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#ElDatoDeLaSemana: Ir más allá del PIB

  • Cada país, cada estado, cada municipio tiene desafíos particulares y por lo mismo sus metas no pueden ser las mismas, señala Brenda Flores Cabrera.
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Cuando queremos cuantificar qué tan bien o qué tan mal va un país o una entidad, hay tantos factores que se interconectan que es imposible medirlo con exactitud. El bienestar de las personas es un concepto abstracto para el que es difícil asignar variables objetivas y medibles. Sin embargo, es de suma importancia hacerlo, pues solo así podemos buscar maximizarlo.

Por esto requerimos recurrir a variables que nos aproximan a lo que queremos medir: las condiciones de vida de las personas. La medida más común en la economía es el Producto Interno Bruto –que, por cierto, a pesar de que se describa por una fórmula matemática, también es un concepto abstracto, “no es un ente en el mundo real esperando a ser medido por los economistas”–. Nos da una idea de la actividad económica de una nación o entidad.

Así, el PIB representa una cantidad de dinero agregada, que nos dice poco al querer comparar entre unidades de distintas dimensiones. Por esta razón recurrimos al PIB per cápita. Es decir, si el producto agregado es un pastel, ¿cuánto le tocaría en promedio a cada quién? Muchas veces ese enfoque nos lleva a tratar de maximizar el pastel primero y después cortarlo, pero eso no siempre funciona. El crecimiento económico no siempre se ve reflejado en mejores condiciones de vida para los habitantes de un país y, desde luego, el efecto no es automático.

Trabajar con promedios nos hace asumir igualdad, lo cual está lejano a la realidad en cualquier país y, desde luego, en México. Pero para tomar decisiones requerimos metas, que hoy pueden ir más allá que únicamente aumentar el PIB.

Hoy los datos e indicadores disponibles nos permiten hacerlo diferente; nos permiten conocer cuáles son las debilidades de los estados para diseñar propuestas que verdaderamente busquen maximizar el bienestar de las personas, que es lo que buscamos. Ese, quiero pensar, es el fin de quienes se desempeñan en los ámbitos de la economía y la administración pública.

En ese contexto, esta semana se lanzó el Índice de Progreso Social 2015-2020 . El índice se encuentra compuesto por tres dimensiones que engloban distintas definiciones y mediciones del bienestar: Necesidades Humanas Básicas, Fundamentos del Bienestar, y Oportunidades.

Este Índice nos brinda por estado las dimensiones en las que cada estado de la República Mexicana presenta una fortaleza o debilidad y cómo se compara en el ranking nacional. En este estudio se encuentra que el crecimiento económico es una condición necesaria, pero no suficiente para el progreso social. La caída económica de 2020 está acompañada de una reducción en el puntaje del Índice de Progreso Social (IPS) para 21 estados. Por eso funciona como una medida complementaria.

Sin embargo, no basta con enfocarnos en la riqueza. Vemos entidades como Sinaloa y Yucatán, en las que a pesar de que sus niveles de PIB per cápita ocupan los lugares 15 y 16 a nivel nacional, ambas entidades se encuentran entre los seis estados con mayor puntaje de progreso social. O entidades como la Ciudad de México, que a pesar de ser la de mayor actividad económica, cayó tres posiciones en el último año y esa ventaja en cuanto a PIB per cápita no se está logrando reflejar en mejores condiciones de vida para su población.

Así, México cuenta con diagnósticos multidimensionales, como la medición del CONEVAL o el IPS, así como información muy detallada por entidad federativa como la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH). Contamos con las herramientas para identificar los factores a mejorar para incidir en cómo vive la gente en nuestro país. Asimismo, podemos observar a las entidades multiplicadoras de riqueza como Sinaloa y Yucatán para retomar aquello que están haciendo bien.

Cada país, cada estado, cada municipio tiene desafíos particulares y por lo mismo sus metas no pueden ser las mismas. En el IPS dado a conocer esta semana se desagregan los datos por estado; aún queda un largo camino por delante para ir desagregando más esta dimensión. Por ahora hace falta tomar este tipo de datos y transformarlos en acciones, buscar que las mexicanas y mexicanos vivan bien.

De 2015 a 2019 el progreso fue lento y hubo pocos cambios. Mientras tanto, la caída de 2020 fue abrupta y en el agregado nacional en las dimensiones de Necesidades Humanas Básicas y de Fundamentos del Bienestar nos encontramos peor que en 2015. Se está borrando el progreso que hemos tenido en los últimos cinco años en esas variables. Responder desde el ámbito público y privado es crucial y urgente para lograr cambios estructurales y de largo plazo que resulten en una mejora continua en cómo viven las personas en México.

Si bien aún queda mucho por hacer en cuanto a las mediciones que reflejen la heterogeneidad entre los estados y distintas localidades de México, hoy contamos con información para diseñar soluciones integrales, reconociendo las desigualdades y distintas dinámicas locales alrededor de su territorio

No basta con un par de proyectos de infraestructura aislados, cuando todo el país fue y sigue siendo azotado por una pandemia y cuando hay parámetros que se han deteriorado desde mucho antes del inicio de la crisis sanitaria. La política pública en México debe empezar a utilizar las herramientas que tiene a la mano para lograr una verdadera transformación en cómo viven sus habitantes, especialmente ante el panorama económico actual.

Te invitamos a leer este artículo en Expansión.

Nota del editor: Brenda Flores Cabrera es investigadora en México, ¿cómo vamos? Síguela en Twitter . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente a la autora.

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