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País rico, pueblo pobre

  • La estructura social está definida por la pobreza. Los esfuerzos para erradicarla deberían ser conjuntos en el corto y mediano plazo para garantizar que quienes salgan de ella, lo hagan para siempre.
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FOTO: ARMANDO MONROY /CUARTOSCURO.COM

México es un país con gran riqueza, pero esencialmente pobre. ¿Cómo es esto posible? Somos uno de los principales destinos turísticos internacionales, líderes en manufacturas, poseemos gran diversidad de recursos naturales, mano de obra competitiva y exportamos a todo el mundo.

Cierto, pero también existe otra cara de México, la razón por la que somos un país en desarrollo y no uno desarrollado. Y cuando digo que somos esencialmente pobres no me refiero a que la pobreza sea una cualidad intrínseca que nos defina como mexicanos, sino que la base de la población es esencialmente pobre (o muy pobre).

En este contexto, es crucial explorar medidas que ayuden no solo a que las personas salgan de la pobreza, sino que también sean útiles para mantenerlas en un estado en el que no puedan regresar a ella y que, en el mediano y largo plazo, se den las condiciones para que el país se desarrolle.

Identificar el problema es parte de la solución y, afortunadamente, contamos con la ayuda del CONEVAL para saber a qué nos enfrentamos. Primero, hay que mencionar que la pobreza no es únicamente un aspecto económico o que pueda medirse meramente por ingresos, se trata también de un tema social, de derechos. Para el CONEVAL, la pobreza es multidimensional porque considera que las personas pueden presentar ciertas carencias , seis para ser exactos, además del bienestar económico (ingresos).

Entonces, no nos dejemos engañar cuando escuchamos que se han destinado más recursos a programas sociales, si esos recursos se otorgaron a costa de los derechos sociales de la población, porque de qué le sirve a una familia recibir un apoyo monetario si ahora tiene que comprar las medicinas que necesita por su cuenta porque el sistema de salud no cuenta con presupuesto.

Lamentablemente, dentro del grupo de personas que viven en condiciones de pobreza los hay más y los hay menos, y quienes la padecen más que nadie son las personas en situación de pobreza extrema, es decir, aquellos hogares que subsisten con ingresos por debajo de la Línea de Pobreza Extrema por Ingresos (LPEI) y que acumulan más de tres carencias sociales. Cuesta trabajo imaginar que una familia pueda vivir en condiciones mínimas deseables con tan poco, pero esta era la realidad de más de 10 millones de mexicanos (datos 2020).

Identificar el problema es parte de la solución, pero ¿qué podemos hacer al respecto? En este blog exploramos algunas propuestas. En el corto plazo es fundamental que el gobierno pueda garantizar a las personas un mínimo de bienestar que los ayude valerse por sí mismos; que en el mediano plazo, medidas más robustas puedan servir para mantener el barco a flote; y ya en el largo plazo, esperaríamos que estas políticas se reflejen en un mayor crecimiento económico y en menores índices de desigualdad.

Primero habría que atender las necesidades más inmediatas de la población mediante programas sociales de alimentación y salud, porque una persona que no se alimenta no puede trabajar, y si no puede trabajar tampoco puede pagar sus alimentos, ¿cierto? Las transferencias monetarias o programas sociales focalizados pueden ayudarnos a reducir la desigualdad, pero es necesario saber a quién ofrecérselas, si estarían sujetas a que se cumplan ciertas condiciones y por cuánto tiempo.

Si entregáramos apoyos de manera discrecional, no existirían incentivos para que este dinero sea utilizado en factores que aumenten la productividad o que mejoren las habilidades de los beneficiarios.

Cuando las personas puedan trabajar, sería momento de dar el siguiente paso: crear condiciones para que puedan incorporarse al mundo laboral, especialmente al formal, pues el trabajo es la fuente de la riqueza de un país, y mientras más favorables sean las condiciones para llevarlo a cabo, esperaríamos que los hogares puedan recibir mayores ingresos. En este sentido, podrían llevarse a cabo cuatro acciones concretas para dar continuidad a nuestro plan de erradicar la pobreza extrema.

En primer lugar, podríamos garantizar el acceso a educación de calidad a través de un programa de transferencias monetarias condicionadas (TMC) y un sistema de escuelas donde los padres puedan intercambiar cupones gubernamentales para que sus hijos puedan asistir a la escuela que ellos deseen, fomentando así la competencia entre instituciones educativas.

En segundo lugar, es indispensable generar oportunidades laborales en el sector formal . Una persona que trabaja desde la informalidad no cuenta con seguridad social. Los trabajadores informales difícilmente reciben una pensión, tienen acceso al crédito formal (hipotecario, de consumo, automotriz, pyme, entre otros), a un seguro contra desempleo o de gastos médicos mayores. Y como más de la mitad de la población labora en estas condiciones, es imperativo crear más empleos formales y eliminar barreras para quienes deseen incorporarse a él.

En tercer lugar, sería provechoso que nuestro gobierno impulsara la creación de un sistema de seguridad social universal. Sin importar si eres trabajador formal o informal, todos deberíamos tener la certeza de poder atendernos en un hospital o un centro de salud de calidad, y dado que seguridad social contempla aportaciones tripartitas en las Afores en comparación con las que aportaciones voluntarias de los trabajadores informales, el sistema universal reduciría los incentivos para permanecer en el sector informal y facilitaría a los trabajadores su incorporación al mercado formal de ahorro, crédito y seguros, instrumentos que resultan útiles para enfrentar adversidades, financiar proyectos de largo plazo y suavizar el consumo intertemporal.

Finalmente, me gustaría resaltar la importancia de invertir en capacitación técnica y profesional de la mano de obra, mejor conocida como capital humano. México es rico en recursos y mano de obra poco calificada, pero ¿qué sucedería si los trabajadores fueran capaces de producir manufacturas más elaboradas o si mayores conocimientos pudieran reducir los costos de operación? Entonces los trabajadores podrían hacer mejor uso del capital disponible, incrementando su productividad y los incentivos para seguir invirtiendo en ambos factores. Así, la inversión en capital humano se traduciría en mayores ingresos para los hogares y en un mayor crecimiento económico.

De tal suerte, las medidas de las que hablamos no solo ayudarían a que las personas salieran de la pobreza mientras se les otorguen subsidios, serían útiles además para mantener a la población en un estado en el que no puedan regresar a ella y, que la desigualdad sea un tema de repartición más justa de la riqueza y no de la miseria. Por ello considero que vale la pena dedicar nuestros esfuerzos en trabajar por quienes más lo necesitan y por el bien de nuestro país.

Te invitamos a leer este artículo en Expansión.

Nota del editor: Alan F. Flores Martínez (@alanflors) es egresado de la Licenciatura en Economía y estudiante de la Maestría en Economía Aplicada en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y realiza Servicio Social en México, ¿cómo vamos? Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente al autor.

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