Este año, la profesora Claudia Goldin (@PikaGoldin en X) ganó el Premio de Ciencias Económicas de la Real Academia Sueca de Ciencias, conocido como el premio Nobel de economía.
La Dra. Goldin es profesora de economía en Harvard y su trabajo de investigación y docencia se ha enfocado desde finales de los años 80 del siglo pasado en las brechas de participación laboral e ingreso de las mujeres, las disparidades de ingreso, el cambio tecnológico, la educación y la inmigración. Su investigación “examina más de 200 años de información, muchas veces reconstruyendo datos de forma minuciosa”; nada de estudios de corto plazo que pueden prestarse a evidencia sesgada, según confirma Rodolfo de la Torre (@equidistar en X).
En un mundo donde las mujeres tenemos cada vez más años de educación formal que los varones y menos hijas (e hijos) que hace apenas un par de décadas, pero en el que las jornadas laborales femeninas son todavía tres veces más largas que las de los hombres (sumando trabajo remunerado y no remunerado, pero trabajo al fin), el reconocimiento al trabajo de la Dra. Goldin llega como una bocanada de aire fresco. No sólo para las mujeres es una buena noticia, sino para todos quienes quieran empatar la vida familiar con la laboral de forma equilibrada, y para políticos y legisladores que necesitan responder con reformas y soluciones públicas a problemas nuevos, como un mercado laboral con menores tasas de desempleo y mayor demanda por trabajo femenino aún en tiempos de transición tecnológica.
Según la cuenta oficial del Premio Nobel (@NobelPrize en X/Twitter) “históricamente, la brecha de género en ingresos se podía explicar por diferencias en educación y elecciones ocupacionales. [….Este año] Claudia Goldin ha demostrado que la mayor parte de esta brecha de ingresos se encuentra entre hombres y mujeres en la misma ocupación, y que surge en gran medida con el nacimiento del primer hijo”.
Para Goldin, “concebir un papel económico y social tradicional para las mujeres ignora la evidencia histórica”, plantea Rodolfo de la Torre, pues el “rol de la mujer en la familia y el trabajo no está fijado culturalmente. Responde a la estructura económica [que premia a quien dedica más horas a los trabajos que mejor pagan y que demandan estar disponibles fuera de horarios estrictamente laborales], la tecnología [por ejemplo, la telepresencia y la virtualidad abren nuevas posibilidades de empleo para mujeres con hijos pequeños y niveles educativos y socioeconómicos altos], los incentivos económicos [¿qué carrera eliges: una ambiciosa o una flexible que te permita cuidar de tus crías?] y la política pública [si es que existe un sistema de cuidados que apoye, al menos en una parte del tiempo, a la labor de la crianza temprana]”.
Dejemos que eso se asiente en nuestra concepción del uso del tiempo: ¿las mujeres somos por naturaleza más cuidadoras? ¿Por cultura? ¿O más bien la expectativa social y familiar obliga a priorizar la crianza sobre la trayectoria profesional? ¿Es la combinación de factores que bien maquillada parece una elección libre? Las mujeres con hijas (e hijos) buscamos trabajos flexibles, sin horarios demandantes ni juntas importantes en horario no escolar porque la estructura económica premia a quien puede aspirar a trabajos más demandantes en tiempo y atención; a quien se queda para completar el reporte en la noche; a quien sale con colegas y amigos entre semana por una cerveza sin tener que preocuparse por quién acuesta a las niñas.
Goldin muestra que en Estados Unidos la brecha salarial de género está generada por factores estructurales, entre los cuales está la penalización a la maternidad pero no a la paternidad, según señala Luis Monroy Gómez Franco (@MGF91 en X). En específico, continua Luis, la brecha salarial está generada por “los roles de género en la distribución del trabajo de cuidados y la valuación implícita sobre quién debe salir del mercado de trabajo” remunerado una vez que se tienen hijas (o hijos).
Reconociendo que el trabajo de la Dra. Goldin refleja la historia económica de las mujeres en Estados Unidos, parece que en México podemos encontrar lecciones similares en nuestro contexto. Por ejemplo, en México, 75 % de los cuidados los realizan las mujeres.
Además, en nuestro país hay una correlación muy marcada entre el ingreso y el nivel educativo. Aun así, las mujeres tenemos sistemáticamente menores ingresos que los hombres, en todos los niveles educativos. Por cada 100 pesos que percibe un hombre con primaria, una mujer con los mismos años de educación ingresa 57 pesos. Una menor pero significativa brecha subsiste incluso entre personas con posgrado: por cada 100 pesos que ingresa un hombre, una mujer percibe 69 pesos. Hay, pues, una penalización por sexo, así amerite desglosar cuánto es por maternidad y cuánto por sexismo.
En Estados Unidos, según el trabajo de Goldin, la presencia del primer hijo es el factor que mejor explica las diferencias de ingresos laborales entre hombres y mujeres. Este alcanza a reflejarse en la cultura popular. En uno de los capítulos de la serie En pocas palabras de Netflix, se analiza por qué las mujeres en Estados Unidos ganan menos que los hombres. La conclusión es que en promedio 25 % de la brecha salarial se explica por discriminación pura y dura, mientras que 75 % de la brecha corresponde al cuidado de los niños –es decir, a la maternidad según las convenciones sociales. En México, según estimaciones de México, ¿cómo vamos? (2021), la brecha salarial es al revés: 63 % es discriminación por sexo, es decir, sexismo, y 37 % es el costo por cuidar niños y niñas pequeñas. Si extrapolamos la investigación de Goldin, podríamos incluso hipotetizar que en México los roles de género están aún más arraigados y conllevan estereotipos que penalizan en mayor proporción a todas las mujeres, no sólo a las que tienen hijas.
Además, con datos de la Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares 2022, la presencia de varias hijas (o hijos) determina si una mujer gana menos que un hombre, y esta brecha se amplía conforme se incrementa el número de hijos:
Entre las reacciones en redes y medios al premio a Goldin ha habido descrédito (“los premios Nobel ya no son lo que eran antes”) y mensajes de desprestigio (“es como descubrir que el fuego quema”), pero mayormente ha habido una celebración de la comunidad académica. El premio es un reconocimiento a que en nuestra economía existe una penalización económica por ser madre, la reconozcamos o no. Es ponerle nombre a la discriminación por roles de género, y permite arropar argumentos para una mejor asignación de recursos públicos y diseño de mejores políticas corporativas.
Sociedades y gobiernos pueden beneficiarse de este Nobel, decía Rodolfo de la Torre. Pero creo que lo más importante de este premio ha sido las preguntas que destapa en el debate público y que Goldin responde:
¿Existe una brecha de género entre las mujeres que no tienen hijos? ¿Y qué ocurre con los hombres sin hijos en comparación con los hombres con hijos? Sí, existe una brecha de ingresos entre hombres y mujeres, pero en sociedades como la norteamericana es sólo una fracción de la brecha que observamos. El grueso es por la presencia de hijos.
¿Es esto simplemente una nueva forma de desalentar a las mujeres a tener hijos? No es una “nueva forma” (ni vieja) de desalentar a las mujeres a tener hijos. Es la documentación de cómo la innovación científica, como puede ser la presencia de píldoras anticonceptivas, permite retrasar por décadas el inicio de la maternidad. Con ello, se ha alargado la presencia de mujeres en el mercado laboral a nivel individual ANTES de ser madres. Las trayectorias laborales y profesionales de muchas mujeres inician con la misma intensidad que la de los hombres, hasta que se convierten en madres, y tienen que decidirse por trabajos flexibles y de menor ascenso salarial.
“¿Por qué cada vez más mujeres en países industrializados posponen el primer parto?” Ahora lo sabemos empíricamente. No sólo ocurre en países desarrollados, sino en países de diversos niveles de desarrollo, una vez que las mujeres adquieren educación, acceso a control natal, y evolución de las expectativas de los roles de género. El bono demográfico se esfuma rápidamente entre mayor agencia sobre su propio destino tienen las mujeres, pero la solución no está en sacarlas de la escuela sino en transformar el mercado laboral y el entorno social en espacios mucho más paritarios.
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