México enfrenta tasas de inflación no vistas en más de 21 años. Cerramos abril con una inflación general de 7.68% anual, la más alta desde enero de 2001. Y en este contexto, probablemente el factor más preocupante es el incremento en los precios de los alimentos, como la tortilla que presentó una variación anual superior a 17%, al igual que las harinas de trigo. De este modo, la canasta alimentaria ha incrementado más que la –de por sí muy alta– inflación, alcanzando una tasa anual de 12.4% en zonas urbanas.
Es por esto que el gobierno creó el Paquete Contra la Inflación y la Carestía (PACIC) anunciado el pasado 4 de mayo. Como parte del paquete, este lunes se publicó un decreto por el cual, de manera temporal (por un año con posibilidad de prórroga por otro año), se exenta de aranceles a insumos y productos de la canasta básica como aceite de maíz, carne de cerdo, de pollo y de res, harina de maíz, harina de trigo, maíz blanco y trigo, entre otros.
Una respuesta para contener el incremento en los precios en 2022 y, sobre todo, evitar que más familias mexicanas caigan en situación de pobreza era necesaria y urgente. Sin embargo, el problema con la exención de aranceles –y con el PACIC en general–, es el limitado alcance para cumplir con esos objetivos, principalmente porque los productos contemplados representan una pequeña fracción de los considerados para el cálculo del INPC.
En el caso de la exención de aranceles, es positivo el reconocer la importancia del libre comercio en la competencia y su efecto en beneficio del consumidor. No obstante, será difícil que esta estrategia tenga un impacto significativo. Además, si bien esta medida busca contener los incrementos en los precios de estos productos, no contempla el impacto que podría tener en los pequeños y medianos productores de alimentos del país.
Los aranceles son impuestos que se pagan al importar determinados productos. Al eliminar este impuesto se evita ese costo adicional que podría trasladarse al consumidor, para potencialmente disminuir su precio. Asimismo, con libre comercio se puede contar con mayor oferta y competencia en los mercados de esos productos. Con la medida anunciada esta semana hay dos factores relevantes a considerar: en primer lugar, el efecto no es inmediato, sino a mediano plazo. Y, segundo, el efecto en el nivel de precios sería marginal, pues México importa la mayor parte de esos productos de Estados Unidos, sin aranceles, gracias a que cuentan con un tratado de libre comercio.
Nuestro principal proveedor de carne de ave, carne de cerdo, limón, naranja, manzana, maíz blanco, zanahoria y frijol es Estados Unidos. Por esto, para que exista un beneficio en los precios derivado del arancel 0, tendríamos que acceder a esos productos ofrecidos por países con los que no contamos con un TLC, que cuenten con precios más bajos y que los costos de transporte no sean más altos que ese diferencial de precios. Adicionalmente, hay que considerar que los altos precios en alimentos son un fenómeno global. Las posibilidades de que los efectos de esta medida se reflejen en el nivel general de precios lucen bajas.
Al ser una problemática mundial, los precios se mantendrán altos hasta que la contención sea a ese nivel. Y, por lo menos en el corto plazo, las presiones inflacionarias por factores globales siguen vigentes. Sigue existiendo un desbalance entre oferta y demanda que ahora se alimenta de los confinamientos en China y la invasión de Rusia a Ucrania que continúa. La baja actividad económica en China por la política de cero Covid afecta el suministro de insumos críticos en las cadenas de producción global y los datos de abril de producción industrial y gasto cayendo a los peores niveles desde el inicio de la pandemia no son alentadores. Mientras tanto, la guerra en Ucrania mantiene los precios de los energéticos elevados y los de alimentos. A todo esto, se le suma el problema climático que ocasiona sequías con fuertes impactos en las siembras.
El panorama es difícil, y se espera que la inflación cierre el año en alrededor de 6.70%; más del doble del objetivo del Banco de México. Por esto, resulta necesario proteger a las familias más vulnerables con estrategias focalizadas que les ayuden a no pasar hambre, pues en los últimos años los programas sociales han tomado un carácter más universal que termina por reducir el alcance en la población de menores ingresos. Este también es el caso del subsidio al IEPS en gasolinas, que favorece, en mayor medida, a aquellos con ingresos más altos.
Igualmente, resulta relevante enfocar esfuerzos en incrementar la productividad en el país, especialmente de los productores primarios y de los procesos industriales. También, vale la pena destacar la importancia de la competencia en los mercados y de fortalecer a los organismos autónomos que velan por ella, como la Cofece. Incentivar la productividad y la competencia será crucial si queremos ver una contención de la inflación.
Finalmente, en caso de que haga falta un recordatorio, la independencia del Banco de México es indispensable para que actúe acorde a su mandato de preservar el poder adquisitivo de la moneda. Y podemos esperar que en los siguientes meses se continúe con el alza de tasas para así, en el mediano plazo, contribuir a contener la inflación a través de sus diferentes canales de transmisión, pero, sobre todo, en el corto plazo mantener ancladas las expectativas y que no provoquen una espiral inflacionaria.
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Nota del editor: *Brenda Flores Cabrera ( @BrenFlores04 ) es investigadora en México, ¿cómo vamos? Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor