Quintana Roo puede presumir que el desarrollo del sector turístico y de subsectores relacionados como el comercio al por menor, servicios de alojamiento temporal y de preparación de alimentos y bebidas la han vuelto la entidad federativa con la séptima mayor producción per cápita en el país. Además, dado que la crisis sanitaria no afectó la capacidad hotelera y de servicios turísticos instalada, y gracias a que las contrataciones del sector turismo se recuperaron al mismo tiempo que los pasajeros internacionales regresaron a la región, es una de las pocas entidades con una recuperación económica posterior a la pandemia.
Sin embargo, este hecho contrasta con que en 2020 ocupó el lugar trece en el Índice de Progreso Social (IPS) desarrollado por México, ¿cómo vamos?, cinco posiciones por debajo del lugar que ocupaba en 2015. Ello indica que ser un gran destino turístico y punto de conexión internacional con un gran dinamismo económico no se traduce en un nivel de bienestar apropiado para sus habitantes respecto al resto de las entidades de la República.
Al analizar las dimensiones del IPS, destaca que Quintana Roo también está por debajo de lo esperado en la dimensión de Necesidades Humanas Básicas (lugar trece). Y se ha deteriorado en los últimos cinco años; muestra niveles alarmantes en materia de violencia criminal, mortalidad por enfermedades infecciosas, hogares en hacinamiento y mortalidad materna. La dimensión de Oportunidades se ajusta muy bien con la evolución del ingreso para todas las entidades del país; que Quintana Roo sea el outlier más representativo por debajo de la línea de ajuste (ocupando el lugar 21) indica que el gobierno del estado podría estar haciendo cosas cosas que sí están haciendo las demás entidades.
Los resultados de este análisis coinciden con el agravamiento de la incidencia delictiva y el aumento del narcomenudeo de la región en los últimos cinco años, así como con los efectos de la pandemia que no se mitigaron como los fallecimientos por covid y el aumento en la mortalidad materna durante 2020 y 2021, así como la parálisis del desarrollo inmobiliario y la insuficiente inversión histórica del sector en la zona sur del estado.
El próximo gobierno estatal tiene que encontrar un equilibrio entre promover la derrama económica de los viajeros nacionales e internacionales y planear los nuevos desarrollos turísticos y zonas urbanas dentro de un ecosistema con flora y fauna endémicas. Además de mejorar el desarrollo social en los sectores de salud y vivienda, y disminuir la actividad de los grupos delictivos que operan en el estado, que en los últimos años han tenido un interés creciente en establecer su zona de influencia en la región.
En particular la planeación urbana debe ser propositiva. El Tren Maya recorrerá dos tramos completos en Quintana Roo —el Caribe 1 y Caribe 2 con 254 kilómetros y 121 kilómetros, respectivamente—; además del tramo Golfo 4 que conectará al tren entre Izamal en Yucatán y el aeropuerto de Cancún, y el tramo Selva 2 que transitará de Bacalar a Escárcega en Campeche. Ignorar el impacto ecológico que tendrá este tipo de megaproyectos podría terminar con este paraíso natural. Los planes de desarrollo deben apostar por la sustentabilidad, la preservación del medio ambiente y la vivienda digna para sus habitantes.
Los rendimientos que generó la recuperación del turismo probablemente estén por agotarse. Que el crecimiento económico en Quintana Roo continúe después de la pandemia exige planeación e implementación de políticas públicas que atiendan los problemas de desarrollo, además de aquellas destinadas en garantizar la seguridad para sus habitantes y visitantes.
Por otro lado, el próximo gobierno de Quintana Roo también debería de continuar las políticas que han resultado adecuadas para el desarrollo del estado. El mercado laboral de la entidad y su baja informalidad laboral respecto al promedio nacional presentan un ejemplo para el resto del país. A pesar de que Quintana Roo demanda actividades predominantes de servicios, las cuales a nivel nacional presentan una alta informalidad laboral, en este estado existe una mayor proporción de la población ocupada en la formalidad comparada con el promedio nacional. Aunque la pandemia tuvo un impacto en las condiciones laborales, en donde el porcentaje de trabajadores en informalidad laboral se sitúa por encima del 43.3 % de los trabajadores reportado al primer trimestre de 2020, aún se encuentra por debajo del promedio nacional de 51.5 % de los trabajadores al cierre de 2021 y su brecha por sexo en este indicador es mínima.
Otra virtud de Quintana Roo es su conectividad con el resto del mundo, lo que propicia el intercambio no sólo de divisas y mercancías, sino también de ideas. El aeropuerto internacional de Cancún es el segundo con mayor flujo de pasajeros en el país con 22 millones de pasajeros en 2021 y recibe a más de 40 aerolíneas de todo el mundo.
En conclusión, el nuevo gobierno de Quintana Roo debe contar con una agenda de desarrollo sustentable y de seguridad de largo plazo que permita que los quintanarroenses tengan mayor bienestar.
Este texto es una colaboración entre México, ¿cómo vamos? y nexos
Adriana García
Coordinadora de análisis económico en México, ¿cómo vamos?
Isaac Guzmán Valdivia Tova
Economista y politólogo experto en México, ¿cómo vamos?