Las expectativas de crecimiento de la actividad económica en México vienen a la baja. Por ejemplo, la encuesta que Banxico hace a especialistas del sector privado ha corregido sus expectativas de crecimiento del PIB para 2024 de 2.4 % en enero a 1.4 % en octubre. Algo similar ha ocurrido con los sondeos de CitiBanamex, LatinFocus y el IMEF. Así, lo que en principio lucía como un avance bastante modesto, se ha convertido en una expectativa de crecimiento más bien pobre, y esto sin considerar las implicaciones que pueda tener el doble supermartes con el que inicia noviembre.
Las cifras duras con las que terminarán por despejarse las dudas sobre esta incertidumbre tardarán entre uno y dos meses en comenzar a aparecer, ya que es el tiempo que al INEGI le toma procesar sus indicadores “duros” de actividad económica. En este sentido, no es casual que se acuse a los economistas de conducir mirando por el espejo retrovisor, puesto que las evidencias firmes de lo que ocurre hoy tardarán semanas o meses en aparecer. Sin embargo, el IMEF y el mismo INEGI generan otros indicadores que son mucho más oportunos, aunque menos precisos, que se construyen con base en percepciones sobre la dirección de la actividad económica que se reportan desde las empresas que operan en México, a partir de alternativas como “mucho mejor”, “mejor”, “igual”, “peor” y “mucho peor”.
La medida en que las opiniones sobre la situación económica están más generalizadas o difundidas entre estas opciones, permite extraer señales respecto de la dirección que más probablemente seguirán variables clave de los sectores económicos. Estas encuestas son tan oportunas que las cifras de octubre están disponibles desde el 1 de noviembre, por lo que podemos usarlas para tener un primer atisbo de la coyuntura actual.
Tanto las cifras del “Indicador IMEF” como las de la Encuesta Mensual de Opinión Empresarial (EMOE) del INEGI apuntan en la dirección de un progresivo debilitamiento en el dinamismo de la economía mexicana. El Indicador IMEF muestra que “se acentúa la tendencia a la baja”, tanto de la actividad manufacturera como de la no manufacturera. Los números reportados por este indicador, más allá de altibajos marginales de un mes a otro, muestran señales de un cada vez más claro deterioro del ritmo de crecimiento, en especial para las actividades manufactureras.
Por su parte, el “Indicador de Pedidos Manufactureros” (IPM) derivado de la EMOE, que es conceptualmente análogo al del IMEF, pero que usa una muestra más grande y diversa, reporta un comportamiento cada vez más errático con alternancia entre valores que cruzan con frecuencia el umbral de 50 que separa la zona de crecimiento de la de decrecimiento. Ello indica que es cada vez más frecuente entre las empresas que respondan valores asociados con menor crecimiento, al tiempo que los cambios abruptos en el optimismo/pesimismo de las respuestas otorgadas indican una creciente incertidumbre, aunque con una tendencia hacia el deterioro en el ambiente de los negocios, particularmente en lo que toca a los indicadores de pedidos y producción. Lo anterior viene de la mano de un comportamiento cada vez más claramente horizontal, sin aumentos ni decrementos, en el personal ocupado. Parece como si ante un entorno crecientemente incierto, las empresas estuvieran manteniendo sin cambios sus plantillas laborales, esperando a ver con más claridad, antes de comprometerse con mayores despidos o contrataciones.
La misma EMOE del INEGI reporta el “Indicador de Confianza Empresarial”. Este indicador incorpora preguntas que sondean explícitamente sobre las expectativas para dentro de 12 meses al momento de la entrevista, por lo que por construcción es más prospectivo que el IPM y el Indicador IMEF. Así las cosas: la confianza empresarial al mes de octubre muestra también una tendencia a la baja, aunque aún en zona de crecimiento, para las industrias manufactureras y para las actividades comerciales y de servicios privados no financieros. Para el caso de la actividad constructora, la situación es aún peor, dado que la tendencia es a la baja y en zona de decrecimiento. En otras palabras, el Indicador de Confianza Empresarial, que irónicamente es más acertado y menos utilizado que el de confianza del consumidor, muestra una sincronización a la baja en sus reportes para manufacturas, comercio, servicios y construcción.
Vemos entonces que se trata de un comportamiento ampliamente difundido entre las actividades económicas y que ya se extiende por casi todo lo que va de 2024. No es de sorprender entonces el cada vez mayor porcentaje de empresas que consideran que las condiciones para invertir se deterioran mes con mes desde hace muchos meses ya.
La concurrencia en el comportamiento hacia el deterioro en el crecimiento de los principales sectores económicos parece anunciar el fin de la fase expansiva del ciclo que comenzó en junio de 2020, luego de la recesión que comenzó en junio de 2019 y terminó en mayo de 2020. Esta concurrencia negativa resulta inquietante porque es muy fácil que se convierta en una espiral auto-reforzada de pérdida de dinamismo que pudiera desembocar en un marasmo o incluso en una eventual recesión. Con cifras al primer mes del cuarto trimestre, las encuestas de opinión empresarial del IMEF y del INEGI coinciden en un creciente mal sentir empresarial, que sugiere que el cuarto trimestre pueda ser aún menos dinámico que los anteriores e incluso que las cifras definitivas del PIB del tercer trimestre puedan corregir a la baja lo reportado hace unos días por el indicador oportuno. Veremos.
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*Gerardo Leyva (@GerardoLeyva14) es economista independiente, especializado en bienestar, pobreza y crecimiento económico. Dirigió el área de investigación del INEGI durante 15 años y también estuvo a cargo de los censos, encuestas y registros administrativos de carácter económico que produce dicho Instituto.