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Sostener un hogar, el trabajo no remunerado de las mujeres

  • Esta actividad económica, además de ser excluida de forma sistemática por las mediciones y análisis tradicionales, recae desproporcionadamente en las mujeres, señala Katia Guzmán.
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El 9 de marzo de 2020 organizaciones feministas en todo el país convocaron a un paro generalizado de labores por parte de mujeres. Por un día, quienes tuvimos el privilegio de no ser sancionadas en el ámbito laboral, desaparecimos.

El objetivo era claro: desaparecer del espacio público para poder dimensionar la importancia que teníamos como participantes en la vida económica, política y social del país; se estima que las pérdidas económicas fueron de más de 30,000 millones de pesos.

Días después, la pandemia se infiltraría en cada aspecto de nuestra vida para cambiar fundamentalmente nuestras dinámicas en lo público y en lo privado. Aunque hubo una práctica discriminatoria que sólo se profundizó: el trabajo del hogar y de cuidados no remunerado.

El trabajo del hogar y de cuidados no remunerado se compone de todas aquellas tareas que permiten que una casa funcione: labores de limpieza y alimentación, compras y administración de los recursos, cuidados y apoyo a niñas, niños, personas ancianas y/o enfermas.

Esta actividad económica, además de ser excluida de forma sistemática por las mediciones y análisis tradicionales, recae desproporcionadamente en las mujeres. Sin importar la condición de ocupación, las mujeres le dedicamos el doble de tiempo a estas tareas que lo que los hombres le llegan a destinar. Ésta es nuestra doble jornada laboral.

En un contexto como el del confinamiento por la pandemia, a quienes no tuvimos repercusiones laborales graves se nos ha exigido malabarear entre un trabajo remunerado —que se ha inmiscuido en nuestro espacio privado— y el trabajo del hogar —que lejos de disminuir aumentó a falta de un sistema nacional de cuidados, sobre todo en familias con niñas y/o niños en edad escolar.

Ésta es parte de las razones por las que, a un año de ese tajante #UnDíaSinNosotras, el pasado 9 de marzo fue prácticamente imposible parar. Quedarse en casa, además de ser parte de la nueva normalidad como medida preventiva ante los contagios de COVID-19, no es equivalente a dejar de trabajar. Para muchas, no salir a las calles es vivir un día más de crianza, de cuidados, de atención a las labores del hogar, como cualquier otro día.

Aunque de forma invisible, gran parte de la economía se sostiene del trabajo de las mujeres. Este trabajo no remunerado, de acuerdo con información del INEGI, asciende a 16.8% del PIB en 2019. Reconocer que existe y que se rige por una lógica discriminatoria es un primer paso. Construir alternativas para que éste sea remunerado, como un ingreso básico universal, es el siguiente paso para cerrar la brecha.

Lee la nota en Expansión.

Katia Guzmán labora en México, ¿como vamos? , el cual registra a detalle el crecimiento económico del país. Síguelos en Twitter , Facebook e Instagram . Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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