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#ElDatoDeLaSemana: El problema de celebrar las remesas

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FOTO: VICTORIA VALTIERRA/CUARTOSCURO.COM

En la conferencia matutina del pasado 5 de mayo, el presidente López Obrador decidió dedicar 3 de los primeros 10 minutos a un tema frecuentemente favorecido en sus discursos: la llegada de remesas a México. En esta ocasión, había algo que celebrar: la entrada de remesas al país durante marzo de 2021 -de $4 mil 152 millones de dólares- alcanzó un máximo histórico, superando el hito logrado en marzo de 2020, cuando el monto fue de $4 mil 45 mdd. El presidente -acertadamente- señaló lo positivo del suceso, al remarcar que los ingresos por remesas reactivan la economía de regiones rezagadas en el país y permiten que los mexicanos tengan mayores recursos para consumir bienes básicos y enfrentar los estragos de la pandemia. Sin embargo, sus comentarios omitieron dos cuestiones importantes.

La primera: el monto de la entrada de remesas no depende del desempeño económico del país destino (en este caso, México), sino que depende de las capacidades económicas de los habitantes del país de origen (en nuestro caso, 95% de las remesas provienen de Estados Unidos). El máximo histórico de marzo 2021 se da en el contexto de una recuperación en marcha de la economía estadounidense, la cual -a diferencia de la mexicana- ya recuperó los niveles observados en el primer trimestre de 2020, antes de la llegada de la pandemia. Esta recuperación económica ha permitido que los habitantes -sean inmigrantes o no- tengan mayores recursos para enviar apoyo a sus parientes en México, respaldados también por los 3 diferentes paquetes de apoyo fiscal presentados en EUA a lo largo de la crisis (que en conjunto equivalen a más de ¼ de su PIB nacional) y por el avance de la estrategia de vacunación nacional, que ha conseguido que 44% de la población tenga ya al menos 1 dosis de una vacuna contra el covid-19.

Con mayores recursos, y tal vez considerando las dificultades económicas y la pérdida de empleo que persisten en México a raíz de la crisis, quienes envían remesas a nuestro país se sienten motivados a destinar más dinero que antes. Esta conclusión subraya la segunda cuestión que el presidente olvidó mencionar: la llegada de remesas al país no necesariamente señala una mejoría en nuestra economía, e incluso puede señalar lo contrario. Estados como Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Nayarit, cuyas economías tienen algunos de los niveles más bajos de PIB por habitante en el país, también se encuentran en la lista de las 9 entidades que más remesas por habitante reciben; además, estados con mayor recepción de remesas por persona también suelen tener mayores tasas de informalidad laboral. Es decir, la llegada de remesas es mayor cuando la gente que las recibe vive en lugares con economías y mercados laborales débiles, que no logran satisfacer sus necesidades.

De poner atención y comprender estos aspectos, tal vez el incremento en la llegada de remesas no sería objeto de tal festejo. Sin embargo, la postura del gobierno federal ante las cifras denota una actitud observada en ocasiones previas: la de una falta de iniciativa para atender problemas económicos complejos cuyas raíces en muchos casos existían antes de la llegada de la pandemia. El profundo interés del presidente en el tema de las remesas ha ido de la mano de un profundo desinterés en temas como la inversión y los apoyos económicos estructurados -a diferencia de EUA, México nunca presentó un paquete comprensivo de apoyos fiscales, y las medidas que ha implementado para apuntalar los negocios del país y respaldar a los trabajadores ascienden a menos de 1% del PIB-. 

Si bien factores externos como las remesas y la demanda por productos mexicanos de exportación son importantes para impulsar la economía, no podemos depender de ellos para desatender otros temas internos. Poner el foco sobre la llegada de remesas al mismo tiempo que se ignoran problemas como los niveles decrecientes de inversión, un mercado laboral que tiene 2 millones de empleos menos de los que había antes de la pandemia y una población donde 4 de cada 10 personas está en situación de pobreza laboral no sólo denota una apatía por atender los retos económicos, sino que nos deja abiertos a una mayor vulnerabilidad ante crisis inesperadas, y retrasa todavía más una posible recuperación e incremento del nivel de vida de los mexicanos.

Te invitamos a leer este artículo en Expansión.

Nota del editor: Ana Bertha Gutiérrez labora enMéxico, ¿como vamos? , el cual registra a detalle el crecimiento económico del país. Síguelos en Twitter , Facebook e Instagram . Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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