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#DatoDeLaSemana: Al final de la pandemia, quizás nos hayamos vuelto más productivos

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FOTO: MOISÉS PABLO/CUARTOSCURO.COM

Las crisis aceleran procesos que quizás tardarían mucho o no sucederían si no se presentara una situación catastrófica que obligara a la sociedad a adoptar nuevos hábitos inmediatamente. Los tiempos de crisis generalmente implican cambios que requieren adaptaciones radicales y en periodos cortos de tiempo, en los que la gente pasa por momentos complicados. Por otro lado, también se caracterizan por impulsar avances tecnológicos, desarrollar el conocimiento, y acelerar la implementación del uso de tecnologías e infraestructura que quizás incluso ya existían pero no se utilizaban. Un ejemplo son las plataformas para hacer videoconferencias, que permiten sustituir el trabajo desde una oficina por trabajo desde cualquier sitio. Estas existían desde antes de que empezara la pandemia, pero eran utilizadas de forma esporádica y solamente en ciertas circunstancias; era impensable que esta forma de comunicación se volviera la norma. Los avances que surgen durante momentos críticos pueden ser duraderos y mejorar el bienestar de las personas de forma definitiva. De ninguna manera esto debe leerse como que una crisis es algo deseable o una buena noticia, sería absurdo argumentar algo así. No cabe duda de que las muertes, pérdidas de empleo, menores ingresos y costos en bienestar de las personas son temas que nos conciernen a todos y quisieramos idealmente evitar, o al menos reducir. El mejor de los escenarios era uno sin pandemia; sin embargo, el hecho es que atravesamos un episodio improbable y altamente costoso para la humanidad.

En el primer trimestre de 2021, a un año del inicio de la pandemia, el índice de productividad laboral -que captura la relación qué existe entre las horas trabajadas y el nivel de producción de la economía- mostró un crecimiento de 1.3% respecto al primer trimestre de 2020 – antes de que se observaran los efectos de la pandemia en la economía. Es decir, que con el mismo número de horas trabajadas se produjo más de lo que se hubiera producido hace un año con esas mismas horas. Intuitivamente, lo que está sucediendo es que, aunque en el agregado se trabajan menos horas, la producción ha caído menos que proporcionalmente.

Hay al menos dos razones por las que esto puede haber sucedido durante el año. La primera explicación posible es que las empresas reducen su personal más rápidamente que su producción en momentos de crisis para tener liquidez, y lo compensan de alguna forma, por ejemplo, exigiendo mayor eficiencia a los empleados que no despidieron. Esta hipótesis indicaría que el aumento de la productividad laboral es pasajero y volveremos eventualmente a los niveles de productividad observados antes de la pandemia. Otra posibilidad más alentadora es que las nuevas reglas y condiciones de trabajo le permiten a las empresas y sus empleados ser más productivos. Esto puede deberse a que la gente puede dedicar más tiempo a trabajar porque no pierde tiempo en traslados, en promedio la gente se concentra más si no está en la oficina, permite mejores hábitos que ocasionan que las personas estén más sanas, entre otras razones. Aunque no sabemos cuáles son los efectos exactos de un modelo híbrido o de home office, para algunos sectores específicos, es cierto que los empleados que trabajan desde casa son más productivos que aquellos que van a la oficina, en particular cuando se trata de oficinas ruidosas y con condiciones no idóneas para concentrarse. Esta hipótesis indicaría que el aumento es permanente y que los nuevos mecanismos que han sido adaptados pueden haber incrementado los niveles de productividad laboral de forma definitiva. Al menos para ciertos sectores, probablemente este sea el caso.  

Seguramente haya algo de ambas hipótesis en el efecto que se observa a un año del inicio de la pandemia. También es probable que las empresas y los trabajadores logren ir perfeccionando sus esquemas de contratación y modelos de negocio para lograr mayores niveles de productividad utilizando las herramientas disponibles, que vale la pena recordar, ya existían antes de la pandemia pero no se utilizaban de manera frecuente. Los efectos negativos de la crisis sobre la calidad de vida de las personas son muchos y sumamente costosos. Lo que nos queda es enfocarnos en las enseñanzas, hábitos y esquemas de trabajo que puedan adaptarse y funcionar en la nueva normalidad y así mejorar nuestra calidad de vida a través de mayores niveles sostenibles de productividad laboral.

Te invitamos a leer este artículo en Expansión.

Nota del editor: Daniel Castañón labora enMéxico, ¿como vamos? , el cual registra a detalle el crecimiento económico del país. Síguelos en Twitter , Facebook e Instagram . Las opiniones expresadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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