del programa de pensamiento progresista de la Friedrich-Ebert-Stiftung en México.

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